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En otro 9 de febrero

Por Eduardo Platero.

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Caras y Caretas Diario

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Cuando este artículo se publique estaremos cumpliendo un nuevo aniversario. A 45 años de los sucesos de febrero del año 73, los que han sido calificados como el “verdadero golpe de Estado”. En realidad lo fue, así como fue un golpe la aprobación de la Ley de Estado de Guerra Interna o, más atrás, la noche en que Pacheco restableció las Medidas Prontas de Seguridad que la Asamblea General Legislativa acababa de levantar. Yendo hacia atrás, siempre se pueden encontrar acontecimientos: en el 68 Arismendi, en un informe a los bancarios, tituló ‘El viejo Uruguay ha muerto’. Antes, con motivo del golpe militar en Brasil, había advertido que las cosas habían cambiado. Ni que decir del “febrero amargo”, lúcido, valiente y solitario aviso del senador Amílcar Vasconcellos. Su propio partido lo felicitó, le palmeó la espalda y lo aisló. Debo agradecer la amabilidad de Sergio Israel -con quien conversamos de vez en cuando de esos tiempos y a quien he advertido que se fíe cada vez con más precauciones de mi memoria (porque a los viejos la memoria nos juega malas pasadas)- el obsequio del libro que compusiera junto con Yuri Gramajo acerca de los sucesos que nos ocupan. Lo leí con interés y atención; es una muy prolija y ordenada narración de lo que los actores hicieron o dejaron de hacer en esos días. Únicamente debo señalarles, más por respeto a la verdad histórica que por el cariño que tengo por Alba Roballo, que ella también fue de las renunciantes al gabinete cuando se implantaron las medidas de seguridad de Gestido en el 67. Porque así fue, renunció con mucho dolor, pero sin ninguna vacilación, al Ministerio de Educación Pública o Cultura, no me acuerdo si ya había cambiado de nombre. Era la primera mujer en América Latina en ocupar un ministerio y tenía bien ganado el honor. No era precisamente del riñón de la política, no era ni de la familia de los Batlle, ni pariente de Herrera ni de nadie. Su padre tuvo estancia en Palma Sola y se fundió en la crisis del 21. Su madre era maestra en Isla Cabellos, pero, a los efectos del hándicap a favor que te da pertenecer a una “gran familia”, era lo que se dice una “Juanita de los ranchos”. Estudió trabajando en la academia William James, que había fundado mi abuela en Paullier y 18 de Julio casi como una empresa familiar y principal sostén de los Roballo. Se hizo al lado de Baltasar Brum, la figura gravitante de Artigas, y a su muerte activó como estudiante. Ocupó la Universidad cuando el golpe, habló como “joven estudiante” en el sepelio de Brum, luego en el de Grauert, y se abrió paso con una revista, La mujer batllista, que yo alcancé a repartir en Mal Abrigo. Cuatro ejemplares, porque allí todos eran blancos o se hacían pasar por tales. Uno al jefe de la estación de trenes, otro al de la agencia de correos, otro a uno que no recuerdo y el cuarto a Turbán, un estanciero criollazo que la recibía por cortesía pues era blanco independiente. Siempre sola, siempre marcando los votos, con la 15, pero con su Agrupación Pregón. Haber llegado al Ministerio fue la culminación de una vida de lucha, como mujer y como política. Y lo abandonó sin una lágrima ni un titubeo cuando Gestido decretó la congelación de precios y salarios, en lo que yo considero fue el primer golpe del largo rosario que culminó el 27 de junio de 1973. Un golpe palaciego que expulsó del gobierno a los demócratas y progresistas que fueron sustituidos por los hombres del capital financiero y del Imperialismo. Pobre Gestido, su corazón le fallaría a los pocos meses. Pero basta de esto. El libro sobre los sucesos de febrero del 73 es detallado y objetivo. No señala “culpables”, sino que se limita a enumerar hechos, cabildeos, propuestas y conciliábulos. De su lectura -y cada quien lee con lo que Ortega y Gasset llamaba “su circunstancia”-, a mí me surge clarísima la responsabilidad del entonces presidente, Juan María Bordaberry. Fue el único que no hizo nada, no intentó nada y dejó que las cosas transcurrieran. ¿Por qué? ¡Porque era su golpe! El que él había querido y planificado. El golpe que quería pues no era demócrata, sino falangista. El golpe que necesitaba porque pese a que el fraude lo hizo presidente, no contaba con mayorías parlamentarias sólidas y corría el peligro de quedar en minoría o prisionero de quienes lo sostenían. El golpe que debía anticipar el que preparaban los coroneles liderados por Trabal, que no eran confiables. No eran “peruanistas”, pero habían sido influenciados por los prisioneros tupamaros que los habían convencido de que la raíz de los males era la corrupción de políticos y empresarios. El golpe que necesitaban para que “todo siguiese como