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Sanguinetti, Pompita, Larrañaga

El eje del mal

Por Alberto Grille.

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Caras y Caretas Diario

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El que observe los últimos 50 años de política uruguaya verá, sin apasionamiento ni prejuicio, que el doctor Julio María Sanguinetti ha estado siempre en el corazón de todos los proyectos de la derecha política en Uruguay y, desde 1985, al mando de la misma. No obstante ello, ha construido una imagen “socialdemócrata” que ha vendido sobre todo en el exterior, donde no conocen del todo su verdadera historia, que ha virado con los años del centro al centroderecha y del centroderecha al pachequismo sin detenerse en escala alguna. Fue ministro de Industria y Comercio de Jorge Pacheco Areco entre 1969 y 1971 (plena época de violencia autoritaria gubernamental) y ministro de Educación y Cultura de Juan María Bordaberry (desde su asunción hasta el 27 de octubre de 1972, sin duda el período represivo más violento antes de la dictadura plena, durante el cual fue informado, con todo el gabinete de la marcha de torturas y crímenes como los fusilamientos de la 20 por el alto mando militar de la época, según contó en su propio libro. Era segundo de Jorge Batlle, quien, según un documento desclasificado que publicó Búsqueda, propuso la creación del “escuadrón de la muerte”; vivió tranquilo y sin ser molestado en el Uruguay cívico militar (1973-1984) y se encargó de que su partido no formara frente común con el Frente Amplio (FA) y el wilsonismo hasta las elecciones tuteladas de noviembre de 1984, en que, como “candidato militar” (¿o los militares votaron al Frente Amplio o al wilsonismo?), se impuso, con partidos y candidatos proscriptos (Seregni, Jorge Batlle, Wilson, Arismendi) y miles de presos políticos, a los que no quiso amnistiar al llegar al gobierno. Creo que recuerdo una frase de Luis Hierro López que alertaba que “están los votos y los vetos para frenar la amnistía general e irrestricta” que algunos meses después exigieron y lograron el FA y los blancos wilsonistas. Que quede bien claro para que lo entiendan los jóvenes que no conocieron su verdadera historia y los viejos que aún se dejan engañar por cantos de sirenas del anciano líder colorado. Sanguinetti nunca estuvo del lado popular, siempre al lado del pachequismo, pegadito a Bordaberry y cerquita de los “blancos baratos” (el herrero-aguerrondismo), la derecha más reaccionaria de ambos partidos tradicionales, a la que condujo en el camino a la reinstitucionalización tutelada que vivimos desde 1985 hasta 2004, en que comenzó a terminarse la impunidad con el primer gobierno de Tabaré Vázquez. Su primer gobierno se extendió desde 1985 a 1990. En esos cinco años, después de que destruyo los trabajosos acuerdos y las esperanzadoras alianzas democráticas firmadas en la Conapro, aprobó la ley de impunidad y enfrentó la resistencia popular a las medidas de ajuste de la economía que castigaba a los sectores más humildes. Al final dejó al país en recesión, con un déficit fiscal de 7%, con alto desempleo y al borde de la hiperinflación. Lo dijeron el Dr. Ramón Díaz y el Cr. Ricardo Pascale en documentos oficiales. En 1995 ganó sus primeras elecciones limpias a bisoños seudolíderes, medio pitucos, como Juan Andrés Ramírez y Alberto Volonté, hombres sin ningún arraigo popular y bien poco queridos dentro de su propio Partido Nacional. En enero de 1999, cuando Brasil devaluó masivamente, solamente la Argentina de Menem y el Uruguay de Sanguinetti no siguieron sus pasos, como era imprescindible. Lo hizo para que Batlle le ganara las elecciones de noviembre al FA, pero, así como “le arrancó el brazo” en 1989, regalándole las elecciones a Lacalle (al que prefería antes que a su antiguo jefe), le pasó sin piedad ninguna la bomba de tiempo del atraso cambiario. Cuando terminó su presidencia en 2000, otra vez dejó el país destruido, con recesión, desempleo masivo y un atraso cambiario fenomenal que provocó la Crisis de 2002, la mayor desgracia en 100 años, según Claudio Paolillo. Si alguien quiere aprender