Por Ricardo Pose
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
El anuncio no tendría nada novedoso, sino fuera porque viene a confirmar que esta nueva batalla electoral será de las más duras de los últimos tiempos.
Ya hemos escrito en otras ocasiones sobre Gene Sharp y su manual, titulado De la dictadura a la democracia; desde la Revolución de los colores, la Primavera árabe, la derecha política a nivel mundial ha aprendido que el desgaste sistemático, la siembra permanente de incertidumbres y la generación de desconfianzas cala en buena parte de la población, que luego las expresa en la apatía política y social o, en lo electoral, en aquellos procesos en que la contienda política aún se dirime en las urnas y se respetan sus resultados.
Pero es bien interesante ver este rasgo diferencial entre la estrategia política de los sectores progresistas en su lucha por acceder al gobierno y la derecha; porque cuando esta, a través de sus máximos exponentes, dice que la izquierda cuando era oposición hacia las mismas críticas, o falta a la verdad en forma deliberada o no se da cuenta de la diferencia fundamental.
Porque, por ejemplo, la mayor crítica dentro de las filas de izquierda, por parte de ciertos sectores, tenía que ver con el riesgo de la institucionalidad, es decir, que asumir puestos de responsabilidad en la institución burguesa podía hacernos desviar de los objetivos de fondo de transformación del sistema.
Paradojalmente, lejos de plantearse la destrucción de lo Institucional, se desarrolló más institucionalidad, que vino a mejorar la misma como herramienta para muchos de los planes y programas de corte social e incluso permitió el desarrollo de un capitalismo estancado en ciertos sectores.
Los cuestionamientos de la derecha traen otro sesgo, otro rasgo; nadie puede creer que ellos van a destruir lo que crearon, lo que erigieron durante décadas, pero en la medida que comprendieron que esas herramientas que antes estaban en sus manos pueden ser utilizadas para otros objetivos que no sean sólo defender los intereses de clase de los sectores dominantes o equilibrar la convivencia entre el capital y el trabajo, les urge generar al menos una suerte de vacío y capacidad de acción de la institucionalidad.
Barandas, impresoras y micrófonos
Hallaron en el Poder Judicial y en los grandes medios de prensa sus aliados estratégicos y sus operadores políticos no partidarios. El esquema es sencillo: mientras la gran prensa difunde hasta el hartazgo los cuestionamientos sobre la conducta de gestión de determinados dirigentes políticos, reitera una y otra vez la crónica roja y amplifica las críticas de la oposición, ya hay magistrados dispuestos a tomar de oficio o a recibir en la baranda de su sede los escritos de denuncias.
Esto tiene una primera expresión: se opina y juzga mediáticamente todo el tiempo con o sin proceso judicial; y si finalmente no hay méritos para una resolución de la Justicia, tampoco nadie se hará cargo de lo expresado públicamente.
Podemos aburrirnos de dar ejemplos de furibundas acusaciones públicas que sí debieron de ser motivo de actuación judicial de oficio, pero que siguieron navegando o perecieron en un océano de impunidad y no siempre había amparo de fueros parlamentarios.
Esa es la apuesta en la que, desde ya, Luis Pompita Lacalle deposita todas sus fichas; es la síntesis de lo que ha anunciado: pegó, pega y pegará por que cuenta con esa ventaja de que nadie saldrá a poner coto al desbocado. Y porque tienen el clima ideal para expresar los mayores dislates que se les ocurra; así los hemos visto manifestarse con total desparpajo, sosteniendo que la corrupción parece haber nacido a partir de 2004, como si nunca hubieran existido los Cambón y Braga de Lacalle, los Salomón Noachas de Sanguinetti, o Jorge Batlle nunca hubiese sido infidente, o no se siguieran investigando y procesado en la actualidad varios de sus correligionarios.
Verónica Alonso felicita a los venezolanos que votan en Uruguay, al tiempo que niega el voto a los uruguayos que residen en el extranjero; Javier García puede acusar a la izquierda de atentar contra su sede, utilizando un lío interno de braguetas y polleras.
Todos los que felicitaron y cantaron albricias a Macri ahora se hacen los desentendidos.
