América Latina y el Caribe es, según datos del Banco Mundial, la región que más agua dulce tiene en el mundo, el 31% del total disponible. La razón es sencilla: se lo debemos a la selva amazónica, que gracias a la evaporación “fábrica” considerables cantidades de agua, y a la Cordillera de los Andes, donde se encuentran las principales cabeceras de agua del continente.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
La falta de agua es, sin duda, un problema cada vez más grande. Las cifras también lo confirman. Durante el siglo XX, la sequía fue la causa de muerte del 50% del total de personas que fallecieron debido a desastres naturales.
Todo indica que durante este siglo la tendencia no disminuirá. Al contrario, “la sequía ha sido, es y probablemente seguirá siendo uno de los más importantes desastres socio-naturales que afecta la sociedad y el ambiente a nivel global”, señala el estudio elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Centro del Agua para zonas Áridas y Semiáridas de América Latina y el Caribe (CAZALAC).
La Amazonía, es una vasta región de la parte central y septentrional de América del Sur que comprende la selva tropical de la cuenca del Amazonas. Las adyacentes regiones de las Guayanas y el Gran Chaco también poseen selvas tropicales, por lo que muchas veces se les considera parte de la Amazonia.
Esta selva amazónica es el bosque tropical más extenso del mundo. Se considera que su extensión llega a los 7 000 000 km² (siete millones de kilómetros cuadrados) repartidos entre nueve países, de los cuales Brasil y Perú poseen la mayor extensión, seguidos por Bolivia, Colombia, Venezuela, Ecuador, Guyana, Francia (Guayana Francesa) y Surinam. La Amazonía se destaca por ser una de las ecorregiones con mayor biodiversidad en el planeta.
El 11 de noviembre de 2011 la selva Amazónica fue declarada como una de las siete maravillas naturales del mundo.
La deforestación
Los árboles en la Amazonía, a través de la evaporación, liberan a la atmósfera alrededor de 20 millones de toneladas de agua al día en estado gaseoso, es decir, como vapor de agua. Al llegar a una cierta altitud, el vapor se enfría y se condensa formando nubes que son arrastradas por los vientos hacia el interior del continente. Éstas, al chocar con la cordillera de los Andes, liberan el agua en forma de lluvia regando buena parte de América del Sur. Es lo que los científicos han llamado “ríos voladores”. El Amazonas es así esencial para el ciclo hidrológico de la región, pero su deforestación está reduciendo el agua disponible en América Latina.
La Amazonía tiene 6,1 millones de kilómetros cuadrados. Sin embargo, se estima que cada día se pierde un área equivalente a cerca de 4 500 estadios de fútbol, es decir, tres estadios por minuto, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Según los cálculos, los bosques amazónicos han perdido en los últimos 50 años un 17% de su extensión y se proyecta que podrían perder de un nueve a un 28% adicional para el año 2050.
Recuperación
Si seguimos como vamos, la Amazonía podría llegar a un punto de no retorno en el que sería imposible su recuperación. El panorama parece desalentador, pero no todo está perdido. Esa es una de las conclusiones del primer Encuentro Regional de Programas y Proyectos del Bioma Amazónico realizado en Bogotá en el 2018, en el que participaron más de 60 representantes de 37 iniciativas que trabajan para conservar este valioso ecosistema.
En el encuentro, liderado por el proyecto Integración de las Áreas Protegidas del Bioma Amazónico (IAPA), con el apoyo de la Unión Europea, compartieron sus experiencias iniciativas de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Guyana Francesa y Perú. El objetivo era generar diálogos y sinergias regionales para la consolidación de la Visión Amazónica y el fortalecimiento de la Red Latinoamericana de Parques – Redparques.
Sí aún estamos a tiempo de conservar la Amazonía como la conocemos hoy, ¿cómo vamos a lograrlo? Diferentes expertos coincidieron en que parte de la respuesta está en enfocar mayores esfuerzos en las áreas protegidas y los territorios indígenas, así como promover un trabajo más allá de las fronteras entre las organizaciones que trabajan en la región a través de acciones coordinadas, como el plan de trabajo de la Visión Amazónica de la Redparques, para lograr resultados más efectivos.