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BOGOTÁ Y JERUSALÉN: LA VIOLENCIA CRECE

El pueblo no lo merece

Por Juan Raúl Ferreira.

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Me sentaba a escribir sobre de nuestro querido país cuando me entero de nuevos hechos de violencia. Hace unos días, israelitas y palestinos en Jerusalén. En Bogotá, entre opositores y fuerzas de represión. Dos conflictos distintos, pero ambos con derrame de sangre entre hermanos. En algún momento, pude actuar en ambos casos, no puedo dejar de compartirlo.

La lucha entre palestinos e israelitas tiene siglos. En Jerusalén conviven unos y otros. Tengo amigos que allí viven, pienso en Edy Kaufman, nacido en Argentina y profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén. A Edy le debo algo que nunca podré pagar: mi vida. Y la de mi padre. Nos sacó vivos de Argentina en 1976.

Edy impulsó la mediación, de abajo hacia arriba. Confió más en la gente que en los gobiernos. Fue creando alrededor del mundo lo que llamó “Club de primos”, con participación de palestinos e israelitas. Llegó a tener un columna en el London Times con el embajador palestino en Londres.

Hizo un esfuerzo, creo que exitoso, acá en Uruguay. Acá la colectividad judía es importante y fácil de contactar, a través de sus instituciones. Además, todos tenemos más de un judío entre nuestros amigos y amigas. En cambio, la colectividad árabe es, en su mayoría, libanesa. Los palestinos, que los hay, están fundamentalmente en Chuy. Con pandemia es un problema compartir la misma ciudad. En aquel invierno de 2012, fue una bendición. Se cruza la calle y en la misa ciudad se está en Brasil. A diferencia de Rivera, hasta se mantiene el mismo nombre.

Una fría madrugada de 2013 ingresamos con Leonel Groissman y conversamos con los palestinos. Encontramos de todo, desde alguien que no entendía la rivalidad, porque su vecino o yerno era judío. Otro no entendía cómo, habiendo nacido en Jerusalén, no podía ir. Aquel encuentro franco y no exento de dificultades, y la acogida de la idea por parte de gran parte de la colectividad judía, permitió otro paso.

Luego, en Montevideo, con la presencia del propio Kaufman, se reunieron 25 palestinos con 25 judíos. Él arrancó contando cómo muchos nombres de quienes estaban allí eran los mismos, unos en hebreo, otros en árabe. Resultado: el 25 y 26 de marzo de 2014 se reunió en Quito una Comisión de Naciones Unidas a la que fuimos invitados con Groissman y Kaufman. Quizás ninguna de las dos partes salió conforme, pero, ojalá sí, con la idea de que se iba por buen camino.

En Colombia, es entre conciudadanos, pueblo versus modelo económico. Así como en Chile, antes de la pandemia, la suba del boleto del metro fue la gota que desbordó el vaso; las protestas colombianas atacan la reforma tributaria. En plena pandemia, el gobierno de Duque, heredero del expresidente Uribe, hoy requerido por la Justicia, se inclinó por un ajuste fiscal.

La reforma de Duque preveía gravar solamente de la media hacia abajo a los sectores menos pudientes. Pasaban a pagar impuestos todos aquellos que tuvieran un ingreso equivalente a dos salarios mínimos (US$ 75). Y los que están por debajo también, ya que aumentó el IVA, que siempre castiga a los que menos tienen. Una cosa trajo la otra y ahora piden reformas en la ley policial. Los muertos van de 4 en las cifras oficiales a 74 en las de organismos de derechos humanos.

También en Colombia tuve el privilegio de intervenir en instancias oficiales internacionales. Coordinador en la zona de la guerrilla del año 2010 (Ciudad de Neiva y Departamento de Huila), en las elecciones, primera y segunda vueltas, en las que fue electo Santos. A veces penetrando la selva profunda donde no había ninguna presencia del Estado. Allí donde estuvo Ingrid Betancourt.

En 2014 Santos fue reelecto y en 2015 el presidente Tabaré Vázquez me propone como mediador en el conflicto fronterizo entre Colombia y Venezuela. Uno, en estos procesos, debe guardar neutralidad, pero no puede, ni debería, dejar de sentir una enorme empatía por los pueblos. ¡Si Bolívar hubiera visto a los dos pueblos núcleos de su soñada Gran Colombia enfrentados por “fronteras”!

En Bogotá la violencia se puede evitar. No quitarles más a los que menos tienen. Dicen los manifestantes que las protestas terminarán no cuando aumenten las víctimas de la represión, sino cuando disminuyan las de la política neoliberal.

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