El funcionamiento de una país es un delicado equilibrio de una multitud de elementos que a veces ayudan y en otras ocasiones lo tensionan hasta poner en riesgo su mismo mantenimiento. Cuando ese complejo, delicado y necesario equilibrio se desbalancea, la sociedad entera corre peligro. Algo así, para utilizar una imagen, como el delicado equilibrio que mantiene al sistema solar en su sitio; si por algún lado pierde su balance el conjunto de atracciones gravitatorias que nos mantiene a cada cual en su sitio, todo el sistema colapsaría.
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Ese equilibrio entre fuerzas centrípetas que lo cohesionan y centrífugas que lo sujetan y balancean amenaza con dispersar al sistema en cuestión, así se trate de un país, de un Estado, de una democracia. El fiel de la balanza es el gobierno y, dentro de él, el propio presidente.
En general trabaja con tanto acierto que ni lo notamos, y las veces en que se equivoca, tiene el tino necesario para corregirse a tiempo.
Es precisamente eso lo que le estoy pidiendo a Tabaré en este momento: que considere con mayor precisión el alcance de su reciente decreto autorizando a la Policía –con los auxilios que pueda requerir– a disolver aquellos piquetes que corten las vías de tránsito. Sin duda se refiere a vías de tránsito que no tienen alternativa. Si de lo que se trata es de doblar en la otra esquina, no corre el decreto por innecesario.
Pero no queda claro, y queda a una libre interpretación, cuáles serían los auxilios que podría solicitar la Policía para despejar el camino. ¿Será un convento de Carmelitas Descalzas? Que, dicho sea de paso, creo que no existen en el país, ¿o serán las Fuerzas Armadas? ¿De qué manera? La Marina, por supuesto que no. La Escuadrilla de Combate Nº 1 de aviones Pucará acaba de ser desafectada para evitar desastres. Los tanques demoran en llegar y entorpecen más la circulación, así que, por eliminación, va quedando el Ejército con los pies en la tierra, al que hemos descartado en numerosas y sensatas instancias como refuerzo al patrullaje policial y ahora sería al que la Policía podría acudir para despejar rutas.
¡Un disparate! Un innecesario disparate que deseo fervientemente no se ponga en práctica jamás. Las mismas Fuerzas Armadas han dicho una y mil veces que su entrenamiento no las prepara para labores policiales, así que me imagino que también a ellas les preocuparán los alcances posibles del decreto.
Un disparate entreverar una cosa con otra, lo que, a su vez, es consecuencia del disparate principal: ¿a quién se le ocurrió abdicar del derecho a tomar decisiones para depositarlo en manos de la Policía?
Empezando por la flagrante inconstitucionalidad de marginar al Poder Judicial de una decisión que le corresponde sin ninguna duda ni excusa. En todo caso, se trataría de decidir entre dos derechos, el de los ciudadanos a circular y el de los ciudadanos a manifestarse. Pacíficamente y sin armas. De día. ¡Vamos, estoy asombrado de que ningún juez haya saltado! De que la Suprema Corte se refugie en el silencio medroso y cómplice con el cual avaló los desbordes de Pacheco, la Ley de Estado de Guerra Interna y la dictadura.
Tan celosos de que sus sueldos no se retrasasen frente a los que ganaban los ministros de Estado y tan calladitos ahora. No quiero ir más allá, pero la dignidad implica comportamiento digno y sin agachadas.
No sólo margina al Poder Judicial, se margina a sí mismo. Si el corte de ruta es en una carretera, la decisión de despejar quedará a cargo del jerarca policial de turno. ¡El del lugar! Ni del jefe de Policía ni del Ministro, y mucho menos del presidente; será del Comisario o de quien esté en ese momento a cargo, que podrá consultar o arremeter a su único criterio. Y si realiza una consulta, la misma será verbal y no oficial.
Compañero presidente: ¿a usted le parece que la decisión acerca de un tumor, de si es o no maligno y de cómo tratarlo, puede quedar en manos de un enfermero? Sería muy grave y estamos hablando de un caso y no de un conflicto que involucra actores sociales y, por tanto, tiene que ver con el delicado y necesario equilibrio que significa vivir en una sociedad democrática.
