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Las tribulaciones del fiscal Garganta

Disparen contra Cendoya

Por Pol Botón.

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Religiosamente, como todos los días, el fiscal Francisco Garganta llegó al Expreso Pocitos a desayunar. Cazó los diarios que estaban sobre una mesa, se sacó el tapaboca y se sentó frente a una ventana en la mesa que todos los parroquianos sabían que tenía dueño.

Hoy, Garganta esperaba con ansiedad la llegada del escribano Julio de Fuentes, con el que intercambiando chimentos, fijas, pálpitos, datos posta y primicias infundadas, se había convertido, desde su reciente jubilación, en su mejor amigo.

Entre la puerta y la mesa, hizo una estación en el mostrador, levantando su vasito de grapa doble con un bizcocho que le tenía preparado el encargado.

Cuando De Fuentes llegó, fue una fiesta. Se plantó en el boliche como cachorro con dos colas, feliz de comentar con Garganta las hazañas de su colega, el fiscal Diego Pérez, cuyo nombre y correrías salen en primera plana todos los días.

-¿Qué vianda me traes hoy que justifique que pague el desayuno?- dijo Garganta.

-Pescado bien fresquito para mi querido fiscal. Esta semana, otra vez, Pérez fue noticia. Pérez pinta cada vez más para fiscal de Corte. Denunció penalmente al exdirector de Ursec, Nicolás Cendoya, por abuso de funciones y pide unificar la causa con otros expedientes que tramita la fiscalía de delitos económicos y complejos En realidad, lo fusiló por sospechoso. En verdad, usted sabrá qué fiscalía es competente en el abuso de funciones, pero, a esta altura, ni siquiera creo que fuera una casualidad que la denuncia cayera en esa fiscalía. La actual presidenta de Ursec, Mercedes Aramendia (una exfuncionaria de Movistar que ocupara cargos jerárquicos en esa empresa hasta el punto de representarla en eventos internacionales) hizo la denuncia en la fiscalía de Diego Pérez y yo pienso que no fue casual.

-Hábleme de hechos y no de suposiciones, amigo De Fuentes- lo interrogó Garganta.

-La Sra. Aramendia, exfuncionaria de una telefónica multinacional, le tenía ganas a Cendoya. Desde antes de ingresar a la sede de Ursec, ya alardeaba de haber encontrado la caja de Pandora, pero fue solamente en los primeros días de junio, cuando Pérez estaba de turno, que la doña denunció la destrucción y sustracción de documentos por un funcionario a nombre del directorio de Ursec.

-¿Y qué hizo Pérez?

-La orden del fiscal de allanar la casa de un director de un organismo del Estado, sin ninguna prueba que lo involucre en nada ni ninguna denuncia en su contra, simplemente actuando sobre una denuncia de una presidenta que se atribuye la representación de un organismo sin consultar al otro integrante de ese directorio, que representa a la oposición y que será víctima de ese allanamiento sin precedentes, la conocemos porque se ha viralizado.

-¿Fue inmediata?

-Sin piedad. En realidad, sin piedad y sin ningún respeto con un colega abogado, representante del principal partido de la oposición. Además, en ese momento no había siquiera un indicio de que hubiera cometido un delito.

-Me imagino que puso la cara y al menos estuvo presente en el allanamiento.

-No lo crea Garganta, eso es cosa del pasado, de sus tiempos de fiscal con códigos. Ahora, el fiscal no fue al allanamiento y el mismo lo hicieron los muchachos, siempre tan confiables, de la inteligencia policial.

-¿Usted conoce a Cendoya?

