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Cuando la tierra tiembla

Por Eduardo Platero.

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Caras y Caretas Diario

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No quiero extenderme con el tema de los desastres naturales. La verdad es que ya me saturaron un poco. El informativo central de Canal 10, que justo tenía a sus reporteros cubriendo la estadía de nuestro presidente en Naciones Unidas, aprovechó para informar directamente desde el sitio del temblor. Hicieron un magnífico trabajo con lo que tuvieron a mano. Muy buena también la labor de los editores, pese a que durante tres días seguidos me mostraron dos o tres veces al de la musculosa amarilla empujando presuroso una carretilla llena de escombros, y otras tantas, a los rescatistas que andaban sobre un edificio en ruinas y alzaban el puño pidiendo silencio, en tanto un perro canelo husmeaba. “Es lo que hay, valor”; rescato su labor informativa, y de ella, algunas inquietantes carencias o singularidades. La primera: el presidente de México, Enrique Peña Nieto, apareció una única vez, no rodeado de víctimas, sino de robustos y trajeados señores con pinta de guardaespaldas. Casi, casi, como si no hubiese sido asunto suyo el desastre. Tampoco hubo comunicados de una autoridad que centralizase todos los datos y estuviese al frente de la distribución de los recursos materiales o humanos, que no faltaron, pero sí faltó la referencia de quién y de qué modo estaba al mando. Por lo informado, parecería que fue en la Marina en donde se concentró todo. Raro, tan lejos de los mares, habiendo Ejército, Policía y Bomberos. Ya ese destaque de la Marina me había llamado la atención en todo lo que tuvo que ver con la guerra al narcotráfico, sobre todo alrededor del Chapo Guzmán y de los estudiantes desparecidos. Alguien sabrá por qué, pero da la impresión, a quien se informa desde tan lejos y por tan escasos medios, de que es el cuerpo en el cual se confía. No es que no viésemos actuar a los demás cuerpos; lo que raspa un poco es que los comunicados salieran por allí. Otra cuestión que llama la atención es la preeminencia del voluntariado, de la sociedad civil organizada. Una magnífica demostración de espíritu solidario, prevención organizada y pronta para reaccionar al instante. Lo que destaca es la independencia de esta acción masiva respecto de las autoridades. Como si no se conocieran o no quisiesen subordinarse los unos y comandar los otros. No quisiera alarmarme, pero me alarmo: ¿existe un gobierno con capacidad de conducción en cualquier caso? ¿O el descreimiento de la sociedad civil respecto de su gobierno es tal que, en las emergencias, el pueblo actúa dejando de lado del gobierno o sin esperar demasiado de él? Feo asunto que me quedó como duda residual de esta tragedia. Algo que da mucha alegría comunicar y que espero ya les haya llegado: los egresados de la Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba están organizando la ayuda solidaria para la isla. Veo que no es sólo a mi que me sigue doliendo Cuba. Abrieron una cuenta en Abitab, Nº 79718 (a lo mejor me falta algún número porque el mensaje que me pasó Luis Scarpa quedó muy pegado al margen y quizás haya más números luego del 8). Yo no me entiendo lo suficiente con la computadora como para correr el mensaje, pero, en todo caso, en Abitab sabrán, y el número andará corriendo por las redes. Yo no le debo nada material a la Cuba revolucionaria, y le debo todo, absolutamente todo. No sería el que soy si Fidel no me hubiese iluminado. Acepto que la isla, sin el campo socialista, tendrá que adaptarse para sobrevivir, pero confío en que lo esencial de las conquistas materiales y el nivel de conciencia se sostengan. Bueno, vayamos a esta otra tierra que está temblando. Lo más destacado, aquello en que más se ha encarnizado la jauría, es sin duda lo referido a Raúl Sendic. Pero no es lo único que debe alertarnos acerca del tiempo que estamos viviendo. Tuvimos una escribana que no era tal en la intendencia pasada y renunció sin ruido; hemos tenido una psicóloga que no lo era, y ella y quien la designó están procesados; aceptamos a Figueredo como testigo privilegiado. Tenemos a más de la mitad de los torturadores condenados gozando de laxa prisión domiciliaria; es cierto, son viejos, pero… Tuvimos el asunto de los Panama papers, la estafa de cambio Nelson, ahora seis nutricionistas que no lo eran; desde Brasil los escándalos de Odebrecht y los frigoríficos amenazan con salpicar a medio mundo. El intendente de Soriano, sometido a la Justicia por sus negocios particulares, pero, a raíz de esto, saltó que le vendía combustible a la intendencia desde sus estaciones de