Por Daniel Alejandro
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Un legendario bar de 18 de Julio y Tristán Narvaja fue el punto de encuentro para charlar sobre pequeñas y grandes cosas de la vida. Manuel Puig, un destacado escritor argentino, decía algo así como que este sueño es corto pero feliz. Y, definitivamente, el diálogo con Dani Umpi fue corto pero feliz, porque siempre deja algo a su interlocutor. Polifacético, intrépido, audaz; escritor, cantante y fotógrafo. El autor de Miss Tacuarembó -obra llevada al cine por el director Martín Sastre con la interpretación de Natalia Oreiro- fue, es y será un eterno rebelde contra su propio interior. Quizás eso es lo que le permite sentirse más vivo que nunca.
Según Manuel Puig, “lo peor de la muerte es que la gente te olvida”. ¿Coincide?
Sí, es cierto. Igual jamás nos enteraremos de qué pasa después. La gente te va olvidando, incluso antes de la muerte. Si transitás mucho tiempo una enfermedad o si te vas de viaje por unos meses, cuando volvés ya no es lo mismo. No precisás morirte para darte cuenta de que a la gente no le importás tanto. Pasa incluso con la familia. Son las cosas feas que uno va aprendiendo.
¿Le importa que la gente lo recuerde?
No tanto. No pienso en el después de la muerte. Me gustaría que me recuerden mis amigos y la gente que me quiere.
¿En algún momento difícil de su vida se preguntó para qué estoy acá?
Sí, generalmente tengo cierta inquietud metafísica. Entonces esa pregunta siempre está, aunque sé que no tiene respuesta o que en todo caso la respuesta va variando. Pero igual me la hago para encontrar un nuevo motor.
¿En qué momento de su vida se hizo esa pregunta?
En todo momento. Como uno siempre tiene que estar tomando decisiones y el mundo está cada vez más sorpresivo, entonces a cada rato me lo pregunto. Por qué estoy acá, para qué estoy acá. Siempre deberíamos preguntarnos eso, el problema es que la gente está muy pendiente de las necesidades más inmediatas. Creo que es importante ser conscientes del para qué, porque si no, no evolucionás ni crecés. Te quedás estancado en lo que tenés que hacer hoy.
¿Qué opina sobre la locura?
Muchas cosas. A veces la he confundido con alteraciones de lo racional. No le tengo miedo a la muerte, pero sí a la locura. Es un fantasma que hasta he tratado psicológicamente. Ese miedo a no tener el control sobre tus decisiones y a tener una lógica que no conviene, a estar perdido.
¿Le ha pasado sentirse loco?
No, trato de estar enfocado en el presente, no dejar abiertas esas puertas porque si no, estás muy a la deriva. Es un término al que hay que tenerle un poco de respeto porque además es bastante vago.
¿Es cierto que la mente es su peor enemiga?
No. Lo que pasa es que soy de los que está mucho tiempo dentro de la mente. Pero con el tiempo cada uno va haciendo su camino y aprendiendo a no estar tan preso de eso.
Si tuviera la oportunidad de ir al futuro o al pasado, ¿cuál sería su destino?
Siempre me interesó mucho el futuro, especialmente ahora que es tan incierto. Pero no un futuro lejano, sino más inmediato. Ver dentro de unos años qué va a pasar.
¿Cómo le gustaría verse y dónde?
Lo más increíble es que ahora hay un deseo de normalidad que antes no tenía. Yo pensaba en un futuro cinematográfico, un mundo en el que todo iba a cambiar. Como esa sensación de ciencia ficción que provoca miedo, pero a la vez es positiva. Pensaba que el futuro iba a ser una cosa así. Y ahora el futuro es tratar de estar como hace unos años porque todo cambió muy rápido.
¿Es como volver al pasado?
