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El compañero Chomsky

Por Leandro Grille.

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Más allá de su propósito, la conferencia de Noam Chomsky en Montevideo echó luz sobre algo que es evidente para cualquiera que no sucumba ante la agenda que nos proponen los medios de comunicación dominantes. Chomsky nos enseñó, en el sentido más literal del término enseñar, que la gente de izquierda tiene hambre de discursos anticapitalistas. La Fundación Liber Seregni del Frente Amplio (FA) acertó en invitarlo, como hizo bien en traer al intelectual y vicepresidente boliviano Álvaro García Linera. Y hará muy bien si logra traer a Bernie Sanders o a Jeremy Corbyn, como se rumorea. Los frenteamplistas quieren esas voces. Voces políticas e intelectuales que denuncian a viva voz el carácter imperialista de las potencias centrales y el contenido inmoral e insostenible del capitalismo reinante. Sobre todo cuando lo hacen desde el mismo corazón de las bestias y con verdadero impacto. El enorme interés concitado por el lingüista estadounidense no es un dato baladí y no tiene nada que ver con su celebridad. Mucha gente se amontonó en la intendencia, la mayoría sin poder acceder al salón Azul, porque querían oír hablar a un intelectual de fuste que no se anda con chiquitas. Ese dato, así, como la cantidad de televidentes que siguieron la conferencia por la televisión pública, cobra más trascendencia   cuando se conocen nuevos estudios de opinión pública que demuestran que una porción nada despreciable de votantes del FA ha migrado hacia los márgenes del sistema político porque no se sienten representados por el gobierno ni por la fuerza política. Algunos personajes, muy amplificados por los aparatos de comunicación del poder real, se disputan ese desencanto y afirman que la gente se aleja por motivos morales o por derecha. Son unos pocos, pero muy ruidosos, que hacen solicitadas por internet y viven de paseo en los grandes medios adjudicándose la representación de los decepcionados, pero no juntan a nadie. El que junta gente, el que desborda las instalaciones de la intendencia es una figura como Noam Chomsky, que de socialdemócrata no tiene un pelo. Ahí hay una clave que no debe soslayarse. Si el FA no se conforma con sus conquistas, si no se pierde en la jactancia de lo conseguido, debe hacer un esfuerzo por interpretar esta demanda masiva, especialmente de los jóvenes, que constituyen la fibra más entusiasta y transgresora de cualquier proyecto. La gente está pidiendo a gritos una profundidad que no se está ofreciendo, un discurso que no se está brindando, una propuesta que interpele los cimientos del sistema en el que vivimos y de la sociedad que tenemos. Aunque muchos hayan renunciado a la utopía, aunque nadie hable de imperio ni de socialismo, el pueblo se entusiasma cuando una voz se alza para denunciar el mundo terrible que tenemos, el sistema perverso que condena a multitudes inmensas a la exclusión y la miseria, y los poderes centrales que los sostienen a sangre, fuego, mentiras y espectáculos idiotizantes. Ahora bien, cabe preguntarse qué tienen que ver las ideas de tales intelectuales anticapitalistas con la propuesta política que ofrece nuestra izquierda a la sociedad. Qué relación tiene el pensamiento de Chomsky o de García Linera con nosotros. Porque si su presencia no denota un interés genuino de incorporar sus miradas en las reflexiones sobre la actualidad y hasta sobre la actualización ideológica del FA, entonces no es más que una distracción, un simulacro rupturista para llenar el ojo de los insatisfechos. Una puesta en escena. Fue notable la selección de personas que hizo la Fundación para hacerle preguntas luego de la intervención: Constanza Moreira, Fernando Pereira, Viviana Barreto y Rodrigo Arocena. A todos se los puede justificar desde una perspectiva sectorial o corporativa. Constanza reúne la doble condición de académica y política, dirigente de un sector ubicado en el ala izquierda del FA y conocedora de la obra más política, filosófica y politológica de Noam Chomsky. Fernando es el secretario general del Pit-Cnt, que representa por un lado al conjunto del movimiento obrero, pero además conforma la principal pata social de la izquierda anticapitalista uruguaya. En su intervención, lo llamó a Chomsky “compañero”. Seguramente se lo tradujeron comrade: camarada. Rodrigo es un académico de renombre, alguna vez matemático y hoy un intelectual especializado en la función social de la ciencia, que fue rector de la Universidad y es un viejo militante del FA, sectorialmente independiente, pero a la izquierda de casi todos. Y, finalmente, Viviana Barreto, militante social e integrante de Redes – Amigos de la Tierra, abocada a discutir los tratados comerciales, el libre comercio, el orden mundial del capitalismo y sus efectos devastadores. En suma, una selección para nada inocente, preocupada en la calidad pero también en el sesgo, que enalteció aun más la conferencia, pero que no pueden representar todos los puntos de vista que conviven en la izquierda uruguaya y, en especial, no expresan el pensamiento de los sectores que más pesan en la política económica y en la política exterior. Y esa, en última instancia, es una interrogante que queda en el tintero: ¿qué pensará cancillería o el equipo económico de lo que dijo Noam, el camarada Noam, que juntó, para denostar al capitalismo y al imperio, más gente un lunes a la diez de la mañana que la mayoría de los políticos locales a lo largo de toda su vida?

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