servicio. Tenemos el desgraciado caso de un diputado alcoholizado que se llevó por delante a una señora que aún está internada. Se ha hecho un gran revuelo con el Hospital de Rivera y las actuaciones violatorias del sagrado Tocaf, que parece ser más intocable que el Credo de Nicea. Tuvimos un asunto que quedó en nada entre un legislador en copas y un inspector de tránsito. Las maestras se la ligan vuelta y media. Los inspectores de tránsito de Montevideo son agredidos con demasiada frecuencia. Estuvo el caso de la madre que le tiró el auto arriba a una docente. ¡Eh! ¿Hasta cuándo? Dejo por aquí no porque no recuerde otros sonados o asordinados asuntos, sino porque no quiero jugar al escándalo, quiero advertir que se nos está yendo la moto. Porque estas cosas pasan y no deberían pasar. Cada uno es responsable por su conducta y todos por la observancia de las normas éticas y las obligaciones que en cada cargo se tienen. No digamos que tenemos organismos de contralor extraordinariamente perspicaces y diligentes, pero es a ellos a quienes debemos acicatear para que cumplan pronto, bien y discretamente con sus cometidos. No ir a ventilar los asuntos en donde más daño puedan provocar, allí donde el escándalo es mayor y más prolongado. Todos, absolutamente todos, tenemos un deber de rectitud, intransigencia ¡y discreción! Porque todos, absolutamente todos somos responsables por la conservación, lo más lozana posible, de la convivencia democrática. El otro día, un generalote brasileño, dando una conferencia en la Logia Masónica de Brasilia, afirmó que si las cosas no se corrigen, si no se termina con la corrupción, ellos, “como custodios de la patria”, tendrán que hacerlo. Y recibió apoyo de otros colegas. Hasta ahora no me he enterado si hubo alguna condena hacia estas expresiones. Recuerdo que cuando empezó el proceso que terminó con Dilma, cuando las sartenes de teflón salían a protestar por los gastos inflados de las obras para el Mundial, también salían pancartas pidiendo una intervención “patriótica” de las Fuerzas Armadas. No son, nunca fueron y no deben creerse la “reserva moral de la patria”, y si los dejamos creer que lo son, pagaremos el precio. No lo son porque la Constitución, ese “librito” que todos debemos respetar, no les otorga ningún papel especial. No es la primera vez que expreso mi preocupación por la ambigüedad de la definición soberanía de la “nación”. Una entelequia inexistente y peligrosamente interpretable. ¿Qué es la “nación”? ¿Los que fueron, los que somos y los que serán? Tan poético como impreciso y equívoco. ¿Qué es la “patria”? Un territorio o un mandato moral. Veamos. Si el plebiscito catalán resultara favorable a la secesión, ¿habilitaría eso al gobierno central de España a intervenir por la fuerza para impedir la separación? ¿Con qué derecho? Uno desea que España, el Reino de España, se mantenga unido, pero no a costa de que una parte sojuzgue a la otra. Por encima de toda glorificación a entelequias tales como patria o nación, está la realidad, y la realidad es lo que libre y democráticamente opten los ciudadanos. Expresamente he dejado de lado “asuntillos” que dejarían en duda el derecho moral de las Fuerzas Armadas a convertirse en una especie de tutores. También ustedes, conciudadanos uniformados, han tenido sus problemitas. Así que apliquemos aquello de que quien esté libre de culpas, que arroje la primera piedra. Y no me estoy refiriendo a la culpa personal, sino a la institucional. Abomino, rechazo y llamo a rechazar, y en su caso a resistir, a cualquiera que se sienta “latorrito”, salvador de la moral pública. Y llamo a la sensatez a todos. Principalmente a los míos. Estoy seguro de que muchos que se han quedado con la sangre en el ojo, luego de este bullying al que hemos sido sometidos, tendrá ganas de tomarse un desquite y agitar con los escándalos e irregularidades que encontremos en tiendas ajenas. Pero no lo hagan. Compañeros, no lo hagan, porque pueden estar cavando la fosa de todos. Hay un Poder Judicial, que no nos gustará mucho, pero que es quien tiene el derecho y la obligación de juzgar. Hay organismos de contralor que deben controlar y confiemos en que lo hagan. Si algo se les pasó por alto, que revisen lo hecho y actúen con prolija imparcialidad y diligencia. No conozco, ni personalmente ni por lo que aprendí de historia, ningún salvamento que no termine por salvar a los ricos y poderosos, por tanto, sigamos confiando en nosotros. Ya sé que andamos medio desnorteados y con un horizonte confuso, que no tenemos muy claro cómo seguir. Pero tenemos la mejor de las brújulas, tenemos a la gente. Escuchemos. Y luego, actuemos en conjunto.

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