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El silencio de los inocentes

Por Mateo Grille.

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Caras y Caretas Diario

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El viernes de la semana pasada el expresidente Tabaré Vázquez presentó ante el Secretariado Ejecutivo del Frente Amplio un extenso documento titulado Propuestas para un plan estratégico nacional en respuesta al impacto de la pandemia, en el que plantea la necesidad de  alcanzar un gran acuerdo nacional para construir el Uruguay pospandemia, sabiendo que la tarea no será sencilla y que de cómo se cimiente el camino de salida, dependerá la suerte de decenas de miles de uruguayos y uruguayas.

 

El documento, elaborado por un grupo de reconocidos técnicos en diversas áreas de la ciencia, el trabajo y la cultura, dirigido por el propio Vázquez y coordinado con los doctores Ricardo Ehrlich y Miguel Fernández Galeano, señala que “la construcción del país para la nueva etapa que nos espera después de la pandemia será un camino largo, que requerirá un gran esfuerzo nacional”.

Además, indica que “solo podemos recorrer ese camino si el esfuerzo es compartido y solidario. No habrá atajos ni para unos ni para otros”.

En ese sentido, en el documento se reclamó “reconstruir el tejido social”, ya que “nadie puede quedar afuera. Unos podrán incorporarse a la actividad y al trabajo más rápidamente y habrá que acompañar desde el Estado a otros, mientras se incorporan progresivamente”, y aprovechó para requerirle al gobierno “desarrollar enérgicas políticas de incentivo a la inversión productiva y a la obra pública”.

En el documento presentado por Vázquez se presentan decenas de propuestas en todas las áreas de la vida nacional y se concluye que «se pueden plantear dos opciones: la construcción de un país a dos velocidades, aceptando niveles altos de exclusión, o un país que invierte en avanzar todos juntos. La primera de ellas no es realmente una opción: ese país no puede ser viable. La opción de aceptar niveles de exclusión altos, como costo del crecimiento, conduce a una sociedad que se desvitaliza, que pierde fuerza, eligiendo el espejismo de la inmediatez. El único camino posible es entonces con el esfuerzo de todos y todas, y con todos y todas”, concluyó.

 

ACUERDO NACIONAL

El trabajo sienta las bases de un plan estratégico que pretende anticiparse a distintos escenarios posibles, y plantea la necesidad de instrumentar políticas de Estado que atiendan las demandas de los uruguayos y las uruguayas.

Delinea un futuro muy complejo si no se toman una serie de medidas que tienen como norma ubicar al Estado en el centro de la escena, apoyando a las familias que hayan quedado más desamparadas y también a los sectores productivos que precises un fuerte respaldo ante esta situación.

Incluso propone medidas económicas concretas, evalúa los costos de estas iniciativas y de dónde obtener recursos.

Pero a pesar de lo completo del documento, del origen del mismo y de la mano que tiende, desde el gobierno ni siquiera se respondió al convite dando un portazo de hecho a cualquier tipo de aproximación que reuniera al sistema político completo en pos de encontrar soluciones para el país.

Pasó una semana y el gobierno sigue embarcado en tratar de imponer un programa político pensado para otra realidad y no se cuestiona qué país va a quedar tras la pandemia, blindado como siempre por el poder hegemónico mediático que le silencia las patinadas, les ensalza las guarangadas y cubre como información una cadena propagandística de tres horas diarias con toda la pompa. El gobierno y los sectores del poder clásico o no creen en la profundidad de la crisis que se avecina, o no tienen idea de la misma, o les importa un bledo y la nueva normalidad que pregonan será la más vieja de todas, cuando unos tenían la sartén, el mango y el fuego y el resto mirábamos el espectáculo de afuera.

En un primer momento desde el Frente Amplio se señaló que las medidas económicas tomadas por la administración liderada por Luis Lacalle Pou iban en el sentido correcto, pero eran insuficientes.

Hoy es cada vez más claro que aquel diagnóstico era acertado, que las medidas previstas para Uruguay no van a cubrir las necesidades planteadas, y a pesar de las explicaciones y anuncios de los jerarcas del gobierno sobre apoyos y respaldos a distintos sectores sociales, los mismos son claramente insuficientes si uno mira lo que destinan todos los países a atender esta crisis.

El Banco Mundial, el FMI, la Cepal y la casi totalidad de los estados discuten qué porcentaje del PIB van a destinar para afrontar esta situación, pero en cualquier caso es un porcentaje no menor del 3%. En Uruguay el gobierno destinará cerca del 0,7% del PIB para atender la crisis, una cifra cuatro veces menor que la media regional. Ante esta situación, el destino es solo uno y se traducirá en un incremento sustancial de la pobreza y centenas de miles de uruguayos sufrirán las consecuencias más dramáticas de esta crisis sin que el Estado haya hecho lo que debía, atenderlos, respaldarlos, ayudarlos, quererlos.

Pero no solo el gobierno despreció el llamado al diálogo y al acuerdo. Tampoco el Frente Amplio lo tomó como bandera, lo que llama particularmente la atención. Más allá de que existió un llamamiento público y acciones concretas de la bancada de legisladores y de la dirección del Frente, no hay o no parece haber una estrategia, un rumbo, una secuencia de reuniones o encuentros con distintos actores sociales, con trabajadores, empresarios, pequeños y medianos productores, artistas o cuentapropistas para construir una nueva mayoría. Da la impresión de que la política, el trabajo necesario en el corazón mismo de la sociedad, la búsqueda de acuerdo, la coordinación de acciones, el acercamiento con todos los postergados del sistema está reducido a la acción parlamentaria y a las declaraciones de prensa, que además son cada vez más individuales y de muy corto alcance.

La izquierda se debate entre el Parlamento y la inocencia, dejando hacer sin convocar a su base. Ahora ya hay un soberano documento con un planteo estratégico para atender esta crisis. Hay un rumbo trazado, hay medidas concretas, hay una idea. Las medidas de aislamiento social siguen firmes, claro, y hay que respetar todos los consejos sanitarios. Pero reducir la lucha, el debate, la acción política a reportajes de 30 segundos en el informativo que controlan los adversarios o a posteos en la red social Twitter es muy poco para el desafío de la hora.

El expresidente de la República y presidente honorario del Frente Amplio propuso un gran acuerdo nacional, planteó medidas concretas, puso plazos, tendió la mano sabedor que de esta crisis saldremos más pobres, pero es necesario que salgamos todos juntos. Que no hay derecho a dejar a nadie por el camino, y que del esfuerzo conjunto podrán salir los mejores resultados. Hay que tomar esa bandera, es lo más profundo que se ha elaborado y requiere del esfuerzo de todos los que crean que otro destino es posible. Del otro lado la apuesta es la del sálvese quien pueda. Nada que no conozcamos. Otra vez se plantea una contradicción histórica que cambia de nombre con el tiempo y que por pudor no usaremos en esta oportunidad, pero puede resumirse como un país para todos o para pocos.

 

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