Sí, porque también esta situación mundial nos agarró con la tecnología muy a medio camino. Entonces no es ese futuro maravilloso del que nos hablaba el cine, sino de un grupo de influencers haciendo vivos en Instagram a través de sus celulares. Hay algo que no evolucionó.
¿Le gusta el cine?
Me gusta, pero no miro tanto. Me cuesta un montón mirar series. He visto muchas películas, pero te diré que por ósmosis, ya que mi anterior pareja, con quien estuve cinco años, es director de cine. Entonces supe ver y actualizarme mucho. Pero después no lo continué.
Imaginemos que hoy es su último día en la Tierra. ¿Se va a la tumba con un libro o una canción?
Con un libro. Porque un libro lo podés leer varias veces y de diferentes maneras. Entonces solés encontrar más cosas.
¿Qué libro se llevaría?
Me llevaría Camilo asciende de Hebe Uhart. Me acuerdo que me impactó mucho cuando lo leí y lo he hecho varias veces ya. No es el que más he leído, pero es muy compañero y emotivo.
¿Cómo es su relación con la política?
No estoy muy al tanto ni creo en la política partidaria. Me interesan las cosas básicas, pero siempre prefiero que alguien me lo cuente.
¿Es una especie de anarquista?
Ahora no tanto, cuando era más chico por ahí sí.
¿Qué lo hizo terminar con la idea de anarquismo?
Fui perdiendo la información y el interés porque estuve mucho tiempo entre Uruguay y Argentina, dos países que políticamente son muy distintos. Me cuesta mucho entender el panorama político argentino y cuando vuelvo acá, todo está muy cambiado, aunque parezca que es siempre más de lo mismo. Entonces me pierdo. No miro televisión ni informativos. Confío mucho en mi padre, entonces él me llama y me hace unos resúmenes muy buenos.
¿Sus padres de qué corriente política son?
De izquierda. Es raro porque son de Tacuarembó, que es un departamento muy blanco.
Cuéntenos algo más de sus padres.
Mis padres están jubilados y tienen un negocio. Mi papá trabaja también en ferias de ganado, mira mucho fútbol y le gusta la música acústica. Mi madre fue maestra. Cada tanto los voy a visitar, aunque ahora hace mucho que no lo hago. Intento llamarlos por teléfono, pero no soy muy bueno en eso.
Artísticamente, quién le dio más: ¿su padre o su madre?
No sé, creo que mi madre pero tengo cosas de los dos. Tengo mucho carácter de mi padre y mi madre es muy buena contando historias. Es una mezcla, me veo muy reflejado en ambos. Es muy lindo y tremendo a la vez.
¿Cuál es el recuerdo más hermoso que conserva de Tacuarembó? Ese que lleva consigo como una huella.
A los 18 años con mis amigos de entonces, andando en auto de acá para allá, yendo a los lagos del balneario. Todo era muy nuevo y jamás sentí que estaba en un lugar limitado. Una vida muy adolescente.
Dicen que en pueblo chico, infierno grande. ¿Cómo le ganó a eso?
Con la capacidad de ver que el pueblo en realidad está en todos lados. Hasta las ciudades más enormes tienen algo de pueblo. Cuando conocés esa lógica y entendés cómo se vincula la gente, porque lo viviste, hay cosas que te resultan muy familiares. Las grandes ciudades también van armando sus pueblitos; uno busca lo mismo, se vincula con la misma gente, se mueve dentro de los mismos lugares. Y cuando sos conocido, es como estar un poco más en un pueblo, porque tenés la sensación de que te conocen. De alguna manera estar cerca del pueblo te da seguridad. Es un lugar del que querés huir, pero te sentís seguro.
¿Es como un amor-odio?
Nunca lo amé tanto ni lo odié tanto. Creo que tiene que ver con las dimensiones que tenemos en determinamos momentos. Cuando sos chico es muy bueno, y supongo que en la adultez y la vejez también.
¿No cree en los blancos ni en los negros de la vida?
