En un hecho que se convirtió en un hito en el marco de la huelga general dispuesta por el movimiento sindical uruguayo, organizado en la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) contra el golpe de Estado, un grupo de trabajadores de la Federación Ancap se la jugó y apagó la emblemática llama de la planta de la empresa en la zona de La Teja, con lo cual se paralizó el proceso de refinación de combustible. Ernesto Goggi, quien había entrado a Ancap en 1961, siendo muy joven, contó tiempo atrás a la agencia UY Press cómo se decidió a dar ese paso. El mismo día del golpe había comenzado la huelga general convocada por la CNT como forma de resistencia a la dictadura, por lo que fueron ocupados los centros de trabajo, entre ellos, la planta de Ancap. Sin embargo, la dictadura afirmaba que Ancap funcionaba normalmente durante la huelga general declarada por la CNT. La chimenea era una demostración de la normalidad, al decir del entonces ministro del Interior, coronel Néstor Bolentini. Por eso, “había que apagar la llama. Cuando Bolentini dio su largo discurso el 2 de julio de 1973, quedó claro que la llama de la chimenea de Ancap era el único argumento que tenían [la dictadura] para mostrar que la producción de combustible y por tanto el país estaban bajo control”, recordó Goggi. “La ocupación en combustibles y refinería fue total. Nos asombró a nosotros mismos. Fue masiva. Más de 1.000 trabajadores ocuparon”, agregó. El gremio apoyaba las posiciones de la CNT, pero también decidió mantener una producción mínima dentro de la planta para poder abastecer hospitales y mínimamente a la población. El 1º de julio, que era domingo, la planta fue tomada por el Ejército, que entró con tanquetas y con sus efectivos armados a guerra. “Estos [el Ejército] no tenían ni idea de lo que era una caldera, y menos una refinería; en la Marina sí tenían una idea de lo que era una caldera de alta presión o movimientos de fluidos a altas temperaturas. El Ejército era como un elefante en un bazar”, recordó Goggi. La represión comenzó dentro de la planta. El destrato se instaló como hábito normal. Las comunicaciones de la dictadura empezaron a decir que con el ingreso del Ejército a la planta se había normalizado la producción de combustible, cuando en realidad la planta sólo funcionaba a 20% de su capacidad. La dictadura señalaba que la normalización era visible y que para ello estaba de muestra la icónica llama de la planta. Goggi rememoró a Ernesto Vega, quien se convertiría en su compañero para realizar el corte eléctrico que paralizaría definitivamente la planta de Ancap y que, además, sufrió una quebradura en el pie al intentar atravesar una cuneta, a pesar de lo cual continuaron con la tarea. “Yo estaba preparado técnicamente, pero él era muy capo. Un especialista con los instrumentos y los automatismos. Nos fuimos fijando cómo estaban armados los turnos y quiénes los integraban. Siempre hay un turno que está más fuerte que otro. Vimos que para hacer el corte, el turno debía ser el de Luis Panfilio. Él era encargado, un tremendo cargo, era encargado de toda la central térmica”. La operación estaba decidida. Debían interrumpir un transformador de 6.000 kW. Había que producir un cortocircuito en el transformador. Para eso era necesaria una cadena. Esta tocaría las barras de tensión y produciría el corte. Cuando finalmente lograron tirar la cadena sobre las barras de tensión, el cielo se iluminó y todos los gases que tenían que salir lo hicieron simultáneamente. La llamarada fue enorme. Fue de unos 300 metros. Al cortarse la energía, todos los gases que tenían que salir largaron presión hacia arriba. La huelga iba a terminar y sería una marca profunda en la dictadura que recién comenzaba. Pero que un grupo de trabajadores lograse apagar la llama de la planta de Ancap fue un hecho que no pasó desapercibido, todo lo contrario, fue un gesto de auténtica resistencia del pueblo organizado.
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