Detrás de los muros del Centro Histórico de la Ciudad de México, arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrieron los restos de una residencia de aztecas nobles que vivieron en Colhuacatonco, distrito conocido por haber resistido la conquista española. Según los relatos del Fray Bernardino de Sahagún, mantuvieron una resistencia pacífica aun después de sufrir la derrota en la guerra. Colhuacatonco era uno de los siete distritos que pertenecían a Cuepopan, uno de los cuatro barrios de la capital azteca, Tenochtitlán. El área conocida por tener suelo cenagoso, tanto que Colhuacatonco significa “lugar donde el agua regresa”.De acuerdo con la arqueóloga Maria de la Luz Escobedo, autora del descubrimiento, los vestigios indican que la población local mantuvo una “resistencia pacìfica” después de la queda de Tenochtitlán, en 1521, marco de la conquista española. —-Alrededor de 1525 comenzaron las primeras obras de los conquistadores para cambiar el plano urbano. Lo que nosotros encontramos extraño es que los que hicieron esos trabajos de remodelación encomendados por los conquistadores españoles fueran descendientes de aztecas. Las excavaciones revelaron que a lo largo de los últimos 500 años la residencia azteca fue sufriendo modificaciones. Originalmente la construcción servía de morada para los aztecas pertenecientes a la nobleza. Eso puede ser afirmado por haber sido construida en piedra, una distinción para personas importantes en la jerarquía. Al norte del terreno, un espacio con 3,16 metros por 4,30 metros era destinado a las actividades ceremoniales, precedido por una antesala con el doble de tamaño y un patio en un nivel más bajo. Según la arqueóloga los espacios se encontraban delimitados “al pasar de uno más abierto a otro más exclusivo, lo que representaba cierto carácter sagrado”. En los restos de las construcciones se observan muros de piedra y adobe. Fueron encontrados siete cuerpos enterrados de tres adultos y cuatro niños con edades entre uno y ocho años. Todos son contemporáneos y acontecieron en la época del contacto español. Junto a los cuerpos fueron encontradas ofrendas: la figura de un coyote, una olla de cerámica usada entre 1325 y 1521, una pulsera de caracoles, un par de navajas de obsidiana y una sartén. -También en diferentes espacios encontramos ofrendas reutilizadas, o sea, los descendientes aztecas ya no estaban fabricando esos materiales, pero mantuvieron algunos objetos para ser usados como en las costumbres antiguas-dijo María. Escobedo, autora del descubrimiento. Además de los artefactos originalmente aztecas los arqueólogos encontraron piezas que revelan el inicio de la mezcla de razas, como pequeños personajes con características europeas y con sombrero, representaciones de monjes y frascos ornamentados, entre otras cosas. -Ya en los siglos XVII e XVIII teníamos materiales más característicos que muestran el cambio de las formas y las modas, hasta el siglo XX que preceden juguetes de plástico y una máscara de luchador. En general lo que percibimos en los materiales es “el mexicano”, ese sincretismo que comenzó una vez consumada la conquista española-dijo la arqueóloga.
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