Por Mauricio Pérez
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La historia de Cambio Nelson (Camvirey SA) tuvo un desenlace esperado. El empresario y diputado suplente Francisco Sanabria fue procesado con prisión por los ilícitos cometidos durante su gestión al frente de la casa cambiaria. El juez letrado de Maldonado de 10º Turno, Marcelo Souto, lo enjuició por los delitos de libramiento de cheques sin fondo, apropiación indebida y falsificación ideológica. Sanabria fue alojado en la cárcel de Campanero, en Lavalleja.
Además, el magistrado dispuso el procesamiento con prisión del gerente general y operador del cambio, Nelson Calvete, y de la oficial de cumplimiento, Soledad Ubilla, y el procesamiento sin prisión de otra contadora que trabajaba para la empresa. El juez Souto consideró probado –al menos prima facie– que la intervención de estos permitió el desarrollo de las maniobras delictivas constatadas durante la investigación.
En tanto, el juez decidió postergar la decisión sobre el expresidente del Banco Central del Uruguay (BCU) Humberto Capote, quien operaba como contador de Cambio Nelson. El fiscal Rodrigo Morosoli imputó a Capote como coautor de un delito continuado de apropiación indebida, al considerarlo una pieza clave para el desarrollo de las maniobras delictivas. Incluso, buena parte del dictamen de la Fiscalía refiere a los presuntos ilícitos cometidos por Capote. Pero el juez no estaba convencido, por lo que ordenó una pericia contable para certificar su responsabilidad en las maniobras.
Sin embargo, la investigación está lejos de concluir. La indagatoria judicial permitió confirmar el “vaciamiento” de Cambio Nelson mediante el desvío de fondos hacia empresas vinculadas con la familia Sanabria. En este sentido, el juez Souto dispuso, días atrás, la citación de empresarios vinculados a las empresas de Sanabria y su familia. Su objetivo es determinar si estos empresarios conocían la operativa y si se beneficiaron de esta.
Pero esto no será todo. La jueza especializada en Crimen Organizado de 1er Turno, Beatriz Larrieu, y el fiscal Carlos Negro se aprestan a investigar la posible existencia de operaciones de lavado de activos en la gestión del cambio. Esta indagatoria tendrá el foco en todas las operaciones efectuadas por los procesados y en la actividad de las empresas vinculadas al grupo Sanabria, pero también en los 22 clientes con depósitos superiores a 50.000 dólares, para dilucidar el origen de los fondos que fueron depositados de forma irregular. Decenas de personas serán citadas en la indagatoria.
La operativa
Cambio Nelson inició su operativa en 1998. Sus titulares eran Wilson Sanabria, padre de Francisco, y Nelson Calvete. “La propuesta que Wilson me hace es abrir el cambio con capital de él y que pusiera yo mi nombre, mi imagen, la credibilidad que tenía en ese momento. Ahí se crea Cambio Nelson y siempre fue así. Para atraer clientes llevaba mi nombre y ahí empezamos a trabajar”, declaró Calvete ante la Sede. En este marco, Calvete oficiaba como el captador de los clientes –varios de ellos declararon ante la Justicia que depositaban el dinero por su relación de amistad y confianza con él–, al tiempo que Sanabria aportaba su extensa red de contactos políticos y sociales.
Con el paso de los años, Cambio Nelson se transformó en uno de los más importantes de plaza. Por ejemplo, en junio de 2016, tenía una participación de 9% del total de activos de las casas de cambio de Uruguay y lideraba el ranking de utilidades con 10% del total de ganancias. Tras el cierre, se constató que Cambio Nelson tenía un sistema de captación de fondos de clientes, una actividad expresamente prohibida para estas instituciones financieras.