-Ni ahí. Pero antes de venir, visité abogados, amigos de Ciudad Vieja, colegas y adversarios de Cendoya y todos hablan bien de él. Si me preguntás hoy, te digo que al Gordo Cendoya lo cocinaron a la parrilla, entre las multinacionales telefónicas, los grandes canales privados, los servicios de inteligencia, las filtraciones a la prensa hegemónica, los rarísimos movimientos de un funcionario, difíciles de entender, y las siempre oportunas intervenciones del fiscal Pérez, que ordena secuestrar papeles, documentos, computadoras, celulares y hasta los pendrives de los hijos de Cendoya. Pregunte usted quién se beneficia y encontrará al culpable de esta operación política para evitar que Cendoya sea designado director en Antel, operación política en la que Pérez, en vez de deslindarse, se entrevera.

-¿Tú conoces a Pérez?

-Lo conozco por sus obras.

-Me parece evidente que en esta ocasión, cuando trata la denuncia de Aramendia, apostó al favorito y contribuye a posibilitar una injusticia. Todos lo que lo conocen dicen que el Gordo Cendoya es un hombre honrado, es un profesional competente y un funcionario probo y honesto y es injusto que se ensucie su nombre y se le impida continuar en la función pública sin que violara ninguna ley. Se lo estigmatiza sin motivo, sin delito y sin dolo. Se utiliza una figura delictiva un poco imprecisa y se la larga a la prensa sin justificación alguna. Por ahora, es puro humo.

-¿Usted dice que la prensa actuó de mala fe?

-Digo más. Dos periodistas de El Observador, por un acuerdo preelectoral de Peirano con Lacalle Pou, fueron contratados por Antel; uno, Álvaro Irigoitía, editor de Economía de ese diario en la campaña electoral, y Martín Natalevich, en el Ministerio de Industria, el otro. Estos fueron los que armaron la operación mediática con Pablo Fernández, el periodista del El País, y Nelson Fernández, su padre, quien mostró toda su mala leche cuando agredió, porque no se puede decir que entrevistó a Nicolás Cendoya en la televisión. Por si no lo sabe, Natalevich era editor de política de El Observador, muy vinculado a agencias extranjeras, como llama Álvaro Garcé a la CIA, el FBI o el Mossad.

-Usted leyó Caras y Caretas y está buscando periodistas mamaderas.

No necesito buscarlos mucho, hoy navegan sobre la superficie. También le digo, como al pasar, que Nelson Fernández, que es corresponsal de La Nación de Buenos Aires, diario relacionado con la Embajada de Estados Unidos, también estuvo relacionado con Cadal, una organización financiada por la CIA y el Congreso de EEUU para fomentar la denuncia contra Cuba y el “castrismo”. Pero digamos que esto es tema para otro desayuno y le va a costar más de una medialuna rellena.

-De Álvaro Irigoitía no me dijo nada.

-Lo único que sé es que estudió en la, para mí, ignota Universidad del Valle de Guatemala, que es una universidad para ricos relacionada con el Colegio Americano y con vínculos muy fuertes con Usaid y el gobierno de Estados Unidos. A la primera rectora había que llamarla Miss…

-Pero Pérez también es famoso, sale en los diarios todos los días.

-Usted lo dice, Garganta. La semana pasada formalizó a 10 ocupantes de unos predios en Santa Catalina, y van 29 al hilo.

-El 29 a los 10, lindo número para la quiniela.

-No se lo tome en broma Panchito. Según el fiscal Pérez, es una de las operaciones más importantes para desbaratar una gigantesca captura de tierras privadas por 500 familias empujadas a la usurpación por bandas de narcos.

-Demasiados narcos presos para ser cierto.

-Narcos no había ninguno. Todos los presos lo han sido por usurpar tierras, robar energía eléctrica y asociarse para delinquir. Treinta presos de 500 familias repobres, que invadieron a principios de año esos terrenos municipales y privados, que son como un páramo donde no crece ni el pasto y por donde, según dice la intendencia, pasan los caños de saneamiento con una buena parte de la mierda de nuestro querido y heroico pueblo oriental.

-¿Usted dice que los narcos estaban solo en la imaginación de mi colega y que de la organización de narcos que habían detectado por unos autos de alta gama entre los costaneros solo agarraron a los que vivían en ranchos de madera y chapa y se alumbraban colgados de UTE?

