Existe la fuerte sospecha de que el Cártel de Sinaloa, que lideraba Joaquín el “Chapo” Guzmán, atrapado la semana pasada por la DEA, operaba desde hacía tiempo en Argentina. Incluso, entre los millones de cables diplomáticos revelados por la organización Wikileaks aparecieron varios con firmes indicios de que, por el año 2008, el propio “Chapo” estaba en el norte argentino.
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El 13 de agosto de 2008 fueron encontrados en una zanja los cuerpos de tres empresarios argentinos: Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina.
Forza y Ferrón se dedicaban a la compraventa de medicamentos. Bina tenía una conexión con Martínez Espinosa, otro “rey de la efedrina”, que se encargaba de comprar la sustancia para venderla al Cártel de Sinaloa, la organización criminal del “Chapo”.
El negocio era muy lucrativo para todos hasta que apareció un competidor, el argentino Ibar Pérez Corradi, quien contrató a los hermanos Lanatta (Martín y Cristian) y a los Schillaci (Víctor y Marcelo), para que eliminaran a sus adversarios.
Quiso el destino que Guzmán y los asesinos de “el triple crimen”, compartieran portadas de diarios y sitios web en los mismos días, ya que todos fueron capturados entre el 8 y el 10 de enero.
Y el fútbol ¿qué tiene que ver con todo esto?
Guzmán, los Lanatta y el fútbol
Junto al narcotráfico viene el lavado de dinero, pues las organizaciones criminales necesitan “blanquear” sus ganancias a través de negocios lícitos.
Se sabe que ha habido decenas de transferencias ‘truchas’ de jugadores argentinos hacia el fútbol mexicano, que sólo se hicieron para lavar dinero, y que en varias ha estado involucrado el Cártel de Sinaloa, el del “Chapo” Guzmán.
También se sabe que se inflan los sueldos de los futbolistas a niveles extraordinarios (300.000 dólares por mes) de los que sólo reciben la mitad y la otra regresa “limpia” a Sinaloa.
Y hubo pases inexplicables como el que involucró al conocido “Tecla” Farías (pasó por Danubio hace un año), que fue adquirido a través de un intermediario argentino por el Toluca y el Porto al mismo tiempo. Fue cuando el dueño del Toluca pidió la colaboración diplomática de Argentina y México para resolver el asunto. Todo terminó meses más tarde con un amistoso entre River y Toluca, pero no se pudo seguir el tránsito de varios millones de dólares involucrados en esa operación.
Esa es una maniobra muy habitual que se utiliza para lavar las enormes cantidades de dinero que los cárteles invierten en el fútbol mexicano y en centenares de futbolistas que van a jugar a ese país.
La investigación inconclusa
El subsecretario del Ministerio del Interior, Jorge Vázquez, dijo en julio del año pasado que “se lava dinero en la venta de jugadores, se lava dinero en espectáculos deportivos, se lava dinero en muchísimas cosas. Pero el deporte -y en particular el fútbol- es uno de los lugares donde las organizaciones internacionales que tienen que ver con el control de lavado de dinero están prestando más atención”.
Por su parte, Julio Guarteche, director nacional de Policía, sentenció meses atrás que “el fútbol es el ámbito de la sociedad más penetrado por el narcotráfico y la delincuencia; tenemos manera de probarlo porque, desafortunadamente, hemos procesado a gente de distintos estamentos de ese deporte. Se comprobó la vinculación con hinchadas violentas de algunos clubes”.
Más atrás en el tiempo, en noviembre de 2014, la Policía dijo que tenía “evidencia de que más de 400 personas -entre ellas miembros de barras bravas, directivos de equipos de fútbol, y al menos un político- están involucradas en el tráfico de drogas y armas”.
Ya pasó más de un año de eso, y no ha habido novedades; nunca se supo quién era el político y tampoco los dirigentes de fútbol involucrados.
Aquella investigación parece haber quedado inconclusa. Sólo han caído algunos integrantes de la barra brava aurinegra, pero nadie más. Los dirigentes y el político al que aludían, siguen en libertad.
El Deportivo Colonia
Se dice que en Uruguay no hay capos de cárteles que banquen clubes de fútbol.
¿No hay? Veamos.
Patricio Gorosito, ex presidente del club Real Arroyo Seco de Argentina, fue uno de los condenados (19 años de prisión) en la causa conocida como “Carbón Blanco” (tráfico de una tonelada de cocaína a Europa). Gorosito reconoció ser el testaferro del ex presidente de la AFA Julio Grondona y construyó en Arroyo Seco un estadio para 12.000 espectadores, con siete canchas de entrenamiento y un hotel cuatro estrellas que luego vendió a Rosario Central, según él, por 16 millones de dólares.
Este empresario futbolístico dijo que “gran parte de la plata se la quedó Grondona”.
El negocio del fútbol, según surge de la investigación, habría sido uno de los canales por donde la plata circuló para “limpiarse”.
Patricio Gorosito jugó en las “grandes ligas” y hasta se daba el lujo de decirle “pibe” a Lionel Messi.
Grondona le abrió otra puerta. El 4 de octubre de 2006, Gorosito firmó un acuerdo con el Barcelona, cuyo presidente, Joan Laporta, presidió el acto en Arroyo Seco y le entregó la camiseta N° 10, la de Messi, con la inscripción “Gorosito” en la espalda. Él le dio la naranja del Real Arroyo Seco.
