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La guerra continua

EEUU vs China (y el resto del mundo)

Por Daniel Barrios.

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Caras y Caretas Diario

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De nada sirvieron los esfuerzos de sus aliados de siempre, ni los argumentos del Fondo Monetario Internacional y  de la presidencia de la Comisión Europea para que suspendiera el aumento de los aranceles al aluminio y al acero. De nada sirvió el consenso reflejado en el comunicado final del reciente G7 de Vancouver donde los siete jefes de Estado firmantes abogaban por un «sistema comercial basado en reglas» y se comprometían a modernizar la Organización Mundial del Comercio  y a trabajar para reducir las barreras comerciales -arancelarias y no arancelarias- así como los subsidios. Todo lo contrario. Desairando a sus pares Trump abandonó la reunión un día antes de su cierre y, en un hecho sin precedentes, desde el avión presidencial Air Force One en vuelo a Singapur para su cumbre con el líder norcoreano Kim Jong Un, y en el mismo momento que Canadá difundía el comunicado final de la cumbre,  el  Donald Tuitero ‘hacía saber a través de su  red social que había ordenado a sus  representantes retirar su firma del documento final’. También fueron inútiles las reuniones bilaterales de su secretario de Comercio,  Wilbur Ross, y sus colegas chinos para pactar una fórmula (¿tregua armada?) que permitiera reducir gradualmente el déficit comercial de Estados Unidos con China que tanto lo obsesiona y lo catapultó a la presidencia.   Nulos también fueron  los buenos y decisivos oficios de Beijing  para que finalmente tuviera lugar la ´´cumbre del siglo´´con su colega norcoreano. Ni siquiera las advertencias del gobierno chino que sellaron las últimas negociaciones con los representantes de Washington ( “China ha demostrado que no quiere una guerra comercial y, al mismo tiempo, reveló que tampoco le teme a una´´). Tampoco pudieron su secretario del Tesoro Steven Mnuchin, grandes compañías como Boeing, ni el poderoso lobby industrial y agrícola,  que hasta último momento intentaron convencerlo a respetar los acuerdos alcanzados semanas pasadas en sendas reuniones mantenidas en ambas capitales. Nada ni nadie detiene al ´’Donald Guerrero’ en su cruzada anti-China. Sus  amenazas belicistas fueron confirmadas y  ordenó el comienzo  de las hostilidades. “Mi gran amistad con el presidente Xi y la relación de nuestro país con China es muy importante para mí”, con sutil y trágica ironía  comenzó  Trump su  declaración frontal  de guerra que “a  la luz del robo de propiedad intelectual y tecnológica y otras prácticas comerciales injustas, EEUU implementará un arancel del 25% sobre 50.000 millones de dólares de productos de China que contienen tecnologías industrialmente significativas”.   Made in China 2025, el principal enemigo La Oficina del Representante de Comercio Internacional detalló poco después los bienes chinos que serán gravados en la frontera, un total de 1.102. El inventario de productos sujeto a aranceles incluye los pertenecientes a la industria aeroespacial, las tecnologías de la información y la comunicación, informática, robótica, y telecomunicaciones. No es casual ni arbitraria la lista de productos ‘sancionados’. Se trata, en todos los casos,  de bienes de  alta tecnología que nada tienen  que ver con aquellos bienes de consumo intensivos en trabajo, como la industria textil y del calzado que -gracias a la superabundancia de mano de obra y sus bajos salarios, inundaron EEUU y el mundo e hicieron de China el primer exportador planetario. Llamemos las cosas por su nombre. La medida estadounidense no está destinada a abatir el déficit comercial bilateral. El verdadero objetivo, el enemigo a aniquilar es el programa Made in China 2025,  y sus misiles apuntan directamente a la línea de flotación del buque insignia del presidente Xi Jinping para  convertir a su país en un referente mundial en innovación, columna portante que sostiene el nuevo modelo de desarrollo (´´la nueva normalidad´´, Xi dixit ) que,  para esa fecha, se  prepone hacer de China la principal usina  tecnológica del mundo. Los dichos  de Trump,  justificando las nuevas medidas,  no dejan dudas sobre las reales intenciones y los temores que despierta Made in China 2025: ´´Un  plan estratégico  para dominar la industria de alta tecnología y un daño para el crecimiento de estados unidos´´. No estamos ante  un nuevo plan quinquenal de estilo soviético a los que China nos tiene acostumbrados desde la época maoísta. Se trata de una transformación radical  de su economía  que se articula en una sofisticada política industrial que utiliza todo el poder y los recursos del Estado – desde monumentales inversiones en investigación y desarrollo hasta la formación académica  y universitaria –  que harán posibles la metamorfosis del gigante asiático  de ‘fábrica del planeta’  a ‘laboratorio del planeta’. Según expertos norteamericanos, en sectores como la inteligencia artificial y la biogenética, China ya ha alcanzado a los Estados Unidos y superado a Japón, Alemania y Corea del Sur. Ojo por ojo, producto por producto, arancel por arancel. 2 horas y media después de conocida la resolución de la Casa Blanca, sin moverse un milímetro de lo que ya había anunciado, un comunicado del Ministerio de Finanzas chino daba cuenta  que “todos los acuerdos previos alcanzados (con EEUU) mediante la negociación se verán invalidados” y que ´´una nueva tarifa  del 25% para 659 tipos de productos estadounidenses, por un valor de 50.000 millones de dólares, entrará en vigor a partir del 6 de julio´´. Él principal producto alcanzado por la nueva medida es la soja, siendo China el principal comprador por un total de 12.000 millones de dólares anuales. También se verán afectados, en una primera etapa, el maíz, el arroz, el trigo, el sorgo, el vacuno, el cerdo, el pollo, el pescado, los lácteos, los frutos secos, las verduras, los vehículos y los productos acuáticos, con un valor conjunto de 34.000 millones de dólares.y a medida que Estados Unidos vaya aplicando los suyos, se sumarán  el  carbón, gas natural, petróleo crudo por otros 16.000 millones. Conocida la decisión del gobierno chino, EEUU reaccionó en tiempo real y, duplicando la  apuesta,  anunció   nuevas medidas arancelarias a las importaciones chinas por hasta 100.000 millones de dólares. No conforme, tres días después. el 18 de junio, Trump se superó a sí mismo y ordenó a su representante de Comercio Exterior, Robert Lighthizer, la preparación de ulteriores  aranceles del 10% a otros productos importados de China por valor de 200.000 millones de dólares. «Si Estados Unidos pierde el sentido común y publica una lista [de productos afectados por los aranceles], China se verá obligada a adoptar una mezcla de medidas cuantitativas y cualitativas bajo la forma de vigorosas represalias», respondió  ´a vuelta de correo´ el Ministerio de Comercio chino en un comunicado que calificó como un «chantaje» la determinación de Trump. En su informe de Perspectivas Económicas Globales de junio , el Banco Mundial alerta: «Una escalada de las tarifas hasta los límites permitidos legalmente podría trasladarse en una reducción del 9% de los flujos comerciales globales, similar a la caída vista durante la crisis financiera de 2008-2009». Para el organismo internacional una guerra comercial «podría provocar pérdidas en el comercio mundial equivalentes a las registradas durante la crisis financiera global de 2008-2009, con consecuencias especialmente severas para los mercados emergentes y en desarrollo”. La nueva ola ‘tsunami arancelario trumpiano’ llegó a todas las bolsas del mundo que perdieron  todo lo que habían recuperado en 2018. La guerra esta servida. El mundo esta avisado.

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