Los Mujica se reunieron con los blancos. Los exintendentes wilsonistas se juntaron a comer un asado en el campo del senador nacionalista Guillermo Besozzi con el expresidente José Mujica, y el Honorable Directorio, dominado por el herrerismo, se juntó con el diputado escindido del Frente Amplio (FA) Gonzalo Mujica. Aunque las comparaciones son odiosas, cabe observar que los blancos se reunieron con Pepe, el tipo con mejor imagen de nuestro país, admirado y reconocido en el mundo entero, y los nacionalistas agasajaron a un personaje sin votos, que deambuló sin aplausos por diversos sectores del FA antes de saltar la tranquera de nuestro sistema de partidos, ferozmente desconocido fuera de los mentideros de la política parlamentaria.
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¿Qué aporta Pepe a los blancos wilsonistas? Quizá le aporta prestigio –porque el prestigio del interlocutor, así sea un adversario, es un galardón–, pero también los legitima hacia un sector enorme de la ciudadanía con la que no comulgan y que, al verlos reunidos, departiendo civilizadamente, observa una actitud noble, superior, democrática y hasta patriótica.
¿Qué le aporta Gonzalo Mujica a los nacionalistas herreristas? Ellos creen que se ganan un voto en el Parlamento. El voto que le quitaría la mayoría al FA para poder gobernar, pero en realidad, ante la ciudadanía, lo único que le brinda Gonzalo Mujica al herrerismo es la certeza popular de que el único propósito de la oposición es joder al FA, como bien dijo el diputado colorado Fernando Amado, al que algunos quieren comparar con Gonzalo Mujica, como si en el período entre la elección de Fernando Amado como diputado y la segunda vuelta, durante el que se procesó toda la ruptura, no hubiesen ocurrido escenas obscenas que la justificaron –como Bordaberry diciendo que iba a ayudar a hacer mierda a Tabaré en un acto de Lacalle la misma noche de su derrota–.
Mientras un Mujica se reúne con los exintendentes de su gestión –en la cual se alcanzaron logros históricos, como la patente unificada–, sobre todo los blancos wilsonistas y los exintendentes del FA, y hablan de la coyuntura, pero también del valor de la mirada abarcativa, plural, de grandes acuerdos, el otro Mujica hace gala de su nueva ropa de desertor y se reúne con el club de lo peor del herrero-lacallismo, cuyos representantes, sugestivamente, no concurren a la reunión con Pepe Mujica. Es decir, se reúnen con el desertor, pero no con el adversario, con lo que alientan la deserción y no el diálogo entre los que piensan distinto. Son cosas para mirar con atención. No son detalles y nos habla de los proyectos que se traen entre manos.
Al mismo tiempo que los Mujica alborotaban el avispero del partido de Oribe, mostrándonos sin proponérselo dos formas de ser blanco y dos formas de hacer política, el presidente Vázquez se fue de gira por dos de los lugares más golpeados de los últimos tiempos: Juan Lacaze, golpeado por el cierre de la mayor de sus fuentes de trabajo, y Dolores, arrasada por una catástrofe climática. En ambos sitios se empapó de gente, dio la cara con iniciativas para las personas más afectadas, y mostró la disposición del Estado y su voluntad concreta de seguir los casos personalmente, casi sin intermediarios.
Ese es el Tabaré que el pueblo quiere ver. Eso no implica que su cadena de radio y televisión no haya sido útil. Pero la gente lo quiere ver así, haciendo giras, enfrentando los problemas, volcando recursos en donde más se necesita, codeándose con el pueblo humilde, que es el que más necesita al Estado. Ese es el camino. Y no es demagogia. Muchas veces ante situaciones muy dramáticas, no basta con soluciones administrativas, con instituciones y papeles, ni siquiera con obras frías: la gente necesita sentir que el presidente, que el intendente, que el ministro, que el legislador sabe lo que le pasa, sabe lo que está sufriendo, conozca el territorio, estreche su mano, converse cara a cara. Porque esos gestos, además del empeño del Estado y los recursos indispensables, alientan, dan ánimo, cambian la mirada de las cosas, organizan. Y el pueblo entusiasta, animado, organizado, que se sabe acompañado por la maquinaria del Estado puede, cambiarlo todo.