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coronavirus | pandemia |

El deporte en pandemia y pospandemia

Por Rafael Bayce.

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Caras y Caretas Diario

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La humanidad ha tomado medidas sanitarias muy exageradas que han destruido la producción, el empleo, la educación, la convivencia familiar y pública, el arte y el ocio inconmensurablemente más de lo que podría haber dañado la pandemia por sí misma.

En ese panorama, que ojalá sirva al menos para no hacer nunca más lo que se hizo con la Covid-19 en futuras posibles pandemias, el deporte, los deportistas, los aficionados, y todas las industrias y servicios que se alimentan del deporte fueron también muy negativamente afectados.

Reflexionemos brevemente sobre el deporte en pandemia y en pospandemia, y sobre algunos asuntos con los que el deporte se vincula en estas circunstancias.

 

Espectadores físicamente presenciales y por pantallas

Uno. Aunque la tendencia ya se estaba notando antes del impacto de la pandemia, las medidas sanitarias adoptadas aceleraron la sustitución progresiva de los espectadores directos, físicamente presentes en los estadios y campos de juego, por espectadores virtuales, indirectos, que presencian los partidos por medio de relatos radiales, o de videos televisivos en pantallas de diverso porte y localización. Entonces, tendencia 1: de espectadores directos a espectadores indirectos, crecimiento constante y acelerado de la proporción de espectadores indirectos sobre los directos. Los primeros pasos los dieron las informaciones de la prensa escrita, y luego los telegramas y cables; más tarde llegaron las transmisiones radiales, y, más acá, los audiovisuales de los canales abiertos, y luego los de cable, directos, en vivo, diferidos, compactos de diversa edición.

 

Dos. Tendencia 2, al interior de la anterior: creciente proporción de espectadores en pequeños grupos por sobre grandes grupos, sea directamente en canchas, o indirectamente en pantallas gigantes o grandes en lugares públicos, privados o gubernamentales; en principio, casi siempre en un número menor que en las canchas.

 

Tres. Tendencia 3: se ven cada vez más en pantallas pequeñas móviles (celulares, tablets, iPads) que en pantallas mayores fijas (telones, plasmas).

 

Narraciones y discursos cada vez más prensadependientes

Las medidas sanitarias (encierros, cuarentenas, distanciamientos) aceleran estas tres tendencias y obligan a pensar el deporte, al menos inicialmente, en su presente y futuro, y –como siempre– como parte de la sociedad del espectáculo, de la sociedad de consumo, de la sociedad de la abundancia, y dentro de la compleja trama de intereses transnacionales, internacionales y nacionales que, a su vez, se entrecruzan con intereses económicos (extractivos, agropecuarios, industriales, comerciales), políticos, culturales identitarios y nacionalistas en diversos niveles de articulación. Pero deportiva, comunicacional y comercialmente, muchas coordenadas cambiaron.

Estas tres tendencias, además de acelerarse debido a las medidas tomadas en el equivocado combate a la pandemia, coinciden con intereses de la prensa y de los anunciantes por medio de pautas publicitarias. A la prensa le es mucho más cómodo ocuparse de un partido sin gente que con ella; no deben dialogar ni discutir, son casi los únicos testigos presenciales directos que comunican sus percepciones y opiniones; con la ventaja de una competencia más baja que antes con las narraciones, percepciones y discursos de los espectadores directos. Los cada vez más espectadores indirectos dependen más de las narraciones y discursos de los mediadores comunicacionales, porque estos son directos y supuestamente especializados, mientras que los espectadores cada vez interactúan menos con otros espectadores para construir narraciones y discursos sobre ellas.

Podría ser una tendencia 4: el moldeo de la opinión pública se vuelve más completo que nunca, porque disminuye la interacción entre los espectadores, y aumenta la desigual interacción con los periodistas –mediadores sensoriales y simbólicos– que producen los significantes del juego mediante el relato fáctico, narrativo, pero que también moldean opiniones, juicios y significados de lo narrado, construyendo así el discurso sobre el significado y valor del juego; construyen de modo creciente e indirecto narraciones y discursos sobre las narraciones que antes se formaban más interactivamente entre los espectadores directos.

Una verdadera revolución comunicacional, y un paso fuerte en la dirección de la prensadependencia y de la alienación de la opinión pública, al menos en deportes, más que nada en fútbol, fue la radio portátil. Con su introducción, la gente, más que comentar espontáneamente incidencias y construir sus propios juicios, tiende a oír al relator y al comentarista para recién luego iniciar la interacción significativa con los otros espectadores presenciales. Antes de la radio portátil, y menos aún de los celulares hoy, eso no pasaba de ese modo y en ese grado. Un fenómeno concomitante es la metabolización de la narración y discurso del mediador periodístico, y su internalización como propio y autogenerado (autoimagen, autoestima). Para ello, refresca el argumento introyectado de modo de coloquializarlo en estilo propio, ‘como si’ fuera de su autoría, como si se le hubiera ocurrido a él. Ojo, esto sucede con toda la realidad hoy: es introyectada pero con complejo de tal, lo que se intenta esconder del otro y de sí mismo mediante una personalización de los enunciados narrativos y discursivos, que oculta una asistencia cada vez menos directa y cada vez más en pantallas menores, para menos espectadores.

