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Noticia destacada | Argentina |

El Pez en la pecera: Señales de alerta a un año de las elecciones

La cosmovisión de ciertas prácticas políticas, en esta civilización del homo tecnologicus, tiene mucho de la visión de un pez en la pecera; otea imágenes borrosas y confusas, aguas y vidrios afuera, y define su zona de confort en el radio de campo visual en que se mueve, como pez en el agua. Pero es desde ese mundo exterior que llegan señales de alerta que puede interpretar o no; también definen su futuro, que puede terminar vaciando la pecera.

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Por Ricardo Pose

 

Cuando el Frente Amplio (FA) ganó el gobierno nacional por primera vez, a mi hijo le faltaba poco para poder votar. Tan poco que cuando fue convocado a estrenar su credencial, hasta las últimas elecciones pasadas, siempre salió ganador.

A los jóvenes que no conocen la derrota les cuesta imaginarse un escenario adverso, en que el país ya estuvo sumido; a ese país, sobre el cual les hablamos como leyendo un libro de historia, fue al que derrotamos.

Por eso quizás “compren” el concepto de la importancia de la alternancia en el gobierno; si bien no se imaginan perder, no les parece tan grave que ahora le tocara gobernar a uno de esos partidos que nunca vieron en el poder, aunque representen los intereses de las más fieras políticas neoliberales, esas que sufrieron desde atrás de una moña y una túnica.

En ese sentido, para esta generación de progresistas uruguayos, lo de Argentina y Brasil debería ser un poderoso llamado de alerta.

En otro orden, el triunfo impuso tomar decisiones y acelerar procesos, designar no siempre a los mejores, sino a los más disponibles y/o leales y aprender, en un curso acelerado, el manejo de los mil vericuetos de la gestión institucional.

Todo era flamante y novedoso e, increíblemente, con sólo hacer lo que la función exigía, parecía todo un revolucionario mérito; tan decadente era la actuación de blancos y colorados en toda la esfera pública.

Entonces, cuando al fin, después de comprender y poder planificar un estilo de trabajo, de balancear la gestión realizada, de ser duchos en manejos de presupuestos y personal, se podía orientar fuertemente en aras del proyecto político, otra vez el juego de la silla; barajar y dar de nuevo.

Y un nuevo triunfo a veces implicaba no ver que el nuevo elenco volvía a redescubrir lo ya descubierto hace cinco años; planificar nuevamente sobre lo ya planificado; una demencia que ningún emprendimiento laboral medianamente serio se permitiría.

Y el tercer elemento que oficia de pecera en el triunfo es confundir la opción electoral con la política; ganó el FA con un pueblo aun no frenteamplista y por dos veces en balotaje, con votos prestados que votaron al mal menor.

 

La pecera de la institucionalidad

Destinados a discernir, dirigir, programar, evaluar y definir detrás de escritorios en despachos con aire acondicionado, con personal a su servicio, varios e importantes cuadros políticos fueron nominados en sus organizaciones naturales para el ámbito institucional.

Motorcitos y ejes de la organización y telaraña social, constructores de vínculos que generan además ciudadanía, andan atiborrados de papeles, trámites y reuniones que demandan toda su atención y esfuerzo.

En la agenda ya no figuran aquellas reuniones que permitían discutir y colectivizar políticamente en términos estratégicos, y en el mejor de los casos, aquellas reuniones se han convertido en un anexo para sintetizar la práctica política del ámbito institucional.

Militantes de comités de base que dejaron la tarea del desarrollo territorial de la fuerza política para discutir la agenda y avatares de la municipalidad.

Definición de prioridades a la luz de nuevas lógicas, que incluso impide a los parlamentarios cumplir con la fraternidad de acompañar a las actividades de los ministros y directores de la fuerza política, como una mínima señal de respaldo.

Pero, por sobre todo, en el denodado esfuerzo de hacer coincidir el trabajo institucional con el social -salvo aquellos organismos que deben estar en un contacto estrecho con la población-, se perdió la cotidianeidad de compartir unos amargos con quienes quedaron en la llanura, que fue durante mucho tiempo la mejor y única  forma de síntesis y acumulación política.

 

La pecera del corporativismo

El impulso mediante el respaldo legal a la organización sindical hizo crecer positivamente el número de afiliados a la central y hacer surgir colectivos organizados de trabajadores en sectores en los que nunca se había logrado.

Muchos acomodaron como pudieron el uso de la nueva herramienta, con menor o mayor éxito, más o menos apegados a la tradición sindical de Uruguay.

Sin embargo, se coló en la práctica de algunas organizaciones una suerte de visión corporativista que le daba a su función una supremacía en contra del principio de solidaridad de clase.

Medidas gremiales que afectaban algunos servicios básicos del resto del pueblo, tan o más sumergidos salarialmente como los trabajadores movilizados, y que, en términos de síntesis política, pertenecían al mismo bando.

Una confusión brutal de roles y tareas entre fuerza política y fuerzas sociales.

 

La pecera de la partidocracia

El comité de base está ahí allí y la gente allá; no me refiero al frenteamplista convencido, claro, que tampoco asiste asiduamente al comité; con suerte está al día con la cotización y forma parte del padrón, vota en la internas y come algún chorizo al pan en alguna charla. Me refiero a los frenteamplistas y quienes quisieran serlo, pero, oh, sorpresa y herejía de las concepciones estalinistas, lo son sin comité de base.

Es más, algunos se han convertido en militantes virtuales, que mejor aporte harían si dijeran lo que opinan cara a cara, pero ya no necesitan de ese encuentro.

Pero el barrio y su gente, sus peripecias, pasan de largo por la puerta del comité y algunos militantes dentro del mismo observan la realidad parados desde el umbral, cual pez en la pecera.

La actividad de este FA electoral se agitará y dinamizará a impulso de los sectores políticos que aportan militancia en época de campaña e igual no la tendrán todas consigo.

Los años de claustro pasan factura a la hora de medir la acumulación lograda y algunos miles de pesos sostendrán un camuflado trabajo militante de mesas repartiendo listas -sobre todo listas- y propuestas de gobierno.

Viejos brigadistas se erigen ahora en una suerte de “gerentes cachafaces” de administración de los recursos humanos y económicos de la tan imprescindible tarea.

Prácticas políticas de triunfalistas lógicas electorales que echan por tierra todo un relato de hombres y mujeres libres en camino hacia la redención de la esclavitud capitalista y el consumo.

Changadores ataviados de colores y números con mayor o menor fidelidad partidaria, pero que en el submundo de la pecera, responden a la lógica de funcionamiento de la maquinaria electoral.

 

La pecera de la pantalla

Las redes han potenciado hasta el infinito aquello de los tres millones de uruguayos técnicos de fútbol.

Es un mundo mágico y maravilloso donde uno puede desde aprender a ser carpintero, leer los últimos hallazgos científicos o tener un romance.

No es la realidad, pero pasa a serlo. Más linda, porque podemos llorar por los desnutridos de Biafra y no cruzarnos con los entenados del vecino.

Podemos pelearnos a muerte contra alguien y eliminarlo con un clic. Rabiamos indignados contra el imperio, convocamos a la insurrección, pedimos voltear el gobierno e iniciamos una masiva revolución que dura entre el almuerzo y la cena, siempre y cuando, como buenos comandantes, no nos demos el lujo de comer mientras batallamos, poniendo el plato entre el teclado.

Así, un día, un pez en Brasil se enteró de que ganó Bolsonaro.

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