Este palo va tanto para legisladores argentinos como uruguayos, de derecha y de izquierda, y a quien le quepa el sayo, que se lo ponga.
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Desde el aborto y la tenencia responsable de perros al voto consular, la hipocresía, la incapacidad y la omisión criminal han tenido este mes un protagonismo dramático en ambas orillas del Río de la Plata. A decir verdad, tengo una indignación acumulada que apesta.
Vamos por partes.
En Argentina murió hace pocos días Elizabeth, tras haberse practicado un aborto clandestino. Pocos días atrás, 38 criminales decidieron por ley que toda mujer embarazada debe ser obligada a parir, cualesquiera sean las circunstancias que atraviese. Como ha pasado durante siglos, una mayoría de hombres decidió por ellas. Miles de católicos fanáticos se movilizaron contra la ley de despenalización del aborto; pero ninguno de ellos se movilizó, ni en Argentina, ni en Uruguay, ni en México ni en parte alguna, para repudiar la pedofilia de millares de sacerdotes que destruyeron y siguen destruyendo vidas por todo el planeta. Hipócritas.
En Uruguay, el aborto fue despenalizado bajo la presidencia de José Mujica y decenas de vidas se han salvado desde entonces. En primer lugar, varias mujeres desistieron de abortar tras las consultas previas y, por otra parte, cuando ratificaron su decisión, interrumpieron el proceso con todos los cuidados médicos. No me gusta el aborto y no conozco a nadie a quien le guste. Ninguna mujer se hace un aborto por deporte; es feo, doloroso y peligroso; pero esa es una decisión individual y enviarla a la cárcel es propio de una sociedad infame y cruel.
Lo patético es ver católicos fundamentalistas haciendo gárgaras con la moral, tratando a la mujer como depósitos de esperma y máquinas incubadoras. ¿Cuántos de ellos adoptan niños?
Elizabeth murió porque era argentina. Si viviera en Uruguay, su familia aún la tendría con ella. 38 legisladores la mandaron a la tumba. Supongo que la derechista María Eugenia Vidal, que manifestó su “alivio” ante la decisión legislativa, se sentirá reconfortada por esta muerte. Supongo que Gabriela Michetti, que ante el rechazo del aborto legal gritó “¡Vamos, todavía!”, se sentirá eufórica ante la muerte de Elizabeth.
También murió un niño en Melo, Uruguay, atacado por un pitbull. Estoy cansado de gritar que estos perros, junto con tres o cuatro razas más, no son aptos para tener como mascotas por haber sido manipulados genéticamente para ser agresivos. Tener cierta raza de perros es como tener un tigre o un león en la casa. Son armas letales. Podría detallarles aquí una lista interminable de casos de ataques de perros, con desfiguraciones y muertes; pero ya escribí bastante de ellos. Ahora los asesinos son nuestros legisladores; por su incapacidad para tomar medidas radicales. En Estados Unidos se prohibió el pitbull luego de que le comió el rostro a una chica, entre miles de casos similares.
En la nota ‘Perros peligrosos, dueños criminales’, que pueden hallar en la web de esta revista, decía: “En 2015 escribí una nota preguntando si esperaríamos otra muerte para legislar y tomar drásticas medidas penales contra los que tienen animales peligrosos sin adoptar las precauciones necesarias. Pues eso seguimos haciendo mientras padecemos la lentitud del Poder Legislativo y la inoperancia del Poder Judicial”.
Hoy les tiro a la cara el nombre de Francisco Leguizamón Núñez. Tenía 18 meses y fue atacado por un pitbull hace menos de un mes, cuando jugaba en el patio de su casa. Este niño muerto es culpa de todos ustedes; porque la inacción, la inoperancia, la incapacidad, la irresponsabilidad, la inercia, la lentitud y la cobardía también pueden ser actitudes criminales. Quien pudiendo hacer no hace, quien pudiendo impedir no impide, quien pudiendo legislar no legisla es un criminal, por decirlo de un modo suave.
Entre los hipócritas también se encuentran los que se oponen al voto de los uruguayos en el exterior. Hipócritas porque no dicen que el verdadero motivo de su negativa es que creen, calculadora en mano, que la mayoría de la diáspora es frenteamplista y temen que incidan en las elecciones para frenar la restauración conservadora.
Hipócrita también el ítalo-uruguayo Graziano Pascale, que se opone al voto consular, pero él mismo se postula en las elecciones italianas pese a vivir en Uruguay.
No importa cuánto dinero enviemos a nuestro país; no importa cuántos premios deportivos o culturales obtengamos ni cuántas veces hagamos que se ice la bandera uruguaya en tierras lejanas; para la derecha somos parias.
Hipócritas los que desprecian la política antiinmigratoria de Estados Unidos, pero desprecian a los extranjeros que llegan a su país huyendo de guerras o crisis económicas.
Hipócritas los que condenan las violaciones a los derechos humanos sólo si suceden en países de izquierda, pero nada dicen de países como Argentina, Brasil y Paraguay.
Hay veces en que a las cosas hay que llamarlas por su nombre.
Una muchacha y un niño han muerto.
Basta de tanta dulzura.