algo de este talentoso político, no es precisamente administrar un país, porque lo de Sanguinetti, administrando, siempre fue un desastre. Aparentemente retirado, se dedicó a escribir en libros una historia falsa en la cual menoscaba al Parlamento que cayó heroicamente en 1973, en el que él no estaba porque era ministro de Bordaberry, el golpista. También niega la huelga general, la jornada heroica del 9 de julio, la resistencia popular en el interior y el exterior del país, y afirma que de la dictadura salieron los colorados negociando con los militares. Como dicen mis nietos, da un poco de asquito. Sanguinetti creó una historia reciente falsa, rodeado de una corte de periodistas y seudoescritores adulones del poder y el dinero que saben de sus vinculaciones con las cuatro familias que dominan los canales de aire, en los que tal vez domina un paquete accionario privilegiado. También dedicó estos años a buscar doctorados honoris causa en universidades europeas y estadounidenses, pero se encontró con que muchas rechazaron sus antecedentes, ya que los servicios diplomáticos de sus países informaron de sus antecedentes más que oscuros en lo que se refiere a sus acciones en defensa de los derechos humanos y las sanciones a los culpables de crímenes de lesa humanidad y quién sabe en qué detalles que no conocemos y que a veces nos resultan increíbles. Fue artífice del pacto del Club Naval y de la ley de impunidad. Me duele decir que a lo largo de su trayectoria hizo trampas a a todos los que se le cruzaron en el camino: a Jorge Batlle, al que se le quedó con el sector reaccionario del Partido Colorado, la Lista 15 neoliberal y riverista, a Wilson, a Seregni, a Batalla, a los milicos después de que le dieron el poder (“yo los aplasto en los presupuestos”, dijo en frase memorable), a los trabajadores (“yo nunca perdí una huelga”), y a los uruguayos todos, y a algunos de sus mejores amigos, como Antonio Marchesano, Walter Nessi y Edison Rijo también los dejó de lado llegado el momento. No es un hombre ni un líder querido. Sus propios lugartenientes le temen y así lo cuentan cuando se presenta la ocasión. Algunos le llaman el Jefe y otros le dicen el Padrino. Por su proverbial tacañería , los amigos le dicen el Genovés.   Antecedentes y escenario Las encuestas dan 7% de intención de voto al Partido Colorado, casi por debajo de Novick y del Partido Independiente, y a 24 puntos del Partido Nacional. Son muchos los colorados que acusan a Sanguinetti de lograr la desaparición del partido. Con Bordaberry ausente, Ernesto Talvi prepara su desembarco como precandidato presidencial con la supuesta bendición del Padrino, pero este sabe los votos que puede sacar. Sanguinetti se presentó, en Las Piedras, en una reunión del grupo “Batllistas”, que orientan el caudillo norteño Tabaré Viera y el dirigente de Maldonado Germán Cardoso. En un golpe teatral, Sanguinetti hizo un gesto de fuerza tratando de “fascistas” a los dirigentes de ADES (“La asociación de profesores de Montevideo es fascista y lo digo acá con todas las letras”) y se preparó para su gran golpe de efecto. Cuando vio que los inefables líderes blancos Luis Alberto Pompita Lacalle Pou  y Jorge Larrañaga se peleaban de nuevo, ahora por la ley represiva que propone el Guapo, tuvo la gran idea de ofrecerse a visitarlos para “unificar la oposición”. Así salió esa foto maravillosa que los muestra, felices los tres, en el despacho de Pompita, en el Palacio Legislativo, el 28 de mayo. Con él al frente, claro. En El Espectador se hizo una escueta interpretación que compartimos: “Cual viejo zorro de la política, Julio María Sanguinetti se posicionó ayer en la escena nacional al promover una reunión con los líderes blancos Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga. El motivo: analizar los posibles acuerdos para desplazar al FA del gobierno. Quien fuera dos veces presidente logró dos efectos importantes: se presentó como el promotor de acuerdos y desplazó del primer plano a Lacalle Pou, quien tiene la mayor intención de voto en su interna. Llama la atención que un dirigente retirado, de un partido al borde de la extinción, retome la vida política con tanto brío. En el Partido Colorado eso sólo lo pueden hacer él hoy y Jorge Batlle en su momento, nadie más. En política hay tres planos de acción, por lo menos, a saber: el público, el privado y el conspirativo. Y en los tres el expresidente se mueve como pez en el agua. A Sanguinetti le subyuga poner todo en blanco o negro; ellos o nosotros; los dos demonios. Sin embargo, parece muy pobre que en política hoy se propongan acuerdos para desplazar a alguien y no para hacer otras cosas, mejores”.   