Por Manuel González Ayestarán
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El XXIII encuentro del Foro de San Pablo se celebró en Managua entre el 15 y el 19 de julio, contando con la participación de 332 delegados provenientes de partidos políticos y movimientos sociales de izquierda de 32 países diferentes, entre ellos, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Allí se llevaron a cabo análisis y diagnósticos de la realidad geopolítica global en relación con los que deben ser los objetivos de la lucha de las clases populares de América Latina. A su vez, se definieron posiciones acerca de realidades concretas como el apoyo a la Asamblea Constituyente impulsada por el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, o el apoyo al expresidente brasileño y fundador de este foro, Luiz Inácio Lula Da Silva. “Tras más de cinco siglos de dominación foránea y lucha indígena y popular por su emancipación, por primera vez en la historia de América Latina y el Caribe sus pueblos han logrado una sustancial acumulación social y política, incluida la ocupación de espacios institucionales que los coloca ante la formidable oportunidad y el enorme desafío de desarrollar procesos de transformación revolucionaria o reforma social progresista”, reza la declaración final del encuentro. El documento marca como objetivo de las fuerzas progresistas regionales “construir un genuino sistema de integración regional, y […] coadyuvar a la construcción de un mundo multipolar en el cual impere una correlación de fuerzas favorable a los pueblos”. Posicionamientos En este sentido favorable al orden global multipolar, el contenido fundamental de estas jornadas ha sido “la batalla por Venezuela”, en torno a la cual el movimiento progresista latinoamericano cierra filas: “La batalla por Venezuela es la batalla por el continente y por el mundo. El triunfo de las fuerzas revolucionarias en Venezuela representa el triunfo de todas las fuerzas de izquierda en el mundo entero y, en especial, en América Latina y el Caribe”, indica el texto en el que se resumen las principales conclusiones del encuentro. Así, existe unanimidad entre los delegados asistentes al considerar que la campaña mediático política ejercida a nivel internacional contra el gobierno de Nicolás Maduro tiene como objetivo el control de los recursos naturales del país (las mayores reservas probadas de petróleo del mundo) y avanzar estratégicamente en todo América Latina. De este modo, en el foro entienden que la eventual derrota de la Revolución Bolivariana “provocaría un efecto dominó en la izquierda gobernante latinoamericana y caribeña, sobre todo en los países integrantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), al tiempo que debilitaría los paradigmas de concertación política, cooperación e integración impulsados por los gobiernos de los países miembros de esta alianza. De ahí la importancia de defender a Venezuela e impedir la consumación de este plan”. Por ello, la secretaria ejecutiva del foro, Mónica Valente, confirmó el “fuerte compromiso” de esta organización con la Asamblea Constituyente venezolana que será elegida el 31 de julio, para la cual enviarán una comisión de acompañamiento. Este evento estuvo marcado a su vez por el ataque sufrido por su miembro fundador, el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva, a cargo de los sectores políticos conservadores en alianza con sus aliados en el Poder Judicial. En este sentido, la senadora brasileña por el Partido de los Trabajadores (PT) Gleisi Hoffman declaró que la condena de nueve años y medio de prisión impuesta a Lula se basa en “una acusación sin fundamentos y sin pruebas”. Hoffman denunció el proceso de judicialización de la política de Brasil con el fin de destruir al PT impidiendo que el candidato de mayor popularidad pueda presentarse a las próximas elecciones. Otros ejes de posicionamiento claves durante el encuentro fueron la demanda del levantamiento incondicional, total y definitivo del bloqueo económico impuesto por el gobierno de Estados Unidos contra Cuba y la indemnización al pueblo cubano por los daños y perjuicios provocados durante más de medio siglo de agresiones. También exigieron la libertad de la dirigente indígena argentina Milagro Sala y manifestaron solidaridad con “las fuerzas políticas y sociales que son reprimidas y perseguidas por el gobierno del presidente Mauricio Macri”. Asimismo durante estas jornadas se mostró respaldo al proceso de paz colombiano entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Ejército Popular, FARC-EP), denunciando a su vez “el conjunto de acciones con las que la ultraderecha en aquel país pretende boicotearlos; los asesinatos sistemáticos de decenas de líderes sociales, defensores de derechos humanos, luchadores por la paz e indultados de las FARC y sus familiares por fuerzas paramilitares cobijadas bajo el manto protector del terrorismo de Estado”. También el documento final emitido por el foro manifiesta apoyo a Bolivia en su reclamo de salida al mar con soberanía; la descolonización total del Caribe y la independencia de Puerto Rico; el reclamo histórico de Argentina sobre la soberanía de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Diagnóstico geopolítico “De tener 50 por ciento del PIB mundial hace muchos años (a precios corrientes), la economía estadounidense pasó a tener 31 por ciento en 2000 y 21 por ciento en 2014. Por su parte, China ya tiene 15 por ciento del PIB mundial a precios corrientes; ya superó a Japón, Alemania y otras grandes economías capitalistas y se encamina a sustituir a EEUU en el terreno de la producción. EEUU pasó de tener más de 30% de las exportaciones mundiales a tener 9 por ciento; es decir, uno por ciento menor que el de China, que lidera el planeta con diez por ciento”, indica el documento base del encuentro. Esta realidad se pone en relación con el crecimiento de los países que conforman el grupo Brics, los cuales poseen, en conjunto, 50 por ciento de la población mundial y 30 por ciento de la superficie terrestre. “Estas naciones generan 22 por ciento del PIB global, poseen 45 por ciento de las reservas de divisas, tienen abundantes reservas de petróleo y gas (sobre todo Rusia y Brasil), carbón y otros minerales, producen muchos alimentos y sus economías son complementarias”, reza el texto. Esto implica que los países emergentes están erosionando “la base económica del imperialismo estadounidense, como son las cuotas del mercado mundial de mercancías y de capitales, que no solamente sustituyen las importaciones de las potencias occidentales, sino que compiten con estas potencias al interior de sus propios mercados”. Esto se combina con sucesivas crisis de sobreproducción en las que todas las economías deben competir en un mercado global saturado de mercancías. Esto ha hecho que las grandes potencias empleen en mayor medida tres tipos de caminos: las guerras de rapiña, rescate de sus empresas privadas con presupuestos del Estado y el emprendimiento de medidas proteccionistas. Este es básicamente el proyecto del presidente estadounidense Donald Trump. Sin embargo, desde el Foro de San Pablo se advierte que el proteccionismo viene combinado con el fortalecimiento del neoliberalismo y la desregulación en los países periféricos para poder seguir valiéndose de sus recursos humanos, naturales y energéticos. En este marco se llama a la izquierda a modificar su política, debido a que supuestamente la clase obrera tradicional ha sido desplazada en el tercer mundo, modificando la estructura de clases. Al respecto, destacan la importancia creciente de los trabajadores informales y los pequeños productores que viven de su trabajo: familias de campesinos, artesanos, pescadores, pequeñas manufacturas y pequeños comercios. “En América Latina, estos trabajadores suman alrededor de 50 por ciento de la fuerza laboral”, indica el documento base. “En algunos países, estos trabajadores se están cooperativizando y conformando una emergente economía social que debiera hacernos reflexionar acerca de la posibilidad de emprender una vía asociativa hacia el socialismo, complementaria de la vía de la socialización pública de los medios de producción. Esta nueva clase emergente, base económica de muchos movimientos sociales, acompaña a la clase obrera sindicalizada y movilizada alrededor de los intereses del trabajo, frente a los intereses del capital”, concluye el texto.