El sistema fue implementado desde el comienzo de la operativa de la institución e implicaba que, en los hechos, Cambio Nelson operara como un banco. Es decir, el cliente depositaba el dinero y se le otorgaba una tasa de interés que podía llegar a 9% anual, un monto superior al que podía obtener en los bancos de plaza. “Esos negocios eran personales de Wilson y después de Francisco; dentro de Camvirey va un cliente que quiere depositar 250.000 dólares, se le recibe por caja y se le emite un cheque por el depósito por 90 días, pero no era pago diferido, era un cheque a la vista. Negociaba primero Wilson y después Francisco; iban al cambio, cobraban un interés y después renovaba. Wilson venía y solucionaba, hacía que cobrara. Pero con Francisco era más difícil porque había iliquidez en el cambio”, declaró Calvete.
La muerte de Wilson Sanabria implicó que su hijo asumiera las riendas del negocio. El cambio ya había empezado a manifestar problemas financieros, los que se acentuaron en los meses posteriores. Pero en setiembre de 2016, se inició un proceso sin retorno: se produjo un atraso en los pagos a la red de cobranza Red Pagos (Nummi SA). Sanabria alegó que tenía una serie de problemas económicos, por lo que Red Pagos pidió un refuerzo de las garantías y la presentación de “fiadores solidarios”. En total, la familia Sanabria entregó bienes por unos 2,5 millones de dólares, lo suficiente para cubrir la deuda generada.
Esta deuda era parte de la calesita financiera en la que ingresó la empresa. Según la información contable, Camvirey SA tenía ingresos importantes por el cobro de facturas de la red de cobranza (entre 10 millones y 21 millones de pesos al día), a lo que se le sumaba el dinero de los depósitos obtenidos por el sistema paralelo. De esta forma, la empresa tenía una masa constante de dinero en su poder. Todo ese dinero se empezó a utilizar en empresas en las que Sanabria tenía participación.
“Así transfería a las cuentas de las empresas identificadas, al punto que en Camvirey SA se recibían mails de los encargados de dichas empresas comunicando los pagos que se deberían realizar por ejemplo a sus empleados, acudiendo en muchas oportunidades los propios representantes de dichas empresas al local central de Cambio Nelson, donde se abonaban sus cuentas, se pagaban los sueldos etcétera, claro está dinero que no era restituido”, afirma el juez Souto.
La justificación
“No estuve a la altura de las circunstancias”. Pocas horas después de retornar a Uruguay, tras permanecer más de un mes prófugo de la Justicia, en la casa de su suegro en el coqueto distrito de Boca Ratón, Florida (Estados Unidos), Francisco Sanabria comenzaba a justificar los hechos que produjeron la debacle de una de las casas de cambio más importantes de Uruguay.
La frase resonó en las paredes del juzgado y captó la atención de los presentes. Durante las casi siete horas en las que se extendió la audiencia, Sanabria se mostró tranquilo y dispuesto a colaborar. Brindó detalles de la operativa del cambio y explicó que la captación de depósitos comenzó durante la gestión de su padre y que cuando él asumió la dirección, la situación financiera de la empresa era complicada. Pese a que su relato puede atenderse como una confesión o autoincriminación, en todo momento negó la intención de cometer un delito o de perjudicar a los clientes.
Dijo que se adoptó una serie de decisiones de carácter empresarial y comercial, con resultados negativos y que provocaron pérdidas importantes, lo que incrementó ese círculo vicioso, del que no se pudo salir. En este marco, afirmó que al asumir se apoyó en dos estrechos colaboradores de su padre, Calvete y Capote, quienes tenían un vasto conocimiento sobre la operativa de la institución financiera. Ambos fueron clave en su decisión de continuar adelante con la actividad: “Yo nunca habría aceptado la responsabilidad de seguir adelante con la empresa si no hubiera tenido la seguridad de que ellos [Calvete y Capote] estaban ahí, que me hubieran explicado lo que me explicaron”, declaró Sanabria.
