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Descubrir es en definitiva descubrirse

Por Leonardo Borges.

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Caras y Caretas Diario

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1515. Solís tomó entre sus manos aquel aparato tan extraño. Yo no soy experto en el mar así que debí preguntarle. Era muy extraño.

 

–Es un astrolabio –sentenció– sirve para saber dónde estamos a partir de las estrellas –me explicó.

 

Luego lo calibró y miró hacia las providencias. Cuánto tendrán que ver las estrellas con nuestros movimientos, qué relación las regirá. Más preguntas que se me aparecían.

De repente estaba nuevamente en mi pueblo, con mis verdades, las certezas más dulces del mundo. Sentado en mi iglesia, seguro de las atrocidades del mundo. Nunca me cuestioné mi camino, era mi camino porque así estaba marcado. Mi padre poseía algunas tierras como Señorío y fue quien me encomendó a la vida religiosa. Mis hermanas estaban bien casadas y mi hermano mayor estaba en el ejército del gran Fernando, peleando en Nápoles. Mi camino estaba marcado antes de nacer. Nunca lo discutí. Pero ahora que estaba en una carabela, a merced de la aventura, no entendía mi lugar. Y hasta me tomé la libertad, y no me perdono, de pensar que no estaba consagrado a Dios y abrirme a la aventura como un hombre sin ataduras terrenas o no.

Y me sentí mal, estaba preguntándome aquello que no puedo preguntar, estaba desafiando a Dios, mi Señor. Y recé mucho por mí salvación… y por esta locura. Seguí mirando los movimientos del Capitán… dominaba a la chusma como si fuera él mismo parte de ella.

Aquel hombre es un hombre aventurero, pensé. Él había navegado para Portugal, nuestros enemigos; había sido pirata con los franceses…, y había terminado como piloto mayor nombrado por el rey Fernando, nuestro Señor. Ese hombre había nacido en la pobreza, y hoy conversa con el rey, nuestro Señor, como un Señor de sus tierras.

 

–El mundo que viene está allí –dijo Solís, apuntado al este.

–Tal vez esté la desgracia, disfrazada de dulce doncella virgen que te llama a pecar, pero que esconde el veneno más fatal de todos. Vestida de oro, engalanada con plata con sabor a vainilla y clavo de olor…, nos maldecirá con la muerte. Quizás esté cubierta por un manto de mentiras.

–No podemos ir más lejos de lo que Dios nos deje ir, y Dios ha querido que descubriéramos, que nos aventuremos hacia lo desconocido, con su palabra como guía… tú estás aquí y bendices nuestro viaje… –replicó Solís, sorprendido por los dichos de su amigo.

–Tal vez, amigo mío. Tal vez… pero no te confundas, aquel que quiere saber más de lo que debe saber, aquel que cree que el mundo está a sus pies puede cometer un pecado fatal… el pecado de Lucifer. Dios nos da la libertad, el libre albedrío para resolver… pero los castigos son ejemplares amigo mío… detrás de esa libertad está Dios y su misericordia, pero también su poder más allá de todo poder… su báculo duele más que mil infiernos.

–Nuestros viajes están bendecidos, Dios mismo quiso que estemos aquí…

–No blasfemes…

–No lo hago, amigo mío, el viaje de Colombo estuvo lleno de señales de Dios… eso se comenta en la Corte –dijo bastante seguro Solís.

–Colombo es un criminal…

–Criminal o no, las señales existieron y el papa Alejandro las interpretó. El imperio cristiano llegará más allá de océano. Esa es la misión de los emperadores. Nosotros somos vehículos de los designios divinos.

–Mengua tus palabras o deberé castigarte por las blasfemias que escupes.

–Perdón, padre, a veces olvido que detrás de mi amigo está el sacerdote.

–No sé hasta dónde estamos haciendo bien, no logro entender, quizás, lo que estamos haciendo. ¿Por qué Dios dejó desamparados a estos salvajes? ¿Por qué dejó pudrirse en la infamia y la herejía a estas tierras? No entiendo…debo pensar.

–Ahora tú, amigo mío, estás deslizándote entre la blasfemia.

–Tienes razón… iré a descansar y a pensar.

–En un par de horas llegaremos a las afortunadas… rumbo a las Canarias –marcó el timonel– y de allí seguiremos rumbo al sureste.

–Llegaremos en menos de lo que piensas. Y volveremos con la barriga del barco llena de especias y oro.

Eso es lo que me asusta, pensó el sacerdote, eso es lo que me asusta.

 

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