Pintaba para una linda tarde, y lo fue. Yendo al estadio, en las camionetas Van que aquí son como si fuere el 142, entre rusos que nos miraban con cara de curiosidad y timidez, empezamos a repasar algunas canciones típicas: la de Jorge Peña, la Jaime Roos, la de No Te Va Gustar. Y ahí les robamos alguna sonrisa a los pasajeros. Cómo habrá sido que el conductor, en palabras rusas que ni aunque viviéramos un año aquí entenderíamos, nos preguntó de dónde éramos. Y ahí, barrera lingüística mediante, no nos quedó más remedio que enseñar la bandera uruguaya que secretamente iba guardada en la mochila. Más sonrisas y un “buena suerte” mutuo, que nos hizo pensar: qué simpáticos que son y qué poco parecería importarles el fútbol. Faltaban 4 horas para el partido, y la camioneta nos dejó en la avenida Moskovkoye. A pleno sol, volvimos a hacer el camino de los últimos tres días, caminando los 2 kilómetros que faltan a una temperatura de 32ºC, y pensando “cómo afectará esta vez el calor a la selección”. Desde lejos se divisa el Cosmos Arena, un estadio con forma de nave espacial, con capacidad para 45 mil espectadores, que rinde tributo a la fuerte impronta espacial que tiene toda la ciudad de Samara, ya que allí se construyeron la mayor parte de la infraestructura que llevó a Gagarin lejos de la tierra. Completan el circuito turístico: el museo espacial y el bunker de Stalin. También está la plaza Kuibyshev, que quedó colonizada por la Fan Fest: cervezas, hot dogs y pantallas gigantes. La primera sorpresa de la tarde: Tabárez alineó un equipo donde la formación de tres defensas no tenía lugar. En el centro de prensa, un periodista de larga trayectoria, con la data en la mano, filtró: “ayer probó la línea de tres y no le gustó nada… va como siempre, con cuatro en el fondo”. La comodidad de llegar clasificados a octavos, y de no poder especular respecto a los posibles cruces en la siguiente fase, se contrarrestaba con la necesidad de que Uruguay mejorara en el funcionamiento colectivo, tal como había dejado en claro una y otra vez el DT celeste en las conferencias de prensa. Cuatro cambios respecto al equipo que jugó contra Arabia: Sebastián Coates, Diego Laxalt, Nahitan Nandez y Lucas Torreira como titulares, pasando al banco José María Giménez (puede llegar a perderse el resto del mundial), Guillermo Varela, Carlos Sánchez y Cristian Rodríguez. Apuesta arriesgada la del Maestro, que bien en claro dejó después del partido contra Arabia: “si algo he aprendido en estos cuatro mundiales es que no hay que demorar mucho en meterle mano al equipo, no se puede en un mundial morir con los ojos abiertos”. El partido Hay como un sentimiento compartido entre los uruguayos y es el de “cuanto más difícil mejor”. Y en la previa se sentía eso: grandes expectativas para ver cómo Uruguay iba a enfrentar a los locales, que venían de meter 8 goles en dos partidos, y que por sobre todas las cosas habían logrado despertar el interés de los rusos por el desempeño de su selección. Apáticos en un principio del mundial, poco a poco han ido poblando bares, calles y avenidas con bocinas y muestras de apoyo a la selección que dirige Cherchesov. De pique, el planteo táctico de Uruguay no fue original (4-3-1-2) pero sí la colocación de Rodrigo Bentancur como una especie de enganche. Raro ver a un enganche con la número 6, la mejor estilo del ex futbolista francés Yuri Djorkaeff. Cómo para acallar cualquier crítica, las primeras jugadas de peligro se originaron en los pies del jugador de la Juventus, que tuvo un tiro al arco, un par de pases interesantes y fue el autor intelectual del primer gol con la falta que le hicieron al borde del área. Calidad y categoría de Suárez para ver el espacio libre y poner el uno a cero. Los cerca de 4000 mil hinchas explotaron en lo que sería la tribuna Colombes, y un derroche de canciones celestes empezaron a copar el Cosmos Arena, que cada tanto hacía que los rusos, por orgullo o por seguir las arengas que pedía desde la cancha Cherchesov, taparon las gargantas uruguayas. Hubo alguna llegada de la selección de Rusia, pero una vez las manos de Muslera y en otra la mala definición hicieron que Uruguay se fuera adueñando del tanteador y también del ritmo de juego. A los 24 llegó el segundo gol, y uno como frotándose los ojos desde la tribuna trataba de dar crédito que Laxalt, además de haber sido una solución defensiva por izquierda también tenía combustible para convertir desde afuera, más allá de que el gol se lo dieron en contra a Cheryshev. Y como para despejar cualquier duda, a los 35 minutos desbordó y logró que el lateral Smolnykov llegara a su segunda amarilla, haciendo que Uruguay jugara los siguiente 55 minutos con un jugador más y una tranquilidad absoluta. El segundo tiempo sirvió para que Uruguay se afianzara en las cosas que venía haciendo bien: intensidad en la marca, seguridad en la distribución de pelota, profundidad en las jugadas ofensivas. Y llegó el gol de Cavani sobre el final. Como para cerrar una gran performance. Como cualquier delantero, su combustible son los goles, y en un rebote encontró su premio al esfuerzo, después de haber buscado incansablemente convertir en el mundial. También el partido sirvió para que el Cebolla recordara lo bien que entra desde el banco, así como también el debut de Maximiliano Gómez en un mundial con la celeste. El próximo rival será Portugal en Socchi, una selección que tiene una “cristianodependencia” importante. Como dice Tabárez, habrá que pensar como limitar al rival y ver que pone Uruguay adelante para complicarlo. Se puede ganar o perder, pero lo que sí está claro es que Uruguay no es un rival fácil para nadie. Y una vez más, este equipo ha demostrado una forma de conducirse que es la de buscar soluciones desde el análisis, planteándose objetivos a corto plazo y realizables. Tal vez ese principio de realidad, que algunos lo llaman “conservador” es el que ha hecho que Tabárez y su equipo lleven doce años y medio de trabajo al frente de la selección. Álvaro Levin
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