Por Andrés Copelmayer
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El año fue malo para el gobierno, pero terminó siendo peor para el líder de la oposición. Quiso ser el paladín de la justicia con Ancap y el Fondo Capital pero quedó solo, rodeado de kryptonita verde. Larrañaga, Bordaberry y Mieres cuestionan su liderazgo opositor y compiten por importar el genoma Macri. En diciembre recibió el golpe mortal.
El ninguneo a la Concertación fracasó. El invento mató al inventor y Novick sorprendió acordando con el FA por obras en la capital, consolidando su postulación presidencial e inaugurando un nuevo bipartidismo. En manotón de ahogado, Lacalle marketineó visita a inundados y buscó confrontar con Tabaré. Quedó remando en dulce de leche y con su coordinador de campaña en redes, J.C Raffo, tildando de “protesta popular” la quema de contenedores de fin de año.
La derecha oriental abreva de la fuente neoliberal regional, y se desgastó en la cruzada desprestigiante de todas las izquierdas que gobiernan América Latina. Asociados al poder histórico de los multimedios aristócratas, los Chasman eligieron a Lacalle como Chirolita, para “ventrilocuarle” a la gente que el FA es populista, antidemocrático y corrupto. Hizo lo que pudo. Escondió al padre, maquilló su imagen política y se trepó a los lienzos del liderazgo regional que pretende ejercer el novel presidente argentino. Pero las tormentas de diciembre le corrieron el rímel para siempre.
Mutar en superhéroe republicano exige más que el disfraz. Legitimarse con el pueblo requiere ser y parecer. Y en el primer examen de transparencia, el líder de la oposición defraudó. A un año de las elecciones, ni los dueños de las grandes corporaciones mediáticas ni el propio Lacalle Pou han explicado aún cómo logró que en la campaña presidencial de octubre los canales le cobraran 370% menos que a Tabaré. O se la financiaron ilegalmente o acordaron fraguar facturas para retocar la rendición de cuentas frente a la Corte Electoral. La gente es sabia y exige una explicación, que el candidato difícilmente dará. Hay mérito para convocar una comisióninvestigadora.
En pleno Siglo XXI, con la aparente descentralización comunicacional que tejen las redes virtuales, y aun siendo gobierno, el FA no encuentra cómo democratizar el acceso a los medios de comunicación y facilitar que la ciudadanía forme opinión libremente, zurciendo todas las voces. Mientras medios afines a la izquierda y diversos emprendimientos independientes pugnan por sobrevivir, las reglas del supuesto libre mercado mediático del Uruguay dan a las mismas familias de siempre el poder absoluto en el manejo de la agenda política/periodística local.
Los medios en Uruguay han sido siempre propiedad de quienes también poseen grandes riquezas del país. Todo el poder sigue casi exclusivamente en las familias Fontaina, De Feo, Romay, Scheck, Aguirre y algunos más. Desde allí manejan la agenda política del país nefasto que pretenden venderle a la gente, y sostienen una plataforma comunicacional al servicio de Lacalle Pou, elegido como el arlequín que desplazará a la izquierda del poder.
Las ondas de radio y televisión pertenecen al Estado, que siempre las regaló a amigos del poder, que a su vez las negociaron entre ellos cuando les convino. Históricamente nunca pagaron un peso por la concesión. Los gobiernos FA intentan cobrarles un pequeño canon, generando indignación entre los dueños mediáticos. Igual reacción con la ley de medios, chicaneada sistemáticamente para evitar su reglamentación.
Los poderosos de la comunicación reniegan de su responsabilidad social, por lo cual Uruguay está lejos de lograr una verdadera libertad de prensa. En un mes de campaña los partidos políticos declararon haber gastado casi U$D 8 millones, sólo en publicidad por TV. Equital no muestra facturas ni da motivos que expliquen la discriminación “positiva” y antidemocrática a favor de Lacalle Pou. Cruzando los datos de las declaraciones juradas con las mediciones de Ibope, única información asequible, es evidente que el grupo eligió a Lacalle como delfín presidencial. Aparentemente le cobró sólo $172 el segundo de TV a Lacalle Pou, mientras que Amorim pagó $763 (443% más); la lista de Sendic $726 (422% más); Larrañaga $649 (377% más); la fórmula del FA $636 (370% más); Bordaberry $335 (195% más) y Mieres $306 (178% más).
La explicación es alarmantemente simple: o este grupo de poder abusó de las ondas que les concesiona el Estado para antidemocráticamente promover un candidato, violando la normativa de ley del consumidor, o le subfacturaron costos de campaña para encubrir el origen de la financiación política de Lacalle Pou. Oscuro por donde se lo mire, y aún más deliberado que en la elección anterior.
