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La democracia está estresada

El monopolio de la TV no acepta competir

Por Federico Fasano Mertens.

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La democracia está estresada. En pocos días más la democracia uruguaya estará sometida a un test histórico, cuando el presidente de la República tenga que optar por cumplir con su palabra de honor, honrando al sistema republicano que lo eligió u optar una vez más por fortalecer el monopolio de la televisión mercantil, en manos de tres familias y sus descendientes, que desde hace 70 años  impiden la competencia, el pluralismo de ideas y la libertad de información.

El virus que desde hace siete décadas infecta la comunicación de la imagen sin hallar vacuna alguna que lo expulse de nuestro cuerpo social pidió la nulidad de la licitación convocada por imperio de la ley, con transparencia e igualdad de oportunidades, para subir señales de televisión a la grilla de todos los canales por abonados que operan en el territorio nacional. Tres señales, cumpliendo todos los requisitos exigidos por la ley, proyectos fundamentados, solvencia material, audiencias públicas, calificación de cada uno de los rubros por una comisión independiente con mayoría de blancos y colorados, fueron elegidas al culminar la convocatoria, sin cuestionamiento alguno durante el proceso selectivo.

Es la primera vez en la historia de la televisión uruguaya, tras el frustrado intento del llamado del presidente Mujica a otorgar dos canales de televisión digital abierta, cuando los dos elegidos no cumplieron con su obligación de salir al aire, dejando otra vez intacto el discurso hegemónico, que el monopolio se enfrenta a propuestas de izquierda con pantallas que abarcan el 75% de los hogares uruguayos en todo el territorio del país, incluidos los pueblitos más lejanos adonde llega la televisión para abonados.

Nunca antes el férreo monopolio tuvo el desafío de una competencia de tal entidad. Nunca antes la izquierda tuvo una pantalla de tamaña envergadura para desafiar de igual a igual al consorcio de las tres familias, jugo gástrico del centenario proyecto conservador.

El peligro de la presencia de un intruso con ideas y recursos para competir con los canales 4, 10 y 12 y sus sucursales camufladas, los llevó una vez más a acudir a los gobiernos aliados, para que anulen la transparente e igualitaria licitación convocada por la ley vigente en ese momento.

El presidente Luis Lacalle Pou tiene plazo hasta el próximo lunes 10 para expedirse rechazando la pretensión del monopolio, fortaleciendo la democracia uruguaya y la pluralidad de voces e imágenes o, por el contrario, optar por enterrar por 5 años más toda disidencia en el circuito televisivo, concesionado al parecer a perpetuidad con derecho de pernada contra quien ose infiltrarse en sus hasta ahora inexpugnables fortalezas.

La decisión no es fácil para el presidente. La presión del monopolio no le deja mucho espacio.

El fantasma de 1994 cuando su padre impidió el paso a 11 empresas capitalinas que intentaron competir con el monopolio y tuvo que optar por la medusa de los tres tentáculos, cuya participación estaba prohibida por el propio llamado, desatando una reacción internacional y parlamentaria sin precedentes, debe estar rondando en su conciencia.

Ahora sí, ha llegado la hora de la verdad, el momento en que un presidente rinde su examen de estadista y representante de todo un pueblo, el instante en que su enfática promesa pública de ser “garantía de transparencia, de no devolver favores a nadie y de ser leal a su compromiso de que conmigo nunca habrá un interés oculto detrás” es puesta a prueba. Fueron palabras que lo enaltecieron. Ahora las palabras deben dejar paso a los hechos, que son los únicos que validan la honestidad política.

¿Será acaso cómplice de un modelo ruin cuyo tiempo se está agotando o tendrá el valor y las agallas para desatar el nudo de las complicidades que desde 1950 permiten la felonía de un pensamiento único en el más popular de los medios de comunicación de masas?

Cada gobernante elige su Minotauro. ¿Será acaso el monopolio de la televisión privada abierta el Minotauro de nuestro flamante presidente?

Hasta ahora, por un lado la impunidad monopólica de un bien social, patrimonio de la humanidad, como es la información, y por el otro, la gobernabilidad, han sido sinónimos. ¡Pobre democracia!

¿Cuándo serán transformados en antónimos?

Hace unas 13 semanas le envié una carta personal, alertándolo sobre el ardid del monopolio diseñando el truco de los fuertes, donde tres empresas y sus encubiertas sociedades anónimas, las únicas que tenían prohibido presentarse, sin legitimación activa alguna, pidieron sin vergüenza la nulidad de un llamado ordenado por la ley 19.307 del 29 de diciembre de 2014. Un llamado convocado por el Poder Legislativo que, a contrario de la inmoral y prebendaria práctica del Partido Colorado y del propio partido del presidente, de otorgar a dedo todas las concesiones de televisión y radio, optó por el mandato de la ley y la transparencia y control público de su ejecución.

Sufrí en carne propia esa práctica abominable de entregar concesiones de radio y televisión como pago de favores políticos. Todos mis intentos de acceder mediante licitación al circuito fueron rechazados. La única forma que tuve para disputar espacio con el estéril e infecundo pensamiento único fue comprar las acciones de los privilegiados que obtuvieron la prebenda. Fue así que compré al titular de CX 44 (1410 AM Libre), un dirigente del herrerismo, recuperando para el campo popular la radio confiscada a los tupamaros. Y para lograrlo tuve que ocultar mi identidad hasta que se formalizó la compra. Y de la misma forma tuve que comprarle al senador Wilson Sanabria la radio FM 89.7 de Las Piedras. Mientras que el presidente Sanguinetti, sin moneda de cambio alguna, le regalaba la otra FM de Las Piedras al comunicador Neber Araújo, quien la vendió al mes siguiente.

¡Pobre democracia!

Mi nueva salida a la palestra se debe a la información que difundió el diario El Observador la semana pasada, asegurando que era inminente la decisión sobre la nulidad o no de este llamado.

El Observador está bien informado en este tema, ya que su editor de política durante muchos años, hasta el triunfo de la coalición conservadora, fue designado por el ministro de Industria -secretaría de Estado encargada de decidir junto al presidente el destino de este llamado- director de Comunicación de esa cartera.

La fuente por lo tanto es segura y confiable para ese medio de prensa.

Por otra parte, el 10 de agosto se cumplen los 150 días que tiene el Poder Ejecutivo para expedirse sobre la pretensión del monopolio. Si no lo hace, opera la denegatoria tácita y el monopolio por primera vez sufrirá un revés democrático que no tiene antecedentes y deberá aceptar la competencia de nuevas voces en la televisión privada de nuestro país.

Me dicen algunos perspicaces analistas que es casi imposible que un presidente neoliberal como Lacalle Pou pueda tomar distancia del poder telemático, aliado ideológico irreemplazable y con poder suficiente para hacerle pagar cara su osadía.

Sin embargo, este principio de década del 2020 no es igual a 1994, cuando la rendición de la gobernabilidad ante el poder de la televisión privada fue incondicional y bochornosa.

Para mí es inevitable dar la espalda al pesimismo y apostar a que el hijo de quien capituló hace 26 años haya aprendido que una época termina cuando sus ilusiones básicas se han agotado. Y es notorio que las ilusiones básicas de la televisión privada abierta están desapareciendo a un ritmo impensado.

¿Le valdrá la pena a nuestro presidente por un cartucho quemado -que no otra cosa es hoy la televisión mercantil abierta- desaprovechar la oportunidad de cubrir el difícil tránsito de los mitos a la historia en este tema tan sensible para nuestra democracia?

Gobernar es hacer creer.

Háganos creerle, señor presidente.

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