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Mundo

“Cuando la cola mueve al perro”

El Salvador: la apuesta de Bukele

El pasado domingo, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ingresó al Parlamento salvadoreño junto a militares fuertemente armados con el objetivo de conseguir la aprobación de un préstamo para su política de seguridad frente al delito.

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Las imágenes del hecho interpelaron la solidez de 28 años marcados por la construcción de la paz. El Salvador, tiene una larga historia de militarizaciones, formas especiales de intervención militar foránea y la clásica opción del golpe, con sus consecuentes expresiones de represiones masivas, desapariciones, torturas y asesinatos. Lo acontecido vino a constituirse en “la escena más temida” para todos los que participaron directa o indirectamente en el  proceso de paz que derivaría en la desmovilización de la guerrilla y su conversión en partido.

Esto explica por qué todas las imágenes que circularon el pasado domingo fueran acompañadas del fantasma del golpismo.

Problemas locales

El origen de la crisis se localiza en las presiones de Bukele para conseguir fondos que permitan seguir desarrollando la política de seguridad pública “Control Territorial”. El presidente alega que los fondos permitirían avanzar hacia la “tercera fase” del plan.

Los críticos del pedido presidencial señalan que la financiación estaría destinada a la adquisición de equipos de vigilancia y seguridad y no para el desarrollo de otras formas de acción política.

En el área de seguridad pública, el país se caracteriza por tener guarismos relevantes en los delitos violentos.

En 2019, la tasa de homicidios fue de 50 homicidios por cada 100.000 habitantes, un guarismo ligeramente inferior al del año 2018, cuando la tasa de homicidios era un punto menor.

Tomando como  base el año 2015 (103 por cada 100.000), la tasa ha ido descendiendo. Pese a esta reducción, las tasas de muertes violentas continúan siendo más elevadas que las registradas en Latinoamérica.

En 2018, la mayoría de las víctimas de muertes violentas fueron hombres (88,4%). Durante 2018, 44,3% de las víctimas de este delito fueron personas que tenían entre 18 y 29 años de edad.

En El Salvador, entre 2001 y 2009, la población identificó el desempeño de la economía como el principal problema del país. Sin embargo, a partir del año 2010, dicho lugar pasó a ser ocupado por la delincuencia y la inseguridad.

En 2018 la delincuencia continuaba siendo el principal problema del país, según la perspectiva de los ciudadanos (58,0%), una cifra que comparativamente con otros años era menor.

Para atender estas problemáticas se implementó, desde el período 2015-2018, el plan “El Salvador Seguro”.

En 2018, las denuncias marcan un delito sexual cada 2 horas (4.967 delitos en el año). Los datos de 2018 muestran que cerca del 73% (3.605) de las agresiones ocurren contra menores de edad.

Entre 2016 y 2018, las denuncias de agresión sexual a menores e incapaces tuvieron un incremento del 149,1%, el acoso sexual del 93,4% y el estupro del 69,7%.

Según un estudio de PNUD en El Salvador, más de medio millón de jóvenes, con edades entre 15 y 29 años, ha considerado emigrar.

En 2016, equivalía aproximadamente al 27% de la población de jóvenes. Las limitadas oportunidades laborales y la situación económica son la principal causa (50%), la inseguridad por violencia es la segunda  (30%).

Los datos sobre las personas retornadas al país entre 2014 y 2017 indican que el 49% de las personas retornadas lo hacen desde Estados Unidos, 45% de México y 6% desde otros destinos. La seguridad aparece como el tercer motivo que ha fomentado la emigración.

Un total de 21 municipios concentran altos niveles de retornos (39%) y altos niveles de muertes violentas (25%). Ha sido en estos municipios donde se implementó el plan “El Salvador Seguro”.

Una de las particularidades de los delitos en el país, radica en que muchos provienen de las maras. Las principales son la MS-13 y las dos facciones de Barrio 18, Sureños y Revolucionarios.

A pesar del plan puesto en acción, en 2018, las maras siguieron ejerciendo el control territorial y extorsionando a residentes de todo el país. Reclutan por la fuerza a niños y niñas y someten a esclavitud sexual a mujeres, niñas y lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero (LGBT). Son responsables de asesinatos, desapariciones, violaciones sexuales y desplazamientos de quienes les muestran resistencia, incluidos funcionarios gubernamentales, miembros de las fuerzas de seguridad y periodistas.

