En el año del centenario de la Revolución rusa de octubre (noviembre) de 1917, y a los 26 años de su creación, la Fundación Rodney Arismendi organizó una conferencia a cargo del pensador y ensayista brasileño Emir Sader, titulada América Latina en el centenario de la Revolución rusa. En ella, el destacado intelectual hizo un repaso de la influencia de este acontecimiento en el devenir latinoamericano, en particular en el siglo XX, y de los movimientos políticos que intentaron cambiar el orden injusto en el que aún vive el continente. La charla, realizada en el salón de actos de la sede del Pit-Cnt en la calle Jackson, comenzó con un reconocimiento a la labor del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, por sus aportes a la comprensión de la realidad de los pueblos originarios y su participación en los procesos de cambio social. Ya entrado en ambiente, Sader afirmó que la revolución de los bolcheviques en el viejo imperio ruso “fue un parteaguas de la historia” porque significó “la ruptura con el capitalismo”. Recordó que si bien en el siglo XIX los trabajadores de París, al establecer la Comuna, ya habían dado un paso en ese sentido, recién con la toma del poder por parte de Lenin y los bolcheviques se plantea la superación del sistema de producción capitalista y “una verdadera democratización del Estado”. “Para América Latina la revolución era algo abstracto, por lo que recién ese año los bolcheviques nos dieron la idea de la superación del capitalismo. Lenin plantea la concreción de las ideas de [Karl] Marx, el más grande pensador de todos los tiempos, no en el sentido de pensar como los que prevén el futuro, sino con un sentido de realidad”, aseveró. “De este modo, la Revolución rusa nos trajo la actualización de la revolución”, sentenció. Y es que una de las particularidades de la revolución es que esta estalla en la periferia y no en el mundo desarrollado como sostenía Marx. “Los países desarrollados comenzaron a trasladar sus contradicciones a la periferia, al mundo colonial. En Inglaterra, por ejemplo, la legislación social y ciertas mejoras económicas en algunas industrias llevaron a la creación de una verdadera aristocracia obrera, pero en las colonias y en la periferia las contradicciones comenzaron a estallar en forma de movimientos revolucionarios, como fueron los sucesos de Rusia”. Desde ese punto de vista, “la revolución rusa miraba hacia Alemania, derrotada en la guerra, pero que seguía siendo un país altamente desarrollado. Pero la derrota de los espartaquistas -el Partido Comunista Alemán- de Rosa Luxemburgo, y de la revolución en ese país, marcó el aislamiento de la Rusia soviética. A partir de ese momento los bolcheviques debieron construir el socialismo aislados, cercados, porque la derrota de la revolución en Alemania significó la derrota de la clase obrera y el fortalecimiento del capital, que terminaría con la ascensión al poder de los nazis”. Resumió Sader este capítulo de la historia señalando que la Revolución rusa “no tuvo para Europa la influencia que tuvo para América Latina la Revolución cubana. Generó la creación de los partidos comunistas en gran parte del mundo, pero no pudo extender su influencia por el cerco capitalista”. Una alternativa Sader recordó que “parecía que a nosotros la revolución no nos tocaba. Tuvimos la Revolución mexicana, que fue muy importante por su carácter nacionalista y campesino. Fue la más importante hasta la Revolución cubana”. A la luz de estos acontecimientos, reflexionó que ante el agotamiento de un ciclo económico en América Latina y el comienzo de un ciclo de golpes de Estado, “Cuba era vista como una alternativa por muchos jóvenes latinoamericanos”. Tras recordar que este período se inicia con el golpe de Estado de abril de 1964 en Brasil y los debates que se generan en el seno del Partido Comunista de Brasil acerca de los caminos para combatir a la dictadura y avanzar hacia cambios revolucionarios, se detuvo en el comienzo y desarrollo de las guerrillas en el continente, en particular del movimiento dirigido por Ernesto Che Guevara en Bolivia. Tras considerar que el Che había leído los trabajos del marxista peruano José Carlos Mariategui sobre los pueblos originarios y su papel, Sader afirmó que Guevara “llegó a Bolivia sin la comprensión del tema indígena”, lo que en muchos aspectos marcó su derrota. Posteriormente “tuvimos la victoria de [Salvador] Allende en Chile, lo que indica que América Latina tiene una sorprendente capacidad de recuperación revolucionaria”. La de Allende “fue una experiencia formidable” y tenía un programa de gobierno que proponía la nacionalización de cientos de empresas, lo que significaba “una verdadera expropiación de la burguesía. Pero con 40% de los votos no era posible avanzar y fue derrotado por el golpe de Estado de [Augusto] Pinochet. Y en pocos años asistimos a la sorprendente victoria de la revolución sandinista en Nicaragua. Esto significa que cambió la correlación de fuerzas y que el viejo topo de la revolución puede saltar en cualquier lugar del continente”. Sin embargo, estas idas y venidas de la revolución en el continente sufrieron un golpe demoledor con la implosión de la Unión Soviética, estimó Sader. “Fue una victoria del campo imperialista. La desaparición de la URSS significó la demonización del Estado, de la revolución, de la planificación. Se habló incluso del fin de la historia. Esto marcó no sólo el fin de la Guerra Fría, sino que dio paso a un mundo unipolar regido por Estados Unidos y a la aplicación en escala planetaria del modelo neoliberal”. En gran parte del mundo “pasamos de un sistema de bienestar social, que pese a sus limitaciones contemplaba necesidades populares, a un modelo que yo defino como ‘de shopping center’, en el que no importa el ciudadano, importa el consumidor. El que tiene dinero para gastar. La ilusión de que el bienestar y la felicidad se pueden comprar en una tienda”. En América Latina “lo sufrimos: crisis de la democracia, dictaduras militares, golpearon al movimiento popular y terminamos siendo la región que tuvo los gobiernos neoliberales más radicales. Hubo un retroceso”. “El que vivió los años 90 tenía la impresión de que esa página de la historia no volvería atrás”, sentenció. Pero vinieron “los gobiernos antineoliberales, los que han sido una maravilla para América Latina y el mundo. La izquierda captó que hay necesidad de ser profundamente antineoliberal. Que hay que hacer un ajuste fiscal para poner las finanzas al servicio del desarrollo. Mientras el mundo sigue siendo neoliberal, nosotros vamos a contramano”. “Ahora nos quieren hacer creer, es parte de la campaña ideológica de la derecha, que la contradicción es entre lo privado y lo público. La idea de la derecha es el mercantilismo, que todo se vende y todo se compra. Pero la nuestra no es que todo sea estatal, como pretende hacer creer la derecha. Lo nuestro es lo público”, subrayó. Tras recordar que el Estado es un área en la que se dirimen conflictos de clase e intereses, Sader precisó que “nuestras ideas van por lo público, la participación de la gente para la toma de decisiones”. “El socialismo será la universalización de la esfera pública”, finalizó el pensador brasileño ante un cerrado aplauso del público.
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