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Política

SE REVELA UN MODUS OPERANDI DIFERENTE

El 18 Brumario de Manini Ríos

Las apetencias sobre ministerios de política social, cuando se lo imaginaba atrincherado en Defensa, evidencia otro aspecto no percibido de Manini: su bonapartismo.

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Por Javier Zeballos

Cabildo Abierto es una incógnita. Lo que nadie puede negar es que se trata del mayor efecto disruptivo del sistema de partidos uruguayo desde 1985 a la fecha. Nunca emergió un nuevo partido que lograra más del 10 % de los votos a nivel nacional. Además, a ritmo de vértigo en nueve meses.

Sin embargo, su parto verdadero tiene incubaciones más extendidas en el tiempo. Si bien remite a la dictadura, hunde sus raíces en la acción política de la familia Manini Ríos y expresa no solo a la JUP sino al riverismo que se erigió como el intento conservador de frenar al batllismo. Cien años después repiten la faena.

Su último video previo al balotaje, señalado cómo posible elemento distorsionador del comportamiento electoral, lo expone como representante de un fascismo autóctono renovado. Pero el avance de la ultraderecha no es cuantitativo sino cualitativo. Siempre estuvieron ahí pero obligados a votar por corrientes blancas o coloradas que nunca los representaban totalmente.

En cambio, Manini comienza a revelar un modus operandi diferente. Es probable que se lo llegue a definir como populista de derecha y hasta se lo emparente con el peronismo más autoritario, pero su aparente rumbo poselectoral remite al bonapartismo del Segundo Imperio Francés parido en 1851.

 

La historia como tragedia y farsa

Una de las más famosas frases de Carlos Marx es la que abre su libro “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” y dice: “Hégel hace notar que en la historia universal, los grandes hechos y los grandes personajes se producen, por así decir, dos veces. El ha olvidado añadir: la primera vez como tragedia, la segunda como farsa”.

Aquel libro fue escrito por Marx en medio de los sucesos acaecidos en Francia a partir del 2 de diciembre de 1851, cuando el gobernante Luis Bonaparte dio un Golpe de Estado al no poder ser reelecto por impedimento constitucional.

Ese día, Bonaparte, autoproclamado como Napoleón III, determinó el fin de la República y el inició del Imperio Francés al que, mucho tiempo después, los historiadores llamaron Segundo Imperio, para diferenciarlo del Primero que había instaurado Napoleón Bonaparte a inicios del siglo XIX, cerrando en clave restauradora el ciclo abierto por la Revolución Francesa.

El curioso título puesto por Marx alude a la fecha elegida para consumar el Golpe de Estado, ya que el 2 de diciembre era el aniversario de la coronación de Napeoleón Bonaparte como Emperador de Francia en 1804.

18 Brumario era la fecha y el mes, denominado así por el calendario republicano francés, en la que Napoleón había dado su propio golpe contra el último Directorio Revolucionario en 1799.

Marx lo usó como sinónimo de Golpe de Estado para exponer la soterrada lucha de clases que condicionaba las circunstancias “que permitieron a un personaje mediocre y grotesco, representar el papel de héroe”, comentó Engels al prefació de una edición posterior.

 

El bonapartismo

El libro retrata la acción del movimiento bonapartista poniendo en evidencia dos de sus características principales y entrelazadas: su militarismo y la beneficencia puntualmente dirigida.

El objetivo de Luis Bonaparte consistía en seguir gobernando pero ya con poderes extraordinarios. Así, abolió la República nacida de las revoluciones democráticas de 1848, instauró una férrea censura de prensa y un control militar total.

Marx puso la lupa sobre la forma de hacer política de Luis Bonaparte quien, en 1849, “bajo el pretexto de crear una sociedad de beneficencia, había organizado en secciones secretas la canalla proletaria de París (se refiere al lumpenproletariado). Cada sección era dirigida por los agentes bonapartistas y en la dirección del conjunto había un general bonapartista.” (Marx, obra citada, página 78 de la primera versión publicada en lengua castellana por la Editorial Claridad, Buenos Aires, 1936).

De destaca la definición que usó Marx para explicar al bonapartismo como un tipo de ajuste capitalista con tres características principales: ejército poderoso, el líder violando la constitución y una beneficencia organizada en forma militar y dirigida a ordenar al lumpeproletariado urbano. Vale recordar aquí la propuesta de Manini para que el ejército “reeducara” a los Ni-Ni.

La repetición farsesca de una tragedia anterior alcanza a Manini parodiando un artiguismo hueco, relleno de retórica con gesto marcial al uso de los comunicados militares emitidos con la banda sonora de la marchita militar de la dictadura.

El discurso restaurador del viejo orden político, patriarcal y patronal, seguirá allí siempre a mano, pero es probable que ceda paso a la exageración de su tarea diaria para exaltar el momento histórico representado por una glorificación de su ascenso al poder. De allí que las referencias familiares adquieran un asordinado papel de revancha.

Cabe que preguntarse si acaso es lo único que lo une a Lacalle Pou y su posible rencarnación en farsa del trágico gobierno de su padre (caso Berríos – Banco Pan de Azucar – represión del Filtro sumada a la suspensión de los Consejos de Sarios y a una brutal transferencia de ganancias hacia los sectores ricos mediante la receta neoliberal).

Cuenta Marx que en medio de las luchas democráticas en Francia, un proletariado inmaduro quedó solo y aislado frente a todos los demás sectores sociales que fueron arrastrados por la clase dominante que se autoproclamaba “salvadora de la sociedad”, y aleccionaba a sus huestes con sus cuatro leit motivs: propiedad, familia, religión y orden.

Sin embargo, poco tiempo después, describe Marx “los mismos burgueses fanáticos partidarios del orden fueron fusilados en sus balcones por una soldadesca ebria, y el santuario de sus casas fue profanado cuando la escoria de esa burguesía terminó por constituir la falange sagrada del orden mientras el héroe, cual crápula (Napoleón III) entraba en el Palacio de las Tullerías como salvador de la sociedad”. Cualquier comparación de aquellos sucesos en la Francia de mediados del siglo XIX, con el Terrorismo de Estado de la Dictadura al servicio de una minoría, no es pura coincidencia.

Pero su repetición en el futuro, como tragedia y como farsa, dependerá mucho de la más clara y radical defensa de la democracia que podamos levantar como bandera y como construcción política real ante este neofascismo restaurador. Por el contrario, los integrantes de la llamada coalición multicolor hasta ahora callan y otorgan. La historia uruguaya tiene antecedentes que demuestran el peligro de jugar con este fuego. El futuro dirá si por la defensa de intereses estrechos algunos prefieren quemarse.

 

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