En un trabajo publicado por La Diaria en la jornada del viernes y dedicado a la reflexión de las significaciones del golpe de estado de 1973, el economista y senador del Frente Amplio, Daniel Olesker, reflexiona sobre las relaciones entre la dictadura y la economía nacional.
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Al sintetizar el modelo represivo que dio sustento a los largos años de dictadura cívico militar, el economista se interroga sobre la base material que sustentó las acciones represivas.
En la cronología descriptiva de la economía nacional, previa al golpe de estado, Olesker destaca:
“La continuidad de la acumulación de capital dependiente en Uruguay, luego del prolongado estancamiento de la década de 1960, requería una rebaja sustantiva de los salarios reales. Y una rebaja sustantiva de los salarios reales en Uruguay, dada la fortaleza de las organizaciones sindicales y el desarrollo político de las organizaciones populares, requería alterar las condiciones institucionales democráticas y generar una dictadura que, vía decreto, garantizara la rebaja salarial y, vía represión, la inactividad sindical y popular”.
Para graficar esta secuencia histórica de la política económica recuerda: “El 28 de junio de 1968, el gobierno decidió no convocar a los Consejos de Salarios, dejando el ajuste salarial en manos del gobierno. El golpe de Estado se enmarca en el estancamiento de la economía uruguaya de los años 60 y el duro congelamiento de salarios de 1968, acompañados de un giro autoritario relevante. Buena parte del período comprendido entre 1968 y 1973 se gobernó bajo el régimen de medidas prontas de seguridad. En 1971 asumió el gobierno colorado de Juan María Bordaberry, que decidió reducir los salarios reales con un ajuste que se encontraba muy lejos de la inflación que provocó la pérdida de salario real más grande de la historia del país (…) La fijación de salarios, sin Consejos de Salarios y con una represión muy dura sobre sindicatos, quedó en manos exclusivamente de los decretos del Poder Ejecutivo (…) hubo una decisión política de la dictadura de reducir los salarios para aumentar las ganancias y los ingresos del capital, deteriorando el nivel de vida de la mayoría de la población”.
Olesker en su trabajo destaca que, lejos de lo que pudiera suponerse, el período de los años dictatoriales hasta 1981 no fueron de estancamiento económico: “La riqueza creció, la masa salarial se derrumbó, aumentó el plusvalor y enormes masas de ganancia transitaron hacia el capital. Aun con la crisis de 1981 a 1984, el producto interno Bruto (PIB) al final de la dictadura era mayor que el del inicio, y junto a ese mayor crecimiento de la riqueza, el salario bajó a la mitad. El gobierno puso en práctica medidas para bajar salarios y para aumentar las ganancias del capital”.
En las conclusiones del trabajo, el senador frenteamplista destaca:
“La caída del salario real era un factor cardinal del nuevo modelo de acumulación, y la dictadura fue su condición de viabilidad, porque la resistencia obrera no lo hubiera permitido en democracia. En las condiciones sociales y políticas de la sociedad uruguaya, una estrategia de tal naturaleza iba a encontrar una resistencia organizada y potente del movimiento obrero y de las organizaciones políticas de la izquierda.
Por eso, cuando la dictadura reprimió duramente a la izquierda y en particular a la principal fuerza de resistencia, que fue el movimiento obrero, lo hizo consciente de que era la única manera de consolidar un modelo de acumulación capitalista caracterizado por la exclusión y la sobreexplotación del trabajo, por lo cual la represión política, la concentración de la riqueza y la desestructuración social son partes de un mismo proyecto”.