-Correcto. Yo solo sé lo que sale en los diarios, en los que el fiscal es más astuto que Eliot Ness y relata que esto es el prólogo de acciones de los narcotraficantes para invadir tierras y establecer una cabeza de puente para atacar a la Policía desde el lejano oeste como en Guatemala, Brasil y otros países hermanos, en donde la violencia, el terrorismo y la droga hacen estragos.

-Confiese, escribano. Usted a Diego Pérez no lo quiere nada porque lo pescó de pegatina empapelando la calle Sarandí con cheques sin fondo.

-Se equivoca, ese pecado está en otro juzgado, el de delitos económicos. A Pérez no lo quiero porque no me gusta su relato y a veces me parece muy intencionado porque, en este caso en particular, contribuye a la criminalización de la pobreza. Y prueba eso que van presos 30 pobres y ni un solo traficante. Yo no conozco al fiscal Diego Pérez. No conozco su trayectoria, ni su capacidad ni sus aspiraciones. Conozco al Ruso Pérez, que casualmente es su homónimo, pero doctor Diego Pérez no conozco ninguno, salvo el fiscal. Pero como tampoco conozco al fiscal, no tengo juicios ni a favor ni en su contra. Solo lo recuerdo en las investigaciones sobre el jefe de Policía de Lavalleja en el gobierno de Jorge Batlle y lo que recuerdo es poco, pero bueno.

-No apure caballo flaco, de Fuentes, porque yo también tengo memoria. Recuerdo como blancos y colorados acusaban a Pérez cuando quiso meter en cana a Mariano Arana, María Julia Muñoz y Alberto Roselli, tramitándose el llamado “caso Bengoa”.

-Creo que en ese juicio llegó a apelar sobre los plazos con el pendrive equivocado o incompleto y lo querían matar por ineptitud u omisión.

-Es verdad, pero no pasó gran cosa y solo quedó para la historia y sirve para sostener un consejo que suelo dar: el mejor abogado es el que sabe contar los plazos.

-Está bien, tiene su historia y toda historia tiene claroscuros, pero lo que más tiene Pérez es presente. El presente resplandece cuando parece llegarle el ocaso al fiscal Jorge Díaz, cuyo cargo cesa dentro de un año y medio, más o menos. Como no lo conozco ni he seguido su trayectoria, no puedo ni quiero hacer juicios. Sin embargo, leí una declaración de él, hace unas semanas, que me llamaron la atención. En ellas, creo que en El País, dice algo así como que había personajes -creo que dijo abogados- que actuaban en los dos lados del mostrador; por un lado, asesoraban a los narcos y, por otro, a quienes los perseguían. Eso declaró a pocas horas del asesinato de tres marineros en un puesto de vigilancia en el Cerro y el bolazo terminó en pocas horas sin que los narcos tuvieran arte ni parte y con el culpable evaluando su posible inimputabilidad, como Cristino, en el Vilardebó.

Impresionado con semejante denuncia, consulté a algún fiscal jubilado que lo conociera, hablé con un colega suyo para saber a qué, o a quién se refería, a un amigo que le consultó al fiscal Jorge Díaz si se trataba de una investigación en curso que había evidenciado elementos que justificaran esta afirmación y con un periodista de judiciales de un prestigioso medio de la capital.

-¿Y qué le dijeron?- preguntó Garganta, mientras pedía otra grapa y un huevo duro con pan y aceite de oliva.

-Todos me dijeron que no tenía ninguna información sobre esto, pero alguno me dijo que Diego Pérez era muy competente pero algo atropellado.