Admito como buenos los escrúpulos manifestados en el decreto en cuanto a respetar íntegramente a los sindicatos y a su derecho de huelga. Admito como bueno que lo preocupaba el conflicto entre patronales de camioneros y cultivadores y acopiadores de arroz. Pero es de ellos; es una discusión entre particulares por un precio que a los primeros no les sirve. Y si no les sirve, no agarran el trabajo. Como cualquier particular en una negociación entre particulares. Por lo demás, es cierto que la cosecha ha sido excepcional y necesitamos que el arroz se exporte. Pero es arroz, no tomates, o azahares para un tocado de novia, tan bellos como perecederos. No iba a pasar nada en lo inmediato y lo que puede y debe hacer el Estado es intervenir, mediar, estimar y si no hay más remedio, fijar un precio de forma oficial. De cualquier manera, la carga garantizaría el pago.
El otro corte sí era de asalariados: el Sutcra es el sindicato de los trabajadores del transporte de carga e integra el Pit-Cnt. No reclamaba cosas nuevas, sino el cumplimiento de lo laudado; el cumplimiento de la ley, porque los laudos tienen fuerza de ley y, en todo caso, para bajarse de un laudo hay procedimientos. El incumplimiento no es uno de ellos.
Admitamos también –porque no podemos mirar las cosas con ojo tuerto y reclamar que se nos ampare siempre– que hubo una acción imprudente al bloquear La Tablada impidiendo la carga de combustible en una situación ya crispada por los conflictos sucesivos y cruzados de estacioneros, distribuidores y trabajadores de Ancap. Pero, a solicitud del presidente, se liberó el ingreso y la operativa. Distinta pudo haber sido la situación en las puertas de la pastera. Tengo poca información, pero intuyo que una asamblea informativa no tenía por qué cortar la ruta. Asimismo como fue un exceso de celo, por no decir otra cosa, del encargado policial el llevarse diez presos. No opino sobre el juez ni sobre en qué tono se discutió, pero, si no hubo empujones ni trompadas, la de llevarlos presos fue la peor decisión y me hace pensar que no está a la altura de las responsabilidades para con la democracia que su tarea implica.
¿Recuerdan a Pacheco Areco preguntando a quién molestaban las Medidas de Seguridad? El poder tiene una constante tentación a su derecha: resolver por la vía dura y expeditiva; la tentación de eliminar el engorroso trámite de la Justicia, que busca, sobre todo, dar garantías a los ciudadanos y pasar a juzgar y castigar por sí misma.
Ese delicado equilibrio que nos hace tener en cuenta, desde los sindicatos, de qué manera influirán nuestras acciones en la sociedad y ser prudentes en no afectar con excesos o sutilezas a la población, debe presidir todos los actos; los de gobierno y los nuestros.
El decreto es un error y recordemos que hay veces en que los errores pueden ser peores que los crímenes. Cuando Napoleón le preguntó a su ministro si la eliminación de un emigrado molesto había sido un asesinato, Talleyrand le respondió: “Peor que eso Sire, fue un error”. Era un hábil político. Fue “regicida” votando la ejecución de Luis XVI, sirvió al emperador y lo traicionó justo a tiempo como para volver a ser canciller de Luis XVIII y gran figura en el Congreso de Viena, pese a la derrota de Francia.
Por suerte, este decreto es un error subsanable, y por lo mismo le pido a mi presidente que anule ese motivo de tensiones inútiles.
Por otra parte, estoy seguro de que en algún momento discutiremos con tranquilidad y empeño el “largo de cada mecha”. Cada sindicato tiene una, y algunos tenemos mechas muy cortas; no es lo mismo dejar de levantar basura (una semana de mecha) que cortar la distribución de combustible (dos o tres días) o cortar una ruta. Lo tenemos que tomar en cuenta siempre, simplemente para saber que, cuando termine de arder la mecha, puede explotar algo.
Cada cual que asuma lo suyo, lo que no es admisible es que luego de la explosión salgan con que “yo no sabía”, “no lo pensé”, “qué hago ahora”.
También sería deseable una larga afonía del ministro Bonomi, que hizo declaraciones dignas de un Fouché. Otra anguila especialista en supervivencia que tenía un amplio concepto de lo que llama “Alta Policía”.
Bueno, tratemos, entre todos, de mantener el delicado equilibrio.