Messi, que era vecino, usó el club durante su recuperación, en marzo de 2008. La casa de Messi está cerca del estadio, sobre el río, en el country Azahares del Paraná. “Acá nadie te va a molestar, pibe”, le dijo entonces Gorosito.
En sólo cuatro años, Gorosito vendió el club que había construido. En junio de 2008 este hombre de 65 años traspasó el predio de 21 hectáreas a Rosario Central por 16.100.000 dólares. El diario La Capital publicó por aquellos días que el acercamiento entre Gorosito y el entonces presidente de Rosario Central, Horacio Usandizaga, lo había tejido el ex jefe de la Policía de Santa Fe Ricardo Milicic.
La urgencia por conseguir dinero impidió entablar una negociación con un precio razonable. Las conversaciones se hicieron en Uruguay, donde Gorosito también estaba ligado al fútbol como manager del Deportivo Colonia.
El inmueble del Real Arroyo Seco estaba a nombre de la sociedad financiera internacional Bavella SA, radicada en Montevideo.
Narcos por toda América
El mundo del fútbol se estremeció con las investigaciones por corrupción que llevaron a 16 altos dirigentes latinoamericanos tras las rejas. Pero el entrelazamiento de crimen, corrupción y deporte puede ser más evidente en Honduras, donde 2015 fue el año de la acusación formal de cargos contra un expresidente, del asesinato de un jugador de la selección nacional y de acusaciones penales contra dueños y presidentes de seis importantes equipos. Estos dirigentes, se cree, están implicados en delitos que van desde infracciones menores hasta lavado de dinero del narcotráfico.
En Colombia, ocho clubes (Once Caldas, Águilas Doradas, Envigado Fútbol Club, Chicó FC, Cortuluá, Unión Magdalena, Valledupar y Depor FC) están siendo investigados por nexos con el narcotráfico, una señal de que el país podría estar a punto de abrir un nuevo capítulo en su largo historial de vínculos entre fútbol y crimen organizado.
Pero no sólo en Colombia el narcotráfico ha permeado en el fútbol. En febrero del año pasado, en México, fue capturado Tirso Martínez Sánchez, presunto líder de un cártel, ligado al lavado de dinero en los equipos de fútbol Querétaro, Irapuato y Celaya. También en 2014, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ordenó sanciones contra uno de los directivos del Isidro Metapán de El Salvador por presunto lavado de dinero y evasión fiscal.
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Los viejos tiempos de los cárteles de Cali y Medellín
El América de Cali estuvo durante 17 años en la Lista Clinton por su presunta relación con dinero procedente del narcotráfico. Miguel Rodríguez Orejuela, el capo que lideró el Cártel de Cali, compró el equipo a finales de los años 70 y durante varios años tuvo planteles llenos de grandes figuras, tanto que llegó a jugar tres finales de Copa Libertadores. Detrás de cada nombre había un operativo de lavado de dinero. Por eso, finalmente, cayó el América en una cárcel financiera. Le cancelaron las cuentas bancarias y así decayó su poderío deportivo.
Pero no fue el único. Varios clubes fueron permeados por los dineros del tráfico de drogas. Pablo Escobar, el capo del Cártel de Medellín, fue dueño del Atlético Nacional, y uno de sus socios, Gonzalo Rodríguez Gacha, “El Mexicano”, se convirtió en propietario del Millonarios de Bogotá.
Era conocido que los capos del narcotráfico se adueñaban de los clubes y tenían nexos con equipos profesionales de fútbol que veían cómo sus formaciones se llenaban de estrellas imposibles de llevar a Colombia por sus costos. Los propósitos eran claros: tener al pueblo de su lado. ¿Quién iba a reprocharles moralidad si daban alegría con sus inversiones en cracks?
La lucha de los cárteles se trasladó a las canchas: se declaraban guerra de mafias a través de mensajes claros, como aquella vez que en medio de un partido del Atlético Nacional contra América de Cali una avioneta sobrevoló el Estadio y arrojó panfletos a las gradas. Se anunciaba la creación del MAS, un grupo paramilitar financiado por el narcotráfico.
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La Camorra con clubes de Segunda
La Camorra es una de las mafias más grandes del mundo relacionadas a la droga. Instalada al sur de Italia, abarca Nápoles, Calabria y Palermo. Aún no ha logrado manejar clubes de Primera, pero sí lo ha hecho con clubes de Segunda o Tercera como el Reggina, Crotone o Locri. Pero donde mejor le ha ido es en el vínculo con grandes estrellas como Maradona, a quien todavía se venera y de quien se dice que aún mantiene vínculos con la mafia, o Salvatore Schillaci, ex delantero del Inter de Milán y de la Juventus, quien llegó a amenazar a jugadores dentro del campo de juego con un poderoso “te mandaré a matar”. Otros nombres más actuales que han sido ligados a La Camorra son los de Fabio Cannavaro, Ezequiel Lavezzi e incluso Mario Balotelli. Pero el vínculo más grande de La Camorra con el fútbol está en que manejan el mercado de apuestas, la reventa y la venta de drogas dentro de los estadios. Además, reclutan tifosi (hinchas) ultras para hacerlos sus guerrilleros.