Este fue uno de los argumentos utilizados por la defensa –a cargo del abogado Jorge Barrera– para atenuar su responsabilidad: “Queda claro que mi patrocinado no creó el sistema, no decidió el funcionamiento, no tuvo participación en la elaboración de los supuestos de hecho que se ventilan en autos y que continuó con las prácticas ya establecidas, por lo que desde el punto de vista formal debe responder a partir de marzo de 2016 y en lo que refiere al marco de acción que le pueda ser imputable”.
Este argumento planteado por Barrera también fue utilizado por el fiscal Morosoli, quien apuntó a la responsabilidad de Capote. En su declaración, Sanabria dijo que no conocía “la cocina ni el corazón del negocio” y que existió una continuidad de la operativa financiera desde la época en que quien dirigía el negocio era su padre hasta la actualidad, de la que tanto Capote como Calvete estaban al tanto.
En este marco, el fiscal consideró probado que el expresidente del BCU participaba en reuniones relativas al funcionamiento del cambio, llevaba las actas de la sociedad anónima y tuvo un rol de consejero de Wilson Sanabria, primero, y de su hijo, después. Para fundar su posición el fiscal se basó en los testimonios de Sanabria, de Calvete y de varios trabajadores del cambio, y en los informes del BCU. Esos informes –en particular uno presentado ante la Justicia Especializada en Crimen Organizado– señalan a Capote como el encargado de proceder al ocultamiento de cuentas de terceras personas en otros rubros contables, lo que impidió que esas cuentas irregulares fueran detectadas por el BCU.
De esta forma, el fiscal consideró que Capote no era un mero compilador de datos y que no se limitaba a firmar los informes que los directores le presentaban, sino que era una pieza clave en el esquema diseñado para eludir los controles bancocentralistas. “No estamos ante el accionar de un contador bisoño, sino ante un profesional de extensa trayectoria y que supo ocupar cargos de máxima jerarquía en el sistema financiero”, afirma Morosoli en su imputación. Su actividad pública es otro indicio de su responsabilidad: Capote presidía el BCU cuando se autorizó la operativa a Cambio Nelson, y posteriormente ejerció como contador y hombre de confianza de sus directores.
El vaciamiento
La investigación confirmó que Sanabria era propietario de diversas empresas, como la arrendadora de autos Firosol SA, la empresa de ómnibus Tureste, las radios FM Gente y Cadena del Mar, y de dos tambos, uno ubicado en San Carlos, sobre la ruta 9, y el otro sobre la ruta 104. Además, tenía participación en varias sociedades anónimas, como Mesit SA –propietaria del edificio Art Tower– y Mijal SA –propietaria de un edificio sobre la parada 24 de la playa Mansa–. Ante la Justicia, Calvete afirmó que la relación con estas empresas fue uno de los motivos del desfasaje financiero de Cambio Nelson: “Eran varias las empresas de Francisco Sanabria que vivían del cambio; les pagábamos los sueldos, por ejemplo, a Firosol. Salían todos los gastos del cambio y no reintegraban nada. La plata salía de Camvirey y salía de la cuenta de Firosol, que era de Francisco Sanabria. El dinero llegaba a través de los depósitos de los clientes”.
Lo mismo sucedía con Mijal SA, un emprendimiento inmobiliario impulsado por Wilson Sanabria. La empresa tenía una deuda con Camvirey SA por 800.000 dólares. En este marco, Ubilla fue más específica: “Todas las empresas tenían cuenta en el cambio y se les hacían pagos”. Ese dinero nunca era restituido, lo que determinó el desfinanciamiento del cambio. Por este motivo, los titulares de estas empresas serán citados por la Justicia.
Sin embargo, los préstamos no se efectuaron sólo a empresas, sino también a cuentas particulares de Francisco Sanabria, Paula Sanabria y sus hermanos, y de la esposa de Francisco, Carolina Serna. En estos casos, el dinero “salía de los rubros 101 y 102, que es pendiente de liquidar; era dinero de clientes, en pesos o dólares, pendiente de liquidar. Esa plata no era restituida. Por ejemplo, Francisco nos llevaba las tarjetas de créditos para que la pagáramos y él no traía la plata después. […] Todas las empresas deberían tener saldo negativo”, afirma Ubilla.