Las frases grandilocuentes El dos veces presidente Sanguinetti, el gran protagonista, dijo tras la reunión que se plantó una “semilla de un eventual gobierno de coalición […] Podemos estar abroquelados en el pie de las diferencias o podemos trabajar en las coincidencias”, dijo Sanguinetti, y señaló que se había hablado de mejorar la seguridad pública, de lograr una economía exportadora de más libre comercio, de educación y política exterior. Larrañaga se dio para adelante diciendo  que los temas tratados son similares a los que planteó ante el Directorio del Partido Nacional. Pobre Guapo. Lacalle Pou dijo que “nadie puede obviar que todos ellos competirán en algún momento” y que “cada uno tiene su perfil”. “Sí deberíamos tener alguna arista o eje en común”. Con la suficiencia de siempre, Sanguinetti afirmó que “cada partido tiene su identidad, su perfil. Soy colorado y batllista, muy colorado y batllista, pero estoy diciendo que frente al cambio no podemos negar la fuerza del Partido Nacional. Pienso que el partido debería trabajar en esta dirección y eso no significa perder nuestra identidad, al contrario”. El politólogo Daniel Chasquetti afirmó que lo que mostró Sanguinetti a la opinión pública es una “estrategia de enderezar el rumbo de los actores de la oposición de forma de que haya ciertos niveles de cooperación”, lo que es música para los sectores radicales antifrentistas.   Primeras conclusiones Lo que parece mentira es que Pompita y el Guapo hayan caído en la trampa de regalarle el protagonismo principal y la “jefatura política virtual” a alguien como Julio María Sanguinetti, justamente conocido por ser el peor enemigo del Partido Nacional desde Fructuoso Rivera. ¿No fue Sanguinetti el que consiguió, pacto del Club Naval mediante, tener preso a Wilson para que no ganara las elecciones de 1984? ¿No fue Sanguinetti el que organizó, desde las revistas Tres y Posdata, la “embestida baguala”, que terminó para siempre con el liderazgo político de Luis Alberto Lacalle Herrera, casi lo lleva a la cárcel y logró que los blancos pasaran de ser “fiscales de la nación” a ser “el partido de los ladrones” en el imaginario colectivo? ¿Esperan algo bueno realmente de alguien como Julio María Sanguinetti, que se les ríe en la cara, robándoles el protagonismo con su partido de 7%? La verdad que siempre me pareció que lo mejor que le puede pasar al FA es que Pompita hable, pero desde este cónclave convocado por Sanguinetti, creo que lo mejor que le puede pasar al gobierno es que Pompita y Larrañaga piensen. Pero hay algo más, y es motivo de mi alegría. Con esa foto, miles de frentistas “desencantados” saben lo que les espera si ganan los partidos tradicionales. No dudo que las próximas encuestas marcarán un aumento de intención de voto para el FA. Sanguinetti igual será senador y habrá quedado como el cerebro y líder de la derecha ante todo el país. A él, le alcanza y le sobra.  

¿Y si lo que quiere es nada más que joderlos?
Son legión los que ven que el único ganador de la jugada es Sanguinetti. Pero menos son los que saben que en los dos sectores blancos hay mucha gente, herrero-aguerrondista o larrañaguista, que odia con pasión a Sanguinetti. ¿Y si esta jugada del Cejas, sabiendo que el partido de 2019 está perdido, fuera sólo para ganar uno o dos senadores más para el Partido Colorado a costa del ridículo de los blancos? ¿Y si lo hubiera hecho sólo para joderlos, en el marco de su prolija campaña de reconstrucción del Partido del golpista y genocida Rivera? Viendo la trayectoria de Sanguinetti, pensar mal es un buen camino para acertar.
 

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