estaba”. El que no tocaría nada y gobernaría en beneficio de la rosca oligárquica y el imperialismo. No soy panfletario por utilizar esta terminología “muy años 70”; era una terminología muy precisa y lo sigue siendo. Rosca oligárquica que entrelazaba los intereses de banqueros, empresarios frigoríficos y grandes latifundistas. Imperialismo que no podía ni quería que ningún país latinoamericano se saliera de sus garras. ¡Vamos! ¿No recuerdan que el telegrama oficial de felicitación del gobierno yanqui llegó a Brasil antes de que el golpe se consumara? La única persona que se mantuvo en su sitio, quietito como ratón haciendo la siesta, fue Bordaberry. Los políticos opositores corrían de reunión en reunión, en tanto los “oficialistas” se hacían los muertos y ni aparecían. La CNT expuso su posición; el Frente Amplio hizo su acto pidiendo la renuncia del presidente y que asumiera Sapelli. Ferreira Aldunate exigió la renuncia de Bordaberry y nuevas elecciones. Los militares sacaban tanques a la calle y contaban y recontaban adhesiones en la División de Ejército 1, la Aviación se resignaba a acompañar y Zorrilla, atrincherado en Ciudad Vieja, se iba dando cuenta de que ni mandaba a toda su fuerza ni estaba respaldado por el presidente. El único que veía correr las cosas y se aprestaba a sumarse a la patota era Bordaberry, que en el momento justo ofreció darles el poder y encubrirlos permaneciendo como presidente. Lo logró y con el andar del tiempo casi consigue la aprobación militar para sus planes institucionales, tan, pero tan falangistas, que hasta los militarotes se asustaron. Podremos discutir mil años, discutir el pasado no lo modifica, pero, por más que le demos vueltas al asunto, este fue el golpe que Bordaberry quería, necesitaba y, en la medida de los recursos que tenía, pudo lograr. No hay que confundirse. Los fascistas no son burros; parten de bases ideológicas tan diferentes a las nuestras que no los entendemos. Bueno, dejemos por aquí, ya que el pasado ya fue. Importa en la medida que deja secuelas, raíces que no advertimos y lecciones que muchas veces olvidamos. Hoy por hoy las cosas parecen ser distintas, pero tenemos males recurrentes. Diría los males que aquejan a los países dependientes. Según no sé qué diario londinense, seríamos la única democracia real de América. Hoy, posiblemente gane las elecciones en Costa Rica un pastor neopentecostal que arremetió contra los gays, con más de 50% de abstenciones de quienes ya no creen en esa democracia que en una época comparábamos con la nuestra. La democracia es un hermoso lujo de cuando tenemos viento de cola y un sagrado deber de cuidar cuando las cosas no van tan bien. O “parecen no ir tan bien”. Uno tiene que hilar fino, ya que los índices de crecimiento son aceptables, pero hay mucha gente del medio que la está pasando mal. No es por comparar, porque son cosas distintas y motivaciones diferentes, pero Iemanjá convocó más gente que el rosario ¡Y no es virgen, ignorantes! Estuvo casada y se fugó, dio a luz a todos los orixasas y no le gustan las mujeres que le ruegan que haga volver al amado. Ella piensa que no hay que volver al pasado y que siempre habrá otro amor por delante. Fue la diosa de las aguas dulces porque sus creyentes no conocían sino ríos. Cuando la esclavitud los hizo conocer el Atlántico, la hicieron reinar sobre todas las aguas y la escondieron tras la figura de la virgen María. Un profesor dio una magnífica y breve lección sobre el panteón afro, con contactos con el panteón griego en la que resaltaba las semejanzas y parentescos. Siempre hubo contactos lejanos e intercambios. Los indoeuropeos que llegaron a las costas del Egeo tampoco conocían el mar, por lo que, cuando hubo que adjudicarle dios, se lo encargaron a Poseidón, hasta entonces dios de los caballos. Ambas fuerzas indómitas, tanto útiles como peligrosas. Y Orfeo vino de Oriente, con el vino y sus festivales. En fin, me alegra que las conversaciones entre gobierno y autoconvocados se estén encaminando bien. Como viejo dirigente les advierto que siempre es más fácil sorprender al tigre y cabalgarlo que bajarse de él sin que te coma. Y que siempre que empezás algo que convoca, aparecen los ultrificados que quieren incendiar la pradera y aquellos que se suben al carro. Las soluciones inmediatas posibles se están instrumentando en tanto se estudiarán ¡con ustedes! las de más largo aliento. Yo advierto que en tanto no tratemos el problema de los arrendatarios, las soluciones serán de corto alcance. Y que, en tanto país “tomador de precios”, tenemos que tener fondos de contingencia para juntar en la buena y amortiguar en la mala. Las cosas vienen discurriendo y para bien de todos; uno desea que así sea. Aunque  sea necesario, para que ambas partes sepan de qué están hablando, que se digan cosas que incomodan.  

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