En este contexto, la Justicia consideró probado que Sanabria efectuó un “vaciamiento” de las arcas de Cambio Nelson, en favor de las empresas vinculadas al grupo familiar. Así lo estableció el fiscal Morosoli, al solicitar su procesamiento: “Francisco Sanabria empleó a Camvirey SA como un medio para captar capital a través de los depósitos de su clientela, el que posteriormente era desviado hacia las cuentas de sus sociedades comerciales. Estos dineros se empleaban en pagar los gastos corrientes y operativa de dichas empresas, no siendo posteriormente reembolsados a la cuenta de Camvirey SA”.
Sin embargo, aún no pudo definir el monto total de la maniobra. Los documentos incautados en los sucesivos allanamientos a las sucursales de Cambio Nelson –en particular, en la casa central de Punta del Este– y el análisis del programa permitieron determinar que los desvíos hacia las empresas vinculadas se registraron, al menos, entre 2014 y 2016. “Esto no quiere decir que no existiera este tipo de desvíos en los años anteriores, pero al momento no hay registros”, dijeron fuentes judiciales a Caras y Caretas.
En este marco, la Justicia ya dispuso el embargo preventivo de las cuentas bancarias de Cambio Nelson, de Sanabria y de varios de sus colaboradores, así como el levantamiento del secretario bancario de todos los involucrados. Asimismo, se solicitaron diversas pericias financieras (al Banco de Previsión Social, a la Dirección General Impositiva y al BCU) para dilucidar el monto de los desvíos y si Calvete, Capote y los restantes involucrados se beneficiaron de estos, lo que podría agravar su responsabilidad penal.
Estas pericias permitirán identificar el trasiego financiero entre las cuentas bancarias de Cambio Nelson y las empresas vinculadas al grupo Sanabria, así como a los integrantes de la familia. Uno de los puntos de interés es una cuenta bancaria propiedad de Sanabria y de su esposa en el Bank of America de Boca Ratón. El análisis de estos movimientos bancarios será clave para la investigación por lavado de activos, que iniciará la Justicia Especializada en Crimen Organizado.
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La venta de Cambio Nelson
Francisco Sanabria aseguró ante la Justicia que desde hacía varios meses manejaba la posibilidad de vender Cambio Nelson. Declaró que el dinero incautado en un bolso (unos 250.000 dólares) iba a utilizarse para pagar la decena de cheques sin fondos que había emitido antes de disponer el cierre y de viajar rumbo a Miami. Dijo que debía “cubrir esos cheques” antes de la Semana de Carnaval, porque pretendía negociar la venta de la empresa y no podía existir ninguna denuncia penal pendiente.
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El duelo simulado
Los problemas de liquidez de Cambio Nelson eran cada vez más profundos. La empresa no podía hacer frente al pago de sus compromisos e ingresó en una calesita financiera de la que no pudo salir. Así lo deja en claro el testimonio de un funcionario de la financiera: “Fui a pagar jubilaciones a la sucursal de Maldonado Nuevo, porque había un local dentro del Super Económico […] saqué la cuenta de lo que debía pagar, cuando llego había una cola como de una cuadra para cobrar, y cuando abrí la caja había 40.000 pesos más o menos y se necesitaban como 700.000 pesos para arrancar a pagar”. “Llamé y hablé con Nelson, me dijo que iba a ubicar a Francisco y que pusiera un cartel de que empezaba a pagar después de las 12 del mediodía. Luego me llama Nelson, que había hablado con Francisco, y me dijo que pusiera un cartel afuera diciendo que estaba cerrado por duelo, porque Francisco no tenía la plata para pagar y que la iba a conseguir para el lunes”.