Cada vez en mayor medida la opinión se forma por los mediadores-periodistas, espectadores directos (aunque no siempre), que relatan y comentan para espectadores indirectos, que, en parte, son antiguos espectadores directos que se han transformado en indirectos, sea por la pandemia, por problemas de miedo y restricciones al acceso directo, o por inaccesibilidad directa de los lugares donde se juegan los partidos. Por ejemplo, en un fin de semana, un aficionado futbolero puede ver indirectamente no solo aquel partido al que podría haber concurrido directamente si no fuera por la pandemia u otros obstáculos, sino también muchos otros que se juegan en lugares inaccesibles y simultáneos.

 

Abuso publicitario

Si a un espectador presencial directo se le pasearan por el campo de juego personas, murales o vehículos con publicidad que obstaculizaran la visión del partido, habría grandes rechiflas, abucheos e insultos que lo impedirían, y no se iría tanto a las canchas.

En los estadios hay solo publicidad estática, en general silenciosa; aparece la móvil y sonora antes y después de los partidos (más bien antes), y durante los intervalos. Pero el espectador indirecto, el de pantallas, es víctima de una invasión creciente de publicidad que se sobrepone al partido, tapando cada vez una porción mayor de la pantalla y de las imágenes del juego, y cada vez por más tiempo: un verdadero abuso comercialmente voraz.

Si usted le pregunta a un periodista o productor por qué hay tanta publicidad, más sobrepuesta y obstaculizando la visión del partido, le responderá que si no fuera así no podrían financiarse los costos crecientes de las transmisiones, que compiten con tecnología cara, nombres caros y otros costos también crecientes. Esto es cierto, pero lo que protege esa abusiva obstaculización de los partidos por la publicidad sobrepuesta no es tanto la viabilidad de cubrir costos sino el lucro sideral; lo que enfurece al espectador indirecto en pantallas es la cantidad creciente de publicidad obstáculo no para viabilizar la emisión, sino para permitir un fabuloso lucro que el espectador indirecto no tiene por qué tolerar; porque, a fin de cuentas, que ganen pero que me dejen ver.

Otro motivo de la publicidad abusiva creciente es que la advertencia de que se aproxima un ‘espacio publicitario’ es una guiñada al televidente para que vaya al baño, a la cocina, etc. Por eso los productores se vengan de varios modos. A) Aumentan brutalmente el volumen de la publicidad, para que al menos tenga que oírla el traidor que fue al baño o a la cocina (en Venezuela está prohibido). B) Anuncian el fin del espacio publicitario cuando todavía faltan algunos anuncios (que deben ser más caros), de modo tal que el espectador tenga que verlos porque cree que debe volver a sentarse para no perderse el partido. C) Ponen anuncios en boca de relatores y comentaristas durante pequeños momentos en que el relato se interrumpe pero que no pueden ser previstos a priori para ser sobrepuestos de otros modos. D) Ahora empieza a haber publicidad durante el juego por medio de los tableros electrónicos que marcan goles, cambios y noticias; ahí encontraron otro recurso, aprovechando la atención del espectador directo a los tableros electrónicos y pantallas gigantes auxiliares en grandes estadios o exteriores de los estadios para la gente que no pudo entrar y que no tiene acceso a pantallas privadas. E) Sobreponen anuncios encima de la imagen del partido, lo que asegura que sean vistos, pero también genera la indignación (i.e. quien escribe) o fastidio de los espectadores. F) Mienten al anunciar el horario de inicio de los partidos, para que usted se siente antes de lo necesario y se tenga que morfar tandas publicitarias; para eso son también las emisiones ‘previas’, collages de refritos y cháchara innecesaria, pero que en cierto modo calman la ansiedad del espectador; en realidad, esto crea un marco histórico y coyuntural útil, libera nervios, pero, más que nada, vende más publicidad. Combativamente, incitamos a los futboleros contrarios a las trampas de los voraces productores y anunciantes a boicotear a las empresas y productos que se sobrepongan a las imágenes emitidas; no me deja ver el partido para venderme, no le compro; el día que me dejen ver capaz que les compro algo. Haga eso, lector, a ver si no hacen más trampas voraces y rapaces. Porque el espectador indirecto, de pantallas, no puede chiflar, abuchear, protestar, insultar, como puede el directo si le sobreponen publicidad al juego (salvo los tableros y pantallas referidos). Pero puede biocotear comercialmente. Hágalo.

Habrá mucho más, y aplicado a la pandemia y a la pospandemia también.

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