La Ley 18.485 representó un avance insuficiente en transparentar el financiamiento de los partidos y sus campañas. Existe una baja capacidad de control del cumplimiento efectivo de esa norma por parte de la Corte Electoral. En un país fácil de caminar como el nuestro, es innecesario que los partidos gasten fortunas que no tienen en difundir su mensaje por TV. Con autorizar cadenas y debates alcanza, el resto es mano a mano con la gente.
En función de las declaraciones de gastos e ingresos de los partidos del año 2009, los subsidios públicos representaron 73,6% de los ingresos de los partidos. Esto llegó a representar más de 85% de los ingresos del FA y del PI, y aproximadamente 55% del ingreso del PC y el PN. Las declaraciones muestran dos patrones de ingresos diferenciados. Uno para los partidos tradicionales, donde el financiamiento público y privado representa partes iguales de los ingresos, y otro para el Frente Amplio y el Partido Independiente, donde el financiamiento público es predominante y el privado no alcanza 15% del gasto total. La Corte, deliberadamente, no está dotada de la infraestructura, del personal ni de los recursos para controlar seriamente. Pero esta sociedad por conveniencia entre las corporaciones mediáticas y Lacalle Pou no termina con el ocultamiento de la falta de transparencia.
Desde el 1° de marzo articularon una sistemática operación política de alcance nacional para desprestigiar al FA, usando Ancap como principal blasón. La Comisión Investigadora, a pesar de toda la leña al fuego que arrimaron altos dirigentes del FA en injustificable lucha sectorial fratricida, determinó lo que todos sabíamos: Ancap invirtió bien pero gestionó mal, con bajo control del gasto y decisiones financieras equivocadas. No se verificaron irregularidades graves, presunción de delito alguno ni indicios de corrupción. Y Tabaré hizo lo que tenía que hacer. Desestimó la patética comedia sobre quién tuvo la culpa de la mala gestión, y corrigió errores. Defender las empresas públicas, que tanto nos costó preservar, implica transparencia, invertir bien y gestionar con niveles de excelencia. Una empresa del porte de Ancap, con su rol estratégico para el desarrollo energético y productivo del país, no puede actuar descapitalizada, sin coordinación permanente con OPP y el MEF, y sin gerente general ni financiero. Eso hizo Tabaré, y chau Pinela. Lacalle Pou quedó gritando solo que había indicios evidentes de comisión de delitos y que los miembros del directorio debían responder al dolo con su patrimonio personal.
En diciembre, Larrañaga y Mieres abandonaron la estrategia unipersonal de Lacalle Pou. Ambos iniciaron acciones para crear un frente opositor común al FA que aglutine wilsonistas, batllistas y socialdemócratas, sin el herrerismo. El obstáculo sigue siendo el mismo. Con el antecedente de la Concertación, temen que nuevos acuerdos políticos con expresión electoral corroan aún más la ya debilitada existencia de los partidos tradicionales. La ciudadanía sigue sin creer que blancos y colorados representen un cambio para la gente.
El golpe de gracia a la carrera presidencial de Lacalle Pou lo acaba de dar Novick. El “hijo de” intentó todo para impedir que el líder de la Concertación creciera a nivel nacional, y puso palos en la rueda a cada una de sus visitas al interior del país. Lo denostó pública y privadamente, y mandó a los gerontes de la tribu a descalificarlo sistemáticamente. Cada ataque de Batlle, Sanguinetti y Lacalle hizo crecer la popularidad de Novick.
Cuando nadie lo esperaba, este liberal pragmático que quiere competir por el gobierno contra el FA, acordó con el intendente Daniel Martínez, poniendo condiciones sobre el Fondo Capital y dando visibilidad nacional a su figura. Ya tiene diputado sin haber fundado aún su nuevo partido. De un plumazo se apropió del liderazgo opositor, inaugurando un nuevo tiempo político. Novick no es ningún outsider de la política. Fue uno de los artífices del impensable triunfo de Jorge Batlle. Lo ayudó a ser presidente contra todo el aparato del Foro Batllista y, después de ganar, ambos sectores prescindieron de él. Jamás se lo perdonarán.
Hoy empieza un nuevo tiempo para el gobierno y para el FA, que exigirá mucho mayor diálogo político y social y máxima eficiencia en la gestión. Novick se adueñó del paradigma del cambio opositor desde una confrontación constructiva, y desarticuló la estrategia lacallista de cuanto peor mejor. En pocos meses las corporaciones mediáticas advertirán que Novick es el único candidato sin techo para competir con el FA. Lo acompañarán y dejarán solo a Lacalle Pou, que seguirá buscando postes para hacer la bandera. En 2019 será la primera vez que el FA compita con una coalición heterogénea, conservadora pero moderna y descontaminada de los partidos tradicionales. Sepamos cumplir. Con debate, pero con unidad en la diversidad. Militando con y para la gente y pensando siempre en la mañana siguiente. Nos necesitamos todos.