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EEUU: los haitianos son humanos pero no humanitarios

Por Juan Raúl Ferreira

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La comunidad internacional es responsable de que nadie tenga que vivir en condiciones inhumanas: sin libertad, techo o pan. Pero la ayuda humanitaria, en el mundo de hoy, tiene un requisito: que sirva a los intereses estratégicos de Estados Unidos. Y en esto, los grandes medios oligopólicos de difusión juegan un papel fundamental. Una gota de sangre en territorio “enemigo” del imperio silencia masacres, pandillas apoyadas por el gobierno, represión y asesinatos en Haití.

Haití, nuestra hermana mayor, primera república de América Latina, vive una terrible crisis política y humanitaria.

Hace pocos días estuvo en casa uno de los más importantes voceros haitiano en el exterior: Henry Boisrolin. Me mostró un video en que se veía cómo incendiaban, tras rociar con gasolina, a manifestantes haitianos, para luego matarlos, ardiendo, a garrotazos. ¿Alguien lo vio por TV? ¿La CNN dijo algo? ¿Qué hubiera sucedido si esto hubiera ocurrido en otro país contrario a los intereses de Estados Unidos?

Pocos días después, llegó a Montevideo el senador haitiano Moise Jean-Charles. Fue recibido por la Comisión de Asuntos Internacionales de la cámara y por líderes políticos de primer nivel. Moise iba a venir con otros legisladores, pero la frágil situación de Haití lo impidió. Le conocí en Haití. Una larga conversación muy crítica de el papel de los organismos internacionales. Nos hicimos amigos cuando me tocó hablar a mí y eran mayores las coincidencias que las diferencias.

Yo era jefe de la misión internacional que monitoreaba las elecciones, tras siete años, las que, al finalizar, fueron invalidadas. Estas no. Ahí se abrió una gran discusión: la OEA quería anotarse el tanto. ONU era la fuerza de ocupación (aunque, por primera vez, no había desplegado sus tropas en los centros de votación; ojalá yo haya tenido algo que ver en eso) y la Unión Europea quedó satisfecha con que no hubiera violencia.

Para OEA fue la misión más larga, cara y de mayor número de observadores. Se desplegaron en número inversamente proporcional a la cantidad de votantes: 10,07%. Del total, Jovenel Moïse obtuvo 55%, o sea, fue electo por algo más de 5%.

No retomaré la discusión con la OEA. Mi informe fue adulterado y se le quitó toda referencia a la exclusión social, la indiferencia pública, la hostilidad a la presencia de misiones externas. Terminó cuando Gerardo de Icaza (funcionario), director de C. Electoral de OEA, contestó públicamente que los informes los redacta la oficina de prensa y los aprueba él. No entiendo cómo alguien puede presidir una misión después de esas declaraciones. El informe original planteaba temas que, de haberse asumido, habrían podido evitar la situación que se vive.

Aunque salga más por CNN Almagro que Haití, el drama existe. La Red Nacional de Derechos Humanos de Haití (RDN), en un informe reciente, denuncia las más aberrantes violaciones de los derechos esenciales del ser humano. Los límites de espacio me obligan a recomendar su lectura y señalar aspectos puntuales: “Las pandillas armadas tienen muchos soldados asignados a su servicio y son políticamente vulnerables a las autoridades estatales y gubernamentales”.

En La Saline: “El 1/11/18, cinco personas murieron y nueve recibieron disparos y resultaron heridas”. De más de 45 muertes, citamos: “S. Aristhene (17 años); llegaron personas armadas, quiso huir de su casa, pero fue asesinado de varios tiros en su estómago”.

Se estima que decenas de mujeres fueron violadas en el ataque del 13 de noviembre de 2018. La Rnddh pudo entrevistar a tres de siete denunciantes que acordaron compartir información con la organización. 439 víctimas entrevistadas afirmaron haber perdido todo. Abandonaron sus hogares al llegar individuos armados. De regreso, todas sus propiedades habían sido destrozadas.

La crisis política es solo un reflejo de la exclusión social y la represión sin parangón que sufren los haitianos. El presidente Moïse, cuya elección fue “celebrada” por la OEA y Estados Unidos, intentó superar la crisis designando un nuevo Primer Ministro. La ratificación de Lapin para el cargo no ha sido posible porque Carl Murat, presidente del Senado, suspendió las sesiones por la violencia y agresiones físicas que se generan en el recinto.

Se percibe el derrumbe del sistema neocolonial y el fracaso del tutelaje de ONU (que fue aprobado por el Consejo de Seguridad sin que hubiera un solo acuerdo con un solo haitiano). El empobrecimiento es visible. En rigor, no se sabe cuántos billones de dólares se gastaron en la “reconstrucción” de Haití. Pero las casas de los pobres siguen arriba de los escombros desde hace casi 20 años. La legitimidad del presidente es meramente formal, no política. Una coalición diplomática (core group) es el único respaldo que tiene el gobierno, no el del pueblo.

Las manifestaciones masivas e insurrecciones han ido en aumento el último año. La devaluación galopante ha traído más pobreza y más sublevación. Los 3.800 millones de dólares de fondos de Petrocaribe son apenas la punta del iceberg de la corrupción que impera.

¿Hasta cuándo la comunidad internacional se lavará las manos, mirará a un costado y seguirá dando oxígeno y legitimidad al presidente Moise?

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