Pensé que Diego Pérez iba a decir algo más, máxime que lo de los marineros asesinados no resultó como imaginaría el fiscal Pérez cuando hizo estas declaraciones que parecieron algo apresuradas y, tal vez, poco fundadas. En realidad no sé porque el fiscal Pérez, siendo funcionario público, no denunció esto que declaró a El País y que claramente parecer tener indicios de ser delictivo. Por mucho menos que eso, el fiscal Pérez denunció a Cendoya después de darlo vuelta como una media, poner en manos de los servicios de inteligencia policiales todos los celulares y documentos que tenía en su casa, humillarlo, dejar filtrar información a El Observador y a El País y a los canales de televisión que estaban prestos para morderlo.

-Y colorín colorado, esta historia ha terminado.

-Lo cierto es que la montaña parió un ratón. Nada de nada. Ni sospechas, ni abuso de funciones ni nada. Solo una operación para impedir que Cendoya vaya al directorio de Antel y, lo que es peor, exitosa, porque después de un mes en que no encontró nada para acusarlo, lo denuncia por el curioso delito de “apariencia” porque “eventualmente “podría configurar el delito de abuso de funciones.

-Andá a matarte.

-Y a los pocos días viene lo de Fernando Cristino.

-Es verdad, Pancho. Usted con el alcohol y los años está cada día más lúcido. Pasaron los días y Diego Pérez manda al Vilardebó a Fernando Cristino. Por ahora no se sabe si se investigaron las barbaridades que dijo la vicepresidenta Beatriz Argimón en su conversación con el relacionista público. Ni la confesión de que se hacen intervenciones telefónicas, ni la afirmación de que se hacen extorsiones a gente del gobierno todos los días, ni la insinuación de que existiría un dealer de Luis ni la gestión que prometió hacer a favor de un privado, exsocio o empleador de ella en una escuela de modelos y socio del hijo en la organización de espectáculos. No manda al manicomio a la vicepresidenta que dijo lo que no quería decir y prometió lo que no quería prometer. Por el contrario, manda al Vilardebó al interlocutor, al que habían amenazado de muerte y lo estigmatiza, haciéndolo aparecer como loco. Pero no lo matan literalmente, lo entierran mediáticamente y la Bea lo mira volar por los aires como avistando aves, mientras guarda silencio de radio y ve ultimar a Cristino. El fiscal Pérez le dispara con el código y los formaliza por lesiones y atentado. No porque le haya pegado a un ascensorista que en los videos viralizados no se ve, sino a un indefenso policía. Parece no sorprenderse de que lo llevaran a pasar la noche en Piedras Blancas, parece ignorar que los policías lo judearon, le pegaron, lo humillaron y, además de acusarlo de tres delitos, deja trascender a los medios que en otro juzgado tiene otra causa penal, por emitir cheques sin fondos, causa por la que, según los medios, corresponderían hasta varios años de cárcel.

-¿Ya lo interrogaron?

-Sí, el fiscal lo interrogó y dijo sentirse sorprendido de que la Institución de Derechos Humanos lo hubiera llamado para asegurarse de que los derechos de Cristino estaban garantizados. Lo interrogó y lo despachó de una. Le tiró con el código y lo mandó a limpiar plazas. Y además criticó a la Institución de Derechos Humanos por cumplir con sus deberes, lo que constituye, además, una gran burrada porque desde hace cuatro años en los que rige la Ley de Salud Mental, es competencia de la Institución de Derechos Humanos el seguimiento de las internaciones compulsivas en las instituciones psiquiátricas.

-No quiero seguir leyendo las próximas actuaciones de Pérez porque lo veo más cerca de la tribuna que de los expedientes. No quiero creer que, además de hacer justicia, Pérez está haciendo buena letra con el poder. Me parece que Pérez se postula para un ascenso. Yo creo que hay que esperar nuevas actuaciones y nuevos titulares hablando de la astucia y la energía de este fiscal. Ojalá yo nunca caiga en las manos de Pérez, que me recuerda a aquel Pérez buenísimo que me ponía, hace 70 años, una moneda debajo de la almohada cuando se me caían los dientes.

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