La oposición uruguaya, para decirlo con más franqueza, el Partido Nacional, tiene un doble criterio en temas esenciales. Ha venido transformando sus posturas históricas en una conducta que literalmente da miedo. El candidato presidencial Luis Lacalle Pou dijo que no había que gastar un peso en buscar a los desaparecidos. Ahora dice que se equivocó, que errar es humano, en realidad cree que hay que buscarlos hasta que aparezcan. Yo creo que la autocrítica es sana. Yo la he hecho, pero debe sonar creíble. ¿Le preocupa el tema o no? De todos modos, corrigió el rumbo. Bien. Ahora, ¿qué pasa con los temas sobre los que no se rectifica el rumbo?
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La inefable senadora Bianchi el otro día, en tono de dictar cátedra, dijo que la dictadura comenzó en el 73, que hasta entonces, Pacheco y Bordaberry respetaron la Constitución. A ver, ¿dice que las medidas de seguridad que levantaba el Parlamento y que volvía a firmar el presidente el mismo día eran “vigencia del Estado de derecho”? ¿Sostiene que cuando en el marco de esas medidas se levantaba la clausura de un diario y el presidente procedía a clausurarlo antes de que saliera de nuevo, igual había libertad de prensa? ¿Pueden entender por qué un wilsonista se sienta distante y no representado?
Cuando el Partido Nacional, al impulso de la renovación que representó Wilson, ganó en el 89, nombró en cargos claves a quienes lo persiguieron.
Uno de los años más difíciles del exilio de Wilson fue el 77. Hoy hay cables de la CIA que lo explican, pero la prensa de aquella época en Europa daba cuenta de que comandos uruguayos habían ido a Londres a matarlo. El embajador uruguayo escribió una carta abierta diciendo que era todo invento suyo, para hacerse la víctima. Ese embajador, cuando gana el Partido Nacional, es designado durante todo el período como embajador ante la ONU. ¿Entiende por qué a un wilsonista le puede chocar?
La gente que Wilson quiso, por cómo se había jugado por él y por sus ideales, fue perseguida. Digámoslo bien claro: por sus ideales y por Wilson mismo en los momentos más difíciles. ¡Vaya si los hubo! Un día, desoyendo todo lo que se le aconsejó, Susana fue a ver al presidente Lacalle. Le pidió simplemente que no persiguiera a alguien que había estado muy cerca de Wilson. Que no tenía que darle nada, pero que no hiciera llamados a quienes estaban dispuestos a darle trabajo fruto de su talento. Susana salió llorando del despacho del presidente Lacalle. ¿Puede entenderse que un wilsonista se sienta más cómodo con gente como Vázquez y Mujica, quienes la acompañaron, y el presidente blanco la hiciera llorar?
¿Por que Wilson cerró el semanario? Como la correlación de fuerzas en el Partido Nacional había cambiado, se ofreció como órgano de todo el Partido, pero la orden fue: cero aviso oficial y mensajes al sector privado de que sería mal visto por el gobierno que publicaran en dicho medio. ¿Entienden que para los wilsonistas había mucha historia y sueños de Wilson a los que se les pegaba un tiro de gracia? Y prefiero no seguir con este tema. Quiero mantener el nivel y olvidar los cuadros de mi vieja yendo a remate por algún juicio… Bueno, dejemos eso de lado, que justo escribo el día del ñoqui.
La sana autocrítica del doctor Luis, ¿incluye la de su discurso en la reunión que se hizo tras la derrota del 99? Yo nunca lo había escuchado. En rigor, porque había salido diputado sin ser candidato. Su madre había salido diputada por Canelones. Como también salió senadora, optó por este cargo. El doctor Luis (ahora no se usa más el apellido por sugerencia de los publicistas) ingresó a la Cámara como suplente de la madre. Se hizo una reunión para evaluar errores en uno de los cines de Montevideo Shopping.
El novel diputado por Canelones sorprendió con la agresividad de sus reproches a Wilson, muerto hacía unos pocos años: “Somos de la generación de la bajada del ómnibus, de los que nos sacaban dirigentes como Carlos Rossi e Iván Coronel, de los que no recibimos cargos durante el gobierno de transición… etc. Hablando del caudillo muerto. No cambia, si hubiera estado vivo, no le habría contestado. Es más, si Wilson hubiera estado vivo, ni habría dicho esas palabras. Pero el tema es: ¿se da cuenta de lo que eso significa para un wilsonista?
¿Alguna vez leyó las cartas de Wilson al Partido sorprendido por las críticas en dictadura contra el Toba en el diario El País? ¿Y en las que le contesta cuando sostiene que quienes, como Wilson y el suscrito, actuábamos en la Convergencia “no pertenecíamos al Partido Nacional, pero los que estaban con la dictadura sí?”.
No tenemos que pensar todos igual. Pero hay que entender que los que han dedicado una vida al Partido Nacional no se reconocen con esto que niega lo que siempre defendimos.