¿Quién mueve los hilos del títere? ¿Quién escribe los discursos del candidato? ¿Quién hace más comestible al muñeco? Hágase el siguiente ejercicio, tómese un candidato y quítenle todo lo que le agrega el marketing, los símbolos, los signos sesudamente craneados por un asesor más o menos inteligente. ¿Qué es lo que queda? Si queda algo, pues, estamos frente a un verdadero candidato, de derecha o de izquierda, eso no importa. Vivimos tiempos complejos para la política tradicional. Los políticos han pasado a ser artículos de vidriera, peinados para la ocasión (o pretendidamente despeinados), con la palabra precisa y la sonrisa perfecta. Estamos ante una andanada de operadores, community managers, semiólogos y un sinnúmero de asesores y/u operadores políticos dentro del esquema básico de la política vernácula. Un fenómeno viejo en otras latitudes y más cercano en la vecina orilla, llevado al límite con los asesores de confianza. Pero en esta elección como en ninguna otra, los símbolos, la publicidad, el marketing y las redes van a jugar un papel fundamental, y de esa forma se están preparando los candidatos o posibles candidatos de cara al 2019. Los blancos hace tiempo que vienen ensayando en las redes, generando cuentas –trolls y más trolls– y moviendo las discusiones desde Twitter y Facebook. Edgardo Novick es un tremendo ejemplo de la creación de un candidato, basado lisa y llanamente en la billetera, que dicen algunos “mata galanes”. Asesores de imagen, operadores y monjes pretendidamente negros son algunos de los protagonistas de una campaña electoral. Algunos de ellos son más importantes que el mismo candidato en tiempos de cierto vacío en algunos de ellos. No es cuestión de discutir el trabajo de los operadores y/o los asesores, sino más bien de saber encontrarlos en los recovecos de los candidatos en construcción. Nadie discute su trabajo de operación o creación, sus campañas en las redes sociales o sus negociaciones a la interna de sus partidos, sino más bien discutimos la opacidad de los mismos, escondidos tras cargos de confianza y con una misión precisa, hacer maquillar a los candidatos. Operadores o monjes negros La política y la sociedad argentina en su conjunto, en su exquisito ejercicio de crear palabras para definir las cosas de cada día, inventaron el término “monje negro” para sindicar a los operadores políticos. Aunque la función la podemos encontrar en todo el mundo occidental, el monje negro se sitúa como tal en Hispanoamérica. Es recordado en tiempos de la presidencia de Felipe González en España entre 1982 y 1996, un personaje señalado como un operador, Alfredo Pérez Rubalcaba. Los monjes negros operan desde las sombras, generan las bases en muchos casos del caudal electoral del candidato. No son votados, pero manejan cuotas de poder dentro de la estructura de la política partidaria. Son en definitiva constructores de poder, más allá de que algunos solo construyan un candidato. Son también denominados “brokers de la política”, el politólogo y decano de Educación y decano de Educación y Comunicación Social de la Universidad del Salvador (USAL), Gustavo Martínez Pandiani, sostiene: “Normalmente, los operadores no se ven a sí mismos como actores de superficie de la política. Saben que, por su pertenencia al mundo oculto del poder, no tienen demasiadas posibilidades de ser la cara visible de una propuesta electoral. Siempre trabajan para otro, aunque no siempre ese otro es la misma persona o grupo político. Su verdadero ´jefe´ es el poder”. Según algunos politólogos, manejan poder informal, y eso es lo que precipita que se niegue su existencia por parte de los candidatos. Se reúnen y toman decisiones, hablan con la prensa, desactivan conflictos, hablan al oído de los candidatos y todo esto sin ser ellos los “número uno”. Tampoco serían esencialmente el número dos, sino algo más que eso. La historia nos ha enseñado que parte del poder está detrás del trono. Napoleón Bonaparte, tras su enorme poder y su ego inquebrantable, poseía operadores en las diferentes partes de su imperio. No podemos olvidarnos de Charles Maurice de Talleyrand (1754-1838), unos de los diplomáticos destacados durante el bonapartismo, negociando y operando. Es bueno destacar que Talleyrand operó de forma magistral para poderes sucesivos y disímiles uno del otro, trabajó para Luis XVI, luego para la revolución que guillotinó a Luis XVI, más tarde para Bonaparte y su “república con emperador” y luego nuevamente para la restauración monárquica. En otro ámbito operaba Joseph Fouché (1759-1820), creador de lo que se conoce hoy como espionaje de la creación del Ministerio de Policía de Francia. Según algunos historiadores fue él quien operó desde el ministerio, a través de una red de agentes, para hacer de Napoleón el líder tras el golpe de Estado. Pero los casos más estereotípicos de operadores, verdaderos monjes negros que cumplieron una función esencial, que hicieron el trabajo sucio para sus jefes, fueron los de los cardenales Richelieu y Mazarino en Francia. Dos operadores de lujo para los monarcas Luis XIII y nada menos que Luis XIV. El término viene directamente de la historia de dos monjes denominados de esa forma y que fueron utilizados como referencia en la creación de este tipo ideal, Girolamo Savonarola (1452- 1498) y Gregori Rasputín (1869-1916) . Pero como todo tipo ideal no corresponde esencialmente a una realidad específica, así como no todos los monjes negros son iguales ni cumplen una misma función, muchos de ellos ni siquiera se autodefinen como tales, a pesar de que actúan como tales. Según Max Weber un tipo ideal es -simplificando- un instrumento conceptual para comprender. El término monacato deviene del griego monachos, que significa persona solitaria, y estos operadores son en esencia personas solitarias, detrás del escenario, detrás de las luces. Tanto Savonarola como Rasputín operaron en sus respectivos reinos, Savonarola en la Florencia de Lorenzo de Médicis y Rasputín en la Rusia de Nicolás II. Savonarola es el creador de la hoguera de las vanidades, en las que se quemaban en público objetos de lujo y cosméticos. Culminó quemado en la hoguera en Roma, tras ser excomulgado. Rasputín por su parte operaba en la corona de los Romanov, en la que tras “sanar” al hijo del Zar, la Zarina Alexandra lo acercó a la corte, en la que logró tremenda influencia en el Zar. Culminó asesinado por los nobles dado su poder justamente detrás del trono. Allí nace el concepto y las implicancias de los operadores que van creciendo y cambiando según las sociedades y los sistemas políticos. En la actualidad los monjes negros son sindicados como aquellos que se presentan detrás del candidato y lo conducen a la victoria, que lo sostienen en sus apoyos, que lo limpian ante la opinión pública, en definitiva, quienes operan. Queda la pregunta latente. ¿Tendrán algo que ver esos operadores en la ascensión al poder de esos hombres, que a primeras luces no parecen preparados para el cargo? Y sobre todo, ¿cómo los mantienen en el poder? Allí radican algunas preguntas para desentrañar su trabajo, operadores disfrazados de asesores o monjes detrás del trono. ¿Quiénes son en Uruguay?
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARME