La foto de aquella espalda roja, con las marcas cruzadas de los rebencazos, es difícil de olvidar. Probablemente quien la haya visto la recordará para toda su vida. Porque la imagen no era vieja, porque estaba tomada con un celular, porque era un trabajador agredido por un superior y porque era en la primavera de 2017. A esos datos se les sumaban otros no menos importantes: el hombre era un trabajador rural. O sea que no dejaba de ser la confirmación, la idea hecha realidad de que, campo adentro, y a pesar de las leyes de ocho horas -a las que habían llegado tarde, pero habían llegado-, existe una suerte de feudalismo posmoderno. La primera denuncia, entonces, fue hecha por Hugo Leites, el agredido peón de la estancia Flor de Ceibo: dormía en un galpón y él era el dueño del colchón en el que se tiraba y del acolchado con el que se tapaba todas las noches, y se alimentaba de un sancocho hecho con fideos, alguna papa y un poco de carne. El horario de trabajo era de sol a luna. Luego también hablaría la otra parte, que quiso desestimar la denuncia de Leites enredándola con cuestiones amorosas de aspecto turbio, una amante, un capataz despechado, una traición… argumentos que no venían al caso y que, como tales, quedaron en el olvido. Las marcas del rebenque y las denuncias de maltrato que no pudieron ser rebatidas fueron más contundentes que una supuesta traición de culebrón de cuarta. La cosa es que a esa denuncia se sucedieron otras tan graves como la primera y todos comenzamos a tener idea de la Unión Nacional Autónoma de Trabajadores Rurales y Afines (Unatra), el sindicato que nuclea a estos empleados y que fue adquiriendo fortaleza incidiendo, ayudando a los trabajadores a frenar el miedo que producen las denuncias. Miedo a ser señalados y a quedar en una lista negra en un área en la que conseguir sustento es difícil si se está del lado liviano de la balanza. Pero es obvio que el sindicato ha crecido y, aunque no lo digan, es fácil imaginar que pegó un puñetazo arriba de la mesa del Pit-Cnt, obligando a que la central lo detectara y no mirara para otro lado. Coordinación entre partes Caras y Caretas dialogó con Ariel Ferrari, el director nacional de Coordinación en el Interior (Dinacoi) del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS). De perfil bajo, a este hombre le tocó uno de los momentos más duros que vivió su área: el de las denuncias que, luego de la de Leites, comenzaron a salir a luz. Para colmo de males, tuvo que lidiar con frases desacertadas del ministro de Trabajo, Ernesto Murro, quien dijo que la situación del peón agredido era “gravísima y poco habitual”. Luego vinieron los otros denunciantes confirmando lo que todos, excepto Murro, sabemos: las condiciones de trabajo en el campo no son ninguna panacea y, muchas veces, las relaciones entre los distintos puestos se manejan con abuso de poder. Cosa bastante extraña si nos remitimos a los sueldos, en los que, según el laudo, la disparidad no es mucha. A saber: el sueldo más bajo, el de aprendiz, si es mensual, ronda los $ 17.300; el salario mensual más alto es el de administrador y asciende a unos $ 24.500. Y el de capataz, que parece que son los de la mano dura, es de unos $ 23.000. O sea, todos están en el horno. Ferrari dijo a Caras y Caretas que se investiga cada una de las denuncias que llegan al ministerio, tanto las que se hicieron públicas como las que no: “Se trabaja con la Inspección General de la Seguridad Social porque al hecho de agresión se une todo lo que tiene que ver con las condiciones de trabajo. En algunas instancias hubo audiencias en las propias oficinas departamentales para tratar de llegar a acuerdos. En algunos casos se logró, y en otros quedó abierta la vía judicial en la que se están procesando las actuaciones”, explicó. Ferrari confirmó lo que un grupo de trabajadores rurales dijo a este medio: en algunos lados los peones siguen manifestando que tienen problemas para que se cumplan las ocho horas: “Creo que la ley es un buen instrumento para tratar de mejorar las condiciones de trabajo con una norma que tiene más de 100 años en el resto de las actividades, pero para el sector rural hace poco más de siete años que se pudo implementar”. Como se insistió al respecto, repreguntando si aún no se cumplía a cabalidad, Ferrari admitió: “Lo que pasa es que hay que seguir trabajando para que se entienda que es posible organizar el trabajo y que, como en otras actividades, después de ocho, las horas son extras. Una cosa importante es que ya hay recibos y que se puede ver en las declaraciones de las empresas que están los que trabajan más de ocho horas y cobran extras”. También dijo que la ausencia de recibo es una falta y que, cuando eso sucede, se intima a la empresa: “Se le da un plazo para que presente los recibos y, de no cumplir, tiene las sanciones que la ley impone”. La mayor parte de las veces, el MTSS se entera de la falta a la normativa por medio de una denuncia, pero también sucede en los que se ha constatado que falta el recibo, “entonces actuamos”, aseveró el jerarca. “Si no cumplen, son sancionadas”, puntualizó. Ya lo dice más arriba: luego de la denuncia de Leites, otras llegaron. Aquella primera fue en setiembre, pero para mediados de diciembre la cosa no daba para más. Había que actuar. Fue entonces que el ministro tuvo la iniciativa de formar una suerte de consejo consultivo asesor, en el que estarían las gremiales y los trabajadores; una mesa para tratar las condiciones de mediano y largo plazo, independiente de los Consejos de Salarios. Urgía elevar la mirada y no quedar atado a un puñado de dinero que jamás será suficiente. Como esas reuniones funcionarían en el ámbito de la Dinacoi, preguntamos a Ferrari cuánto habían avanzado: “Nos reunimos el 4 de enero, pero fue para instalar la mesa de diálogo. Estuvieron convocados la Asociación Rural, la Asociación Nacional de Fomento Rural y la Unatra. Ahora estamos esperando la próxima instancia”, contestó. Caras y Caretas Portal sabía que esa instancia estaba fijada para hoy, viernes 2 de febrero, pero el propio Ferrari había avisado que se cancelaría. Quisimos saber la razón: “Fue a pedido de la Asociación Rural, que pidió postergarla. Aún no hemos definido la fecha porque estamos elaborando una agenda de temas a tratar y no queremos condicionarla a lo que pase en otros ámbitos”, contestó. Es obvio que esos “otros ámbitos” son los particulares de los productores, de los “autoconvocados”, que parecen no tener vela en este entierro, y de las gremiales, que parecen mirar las movilizaciones de afuera. Sin embargo, como se ve, todo viene mezclado. Hay un dicho campero que reza: “Acá no hay un manso pa’acollarar un arisco”. Viene a cuento porque cuando un potro es indomable, se le une a un caballo fuerte y manso por medio de unos collares. De esa manera, oponiéndose a los corcoveos y llevándolo a rastras por el campo, el manso hará su trabajo de desgaste en el rebelde. El sistema suele servir, pero, si por esas cosas el potro sigue retobado, alguien tendrá que montarlo. Ese será el peón y lo más seguro es que termine en el suelo. Como la vida misma.
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