Nike training
Cierto que a la aporreada reacción uruguaya a esta práctica de desgaste sistemático les permitió reencontrarse con el descontento y la histeria de los sectores dominantes y metamorfoseadas clases medias, que, aplaudiendo desde sus poltronas las movilizaciones fuera de fronteras, asumieron su papel y salieron a la calle a manifestarse.
Desde 2004, por lo menos, la derecha venía oteando la posibilidad de que ese espacio público que la izquierda venía abandonando paulatinamente en una suerte de reacción casi suicida, no lograba ocuparlo con sus huestes.
Cual ejercicio diario para fortalecer músculos y reducir panzas, la suerte de algunas condiciones generadas en cierto detenimiento de la economía, errores de gestión y la presencia de nuevas e impactantes formas de delincuencia les permitieron a los sectores de oposición avanzar sobre el espacio público.
En esto también Lacalle está engolosinado; sabe que, aunque quiera, no tienen la capacidad de generar movilizaciones como en Venezuela, Nicaragua, Honduras, Paraguay, Brasil, o de esperar resultados de tal subversión jurídica e institucional como en muchos de los países mencionados.
Seguramente se imagine un proceso más parecido al argentino, y en ese sentido sigue apostando a las movilizaciones que cada tanto bajan y suben de intensidad, porque en el fondo no se sostienen por sí mismas; pierden fuerzas los autoconvocados y el impulso a cuanto plebiscito ande en la vuelta no le permite asentarse en una estrategia de movilización hasta el día electoral; Luisito no es inteligente, pero no es tonto. No es por apatía que no se ha subido a recoger firmas por los temas de inseguridad, la ley de riego o el fracasado intento contra la inclusión financiera.
Como pompas de jabón
¿A qué otro sitio lo puede llevar el viento a Luis Lacalle que no sea el lugar donde pueda demostrar sus dotes para hacer la bandera o aporrear el punching-ball?
Los golpes son la única estrategia política cuando en todos los elementos de debate de una futura campaña electoral perdés o quedás al mismo nivel.
Está difícil tragarse ese discurso de defensor acérrimo de los manejos de los fondos públicos cuando cotidianamente tus correligionarios siguen, en el presente, siendo investigados y procesados por, entre otras cuestiones, evasión de aportes, construcción de empresas fantasmas o fachadas financieras.
Es poco serio que ofrezca terminar con el recreo de la delincuencia en Uruguay cuando ni siquiera ha sido capaz (por suerte en este caso, permítame la ironía) de ponerse de acuerdo, filas adentro de su partido, sobre cómo encarar el tema, por no mencionar la vidriosa situación de su asesor en temas de seguridad, defensor de importantes delincuentes.
No tiene chance de hablar de inconstitucionalidades y orden jurídico quien es hijo del expresidente con mayores declaraciones de leyes inconstitucionales y cuyos asesores jurídicos, por ejemplo en el tema Ancap, han debido de ser expulsados de las salas judiciales.
Sólo las palmas del pésimo sector empresarial, de los que pagan en negro, lloran por los aportes y conspiran contra la sindicalización de los trabajadores y se van de la ronda de salarios pegando un portazo, puede esperar Luisito en un debate con Murro.
Ofendería la inteligencia de cualquier ciudadano, en cualquier lugar del mundo, imaginarlo debatir de desarrollo industrial y el futuro de la aplicación de nuevas tecnologías con Carolina Cosse.
Sólo recibiría un “¡Arriba, Luisito!” de su tocayo Almagro si se pusiera a debatir sobre política internacional.
Sería un elemento diferencial poder agitar su cabellera ante el Pelado Daniel Martínez; en materia de propuestas programáticas con pienso en el país, está más pelado que el actual intendente.
Por eso su única estrategia es hacer de cada oponente un punching-ball, amparado en la impunidad, justificada además en el fragor de la campaña electoral.
Porque, además, seguramente esta campaña, en una oposición que no logra sellar acuerdos por quién logrará el lugar dirigente del bloque opositor, será una competencia por el más desbocado.
Y en esto, Luisito, al menos en eso, quiere ir tomando ventaja.