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De cámara a cámara: debate político virtual

Desde que el debate político ha ingresado en una larga etapa desde y para los medios de comunicación, que incluye las redes, el esgrima parlamentario, estéril a la hora de poder lograr convencer al contrincante de cambiar sus convicciones primarias, apunta directamente a la tribuna, no la de las barras vacías del Parlamento, sino a la que recibirá el mensaje del otro lado de la pantalla, por audio o por lectura.

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Por Ricardo Pose   En estos tiempos en los que la política virtual gana espacio sobre la política de a pie, esta diseña paralelamente y concentra todos sus esfuerzos en la batería argumental, la clara exposición del concepto político, para un público extramuros parlamentarios. Así la estrategia de difusión toma en cuenta el poder lograr exponer los nudos centrales del planteo político antes o, en el peor de los casos, durante los horarios centrales de los informativos; algo que los mecanismos de las redes, con la posibilidad de mantenerse en el tiempo, ha logrado suplir, aunque la eficacia de su impacto no está estadísticamente medida. Sólo así se pueden entender, en el estudio del desarrollo discursivo de nuestros legisladores, los cambios de tono e inflexiones en la voz, la gestualidad, alguna expresión que se sale de lo políticamente correcto, como si una suerte de apuntador teatral, que los hay, guiara la intervención.   Corriendo con ventaja No es novedad que en Uruguay, como en otros países, los sectores económicamente poderosos, industriales, terratenientes, exportadores e importadores, han sido pioneros en generar medios de comunicación que requirieron de inversión tecnológica, esto es, radio y televisión en el siglo XX. Y tampoco es novedad que esos grandes medios han estado al servicio de los voceros de los partidos tradicionales o, en clave de dictadura cívico militar, los partidos fundacionales. La historia de la prensa ha sido más rica en su diversidad, pero el impacto tecnológico, por su alcance territorial, lo instantáneo del mensaje y una generación que ingresaba de una vez para siempre en el mundo de la  imagen, es lo que más fuertemente ha permitido generar eso que los técnicos en comunicación llaman opinión pública. Ni aquel editorial de Beltrán que le costó la vida a manos de Batlle tiene la crudeza de dos minutos de una declaración   destemplada del Dr. Gustavo Salle.   El relato en la construcción de la realidad Los dirigentes de los partidos tradicionales han hecho arte en la construcción del relato político. Han contado con años de hegemonía política para que la naturalización de la vida económica y social fuera acorde a su discurso. Debilitado ese discurso por un relato alternativo que deconstruía el imaginario naturalizado de la Suiza de América, la nada despreciable ayuda de conductas de despilfarros en medio de crisis económica y el clima cada vez más hostil y represivo,  hasta finalmente quedar huérfanos de la gestión de gobierno, la derecha vuelve a reconstruir un relato que logra naturalizar un clima político y social, no sólo afín a los intereses de los sectores de poder económico, sino al desgaste de la capacidad de gestión de la fuerza progresista. La inseguridad pública, pero también la inseguridad en lo que representa la gestión del gobierno frenteamplista a los intereses del capital nacional y transnacional, a la democracia republicana, a la Constitución, a las instituciones, son los ejes fundamentales del nuevo relato que caracteriza a todo el espectro político de derecha. Mejor orquestado o no, los medios audiovisuales reiteraran decenas de veces, masiva y profusamente,el asesinato cometido, con flashes informativos en los que representantes de la derecha condenarán el hecho por la falta de políticas preventivas y auspiciarán el endurecimiento de las medidas represivas y condenatorias presentando sendas iniciativas  legislativas. Y ese libreto reiterado, convalidado por hechos puntuales, es lo que no entienden que no les permite volver a tener el respaldo electoral necesario para volver al gobierno; pero no avivemos giles. Buen susto nos pegaron esos autoconvocados cuando amenazaron en convertirse en la  fuerza social que la derecha política está buscando; una vez más, “el susto despertó al mamao”.   