Sí, pero trato de mantener un equilibrio y moverme dentro de esa dualidad. Se logra sin preocuparse mucho, buscando el foco. A veces estás más descompensado, pero las polarizaciones no están ayudando mucho, entonces por más que piense que hay un blanco y un negro, siempre me parece mejor tomar el camino del medio.
¿Está enamorado?
Sí, estoy en pareja y vivimos juntos.
¿Qué lo enamoró de esa persona?
Me conmueve mucho. Nos conocemos desde hace años, de varias circunstancias. Primero, nos acercamos desde la música, hicimos una amistad, y ahora estamos vinculándonos desde otro lugar. A mí, convivir me cuesta un montón, tengo una vida muy libertina para una convivencia, pero son momentos y está bueno.
¿Cree en el amor para siempre?
No, para siempre no. Pero va mutando. Creo en los amores duraderos que luego se transforman en algo bueno.
Usted, que se conoce como nadie, ¿qué cree es lo peor que su pareja debe soportar de Dani Umpi?
De todo. Soy muy malhumorado, algunos días ando medio cruzado. Es parte de mi carácter, de mi manera de ser.
¿O será que -como nos pasa a todos- a veces somos mal agradecidos con la vida a pesar de tenerlo todo?
No, no me pasa eso. Tengo la experiencia de la gente que ha vivido más en la disidencia, que es una escuela mucho más rencorosa. Entonces tengo una cosa medio altanera, pero es por todos los espacios minoritarios que he transitado. Siempre estoy como en otro lugar, y eso te vuelve muy resentido y te da mal humor.
¿Y cómo se batalla contra eso?
Tenés que hacer esfuerzo para ser optimista.
¿Hace terapia?
Ahora no, pero he ido muchos años. Me ha ayudado mucho.
¿Le cuesta dormir?
Sí, tomo pastillas porque, si no, no duermo. Trato de dormir mínimo ocho horas, pero a veces duermo más y otras menos.
¿Cómo piensa la vejez?
Si se llega de una manera tranquila es una etapa de mucha libertad. Podés estar ahí haciendo cualquier cosa, hay algo de impunidad también. A decir verdad, no pienso mucho en la vejez porque vivo mucho el día a día. No proyecto demasiado.
¿Le gustaría verse con 100 años?
Sí, mis abuelos tuvieron más de 100 años. Me gustaría estar lúcido, aunque a veces a esa edad es medio bravo.
Si usted tomara mi lugar de periodista y tuviera que titular a Dani Umpi con una sola palabra, ¿cuál escogería?
Artista. Me ha costado mucho llegar a resumirlo en algo simple. Podría ser autor también.
¿Cuál es su mejor novela?
Para mí la mejor es Solo te quiero como amigo. Me parece la más sintética, una bisagra entre una manera de escribir y otra.
¿Qué novela suya quemaría?
Ninguna, me gustan todas. Para el momento en que fueron escritas están bien. Estoy muy conforme.
El escritor uruguayo Hugo Burel me dijo hace muy poco que la ficción pura no existe. ¿Cree que es así?
Y sí, porque siempre hablás de cosas que conocés, aunque las inventes.
¿Sus novelas tienen mucho de Dani Umpi?
Tienen más de lo que me rodea que de mí. Porque tengo mucho de esa escuela de la escritura a partir de la escucha. Siempre son monólogos interiores.
¿Se nace o se hace escritor?
Se hace. Hay gente que nace y después no sirve para nada porque hay que tener constancia. Podés ser muy talentoso, pero después lo importante es que tengas un cuerpo de obras. El mundo te lo exige también.
¿Cree en las utopías?
Sí.
¿Se siente más un Quijote o un Sancho en la vida?
Una mezcla, pero generalmente más Quijote.
¿Cuál fue su peor molino hasta ahora?
No tener la libertad económica. Aunque igual fui logrando todo con lo que tenía a mi alcance.