Cuando se evalúa la efectividad de las acciones de las fuerzas de seguridad frente a las maras, se recalca su ineficiencia. Muchos de los integrantes de las fuerzas de seguridad han sido identificados como autores de gravísimos abusos.

Desde 2014, cuando asumió la presidencia Salvador Sánchez Cerén y a partir de la asunción de Bukele, en 2019, se ha ido ampliando el papel de las fuerzas militares en los operativos de seguridad pública, pese a que en los acuerdos de paz de 1992 se estableció que no intervendrían en estos operativos.

Las muertes de miembros de maras a manos de agentes de las fuerzas de seguridad aumentaron de 142 en 2013 a 591 en 2016.

Se ha documentado la presencia de un “escuadrón de la muerte” dentro de una unidad élite de la policía salvadoreña que cometió asesinatos, agresiones sexuales contra niñas y adolescentes, robos y extorsiones.

El Plan Control Territorial de Bukele, tiene tres lineamientos: atacar las finanzas de las pandillas, cortar las comunicaciones entre los cabecillas en centros penales y recuperar los centros históricos de las ciudades.

Analistas salvadoreños afirman que el plan no aporta ninguna novedad a lo ya ensayado en gobiernos anteriores.

La novedad es la centralidad que han ocupado en la conducción del plan militares y policías violadores de derechos humanos.

 Reacciones

Los sucesos del pasado domingo fueron deslegitimados. Las críticas fueron rápidas y contundentes.

En el plano interno hubo coincidencia crítica entre analistas políticos, académicos, diputados y organismos de justicia.

La Corte Suprema de Justicia, al analizar lo sucedido, prohibió al presidente Nayib Bukele convocar al Parlamento, a través del Consejo de Ministros, para aprobar la negociación de un crédito que financie su plan de seguridad.

En el plano internacional, hubo expresiones de rechazo y preocupación por parte de la Unión Europea y la organización Human Rights Watch.

“Los ojos del mundo están puestos en El Salvador y Nayib Bukele en este momento crítico», afirmó el Comité de Asuntos Exteriores de Estados Unidos.

 Cuando la cola mueve al perro

En un libro sobre la historia de la Guerra Fría, el historiador norteamericano J.L Gaddis relata cómo el desarrollo de los Servicios de Inteligencia de Estados Unidos desarrollaron un altísimo nivel de penetración y conducción estratégica de las fuerzas de seguridad de sus aliados, consiguiendo con esto el control y direccionamiento de los intereses estratégicos de Estados Unidos.

A estos procedimientos, de dirección, penetración y control, claramente visibles en la historia de América Latina, los denominó, de forma sarcástica, acciones en las que se evidencia que “el perro mueve la cola”, una forma singular de definir la satelización de los aliados de la política norteamericana en el período de la Guerra Fría.

Gaddis describe también algunas situaciones no impulsadas por la política exterior norteamericana, pero que, al ser desarrolladas por los países aliados, obligaron a Estados Unidos a emprender algún tipo de acción de acompañamiento.

A estas situaciones de “desobediencia satelital”,las describió con la expresión “la cola mueve al perro”.

Las acciones emprendidas por Bukele, las declaraciones de rechazo de Estados Unidos a las mismas, la configuración de la actual política exterior de Washington en función de sus intereses estratégicos, es lo que nos permite comprender los rechazos y las críticas hechas.

Bukele es hoy una representación de “la cola que quiere mover al perro”, pero “el perro no se mueve”; emite apenas unos ladridos, para recordar que parte importante de sus intereses nacionales, depende de la estabilidad en el escenario geopolítico de Centroamérica, que es para Estados Unidos un territorio que necesariamente debe estar en paz.

Solo así es posible comprender esta repentina vocación democrática de un Estado que, a lo largo de la historia latinoamericana, ha impulsado, financiado, organizado y apoyado los regímenes más sanguinarios y antidemocráticos.

Para los Estados Unidos de hoy, “es el perro quien debe mover la cola”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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