Fluidos y tartamudos En la arena política de los medios de comunicación y en las redes, no es sorpresa  la presencia mayoritaria de militantes de difusión de la derecha, principalmente, como más activos, los del Partido Nacional; primero por el origen de las colectividades políticas y su relacionamiento directo con los dueños de los grandes medios de comunicación, las agencias de publicidad, los suministradores de los equipos tecnológicos, los que pueden financiar la dedicación exclusiva a la actividad de comunicación. Una vez más, quien tiene en sus manos la capacidad económica, es quien se pertrecha más rápidamente y con mejor equipamiento para librar esta batalla. Y aunque conviven en la regla básica del capitalismo de la libre competencia, aunque no sobreestimamos su capacidad de una acción organizada y coordinada (salvo hasta los autoconvocados), el sonido gutural y la imagen de Lacalle o Bordaberry circula por el tráfico preestablecido de los diarios El Observador y El País, que serán fuente informativa de cientos de medios de comunicación radial y televisiva en todo el país, sobre todo en el interior. Esto no les ha asegurado resultados constantes remitiéndose al resultado de las tres últimas elecciones, pero la maquinaria sin dudas está aceitada y cuentan con cierto privilegio que permite ocupar el lugar de  oposición, siempre más cautivante que defender las políticas oficiales. Enfrente, el oficialismo padece de un problema de la izquierda universal, y es la falta de un relato claro y contundente, convincente de sus políticas de gestión en responsabilidades de gobierno. Como un mensaje de tartamudo que quiere dar un SOS, presupuestando un ejército de especialistas en comunicación, abonando un discurso que contenga el apoyo de las clases medias que han sido beneficiadas, y enredados a veces en sus propias tensiones como elemento inherente a su condición de coalición, bucea en aguas embarradas, logrando esporádicamente un mensaje medianamente contundente y esclarecedor. La experiencia política de cada uno de los  sectores de la coalición, sus brigadas de propaganda, sus medios escritos, sus medios o columnas radiales, sus unidades de comunicación, sus trabajadores de la prensa, deberían ser elementos más que  suficientes para que, al menos, sus bancadas parlamentarias tuvieran una clara política de comunicación y unidad operativa, que pudiera imponerse por encima de la “clásica desconfianza” a la tergiversación de la información, confundiendo a veces medios y sus intereses, con periodistas.   Un diseño de la batalla El Partido Nacional no improvisa en la batalla mediática, y si lo hace, le sale muy bien. Imaginemos que  el debate político exigirá la intervención como siempre enérgica, frontal y confrontativa de los senadores Javier García y Alberto Heber. Antes que empiece la sesión, su responsable en comunicación, Carlos Bacedo, entabla diálogo con cada uno de los  periodistas acreditados en el palacio; los mantendrá informados de las acciones e intervenciones esperadas de estos legisladores, calcula los tiempos por la lista de oradores para que alguno haga una declaración fuera del recinto; en ocasiones proporciona un material escrito de la intervención que se hará o se hizo, o  de la  denuncia a presentar. Desde que se transmite la sesión del Senado, y aunque están reglamentadas las imágenes a difundir, se acerca a conversar con el camarógrafo, para que esté atento al primer plano de legislador que va a intervenir. No sea cosa que se pierda en un plano general lo que García o Hebert tienen para aportar. Es el elemento más activo de funcionamiento de la bancada nacionalista durante las sesiones y, claramente, por ser una fuente constante de provisión de información, se asegura que no exista lugar a malos entendidos o errores de redacción. Desconocemos la formación académica y el monto de su presupuesto, pero parece elemento suficiente para cumplir con una tarea imprescindible, al menos mientras los dirigentes políticos sean “los héroes de la pantalla” Los conceptos políticos centrales llegan por esa vía a la arena política del mundo virtual; lo que se diga en el Parlamento para la vida parlamentaria es pamento.  

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