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Lectura |

Con Alejandro Palomas

«Escribir me da la vida»

El afamado escritor español reflexiona sobre su más preciada pasión. Habla de sus referentes en el Río de la Plata y dice que en el único lugar donde encuentra la libertad es en la ficción. Además, se confiesa un descreído del amor de pareja: “Para mí es un plano desconocido”.

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Si no escribe, muere. Se abraza a la ficción porque es la única forma de sentirse libre, sumergido en el relato propio o ajeno, ese que nos traslada a mundos idílicos a veces más reales que la misma realidad. Alejado de la ciudad -y en parte de la humanidad-, encuentra entre bosques y naturaleza la paz que necesita para escribir. Parecería que la pluma es su escudo para enfrentar alegrías y tristezas: escribiendo, siempre escribiendo.

Jamás tuve un mano a mano con Alejandro Palomas. Se iba a concretar una entrevista cuando estuvo de paso por Uruguay, pero finalmente no pudo ser. Tiempo después, la comunicación siguió a distancia. Hablamos de la vida, y por supuesto, de los libros. Me sorprende que este hombre asuma que no cree en el amor de pareja, porque soy de los que creen que sin ese amor no hay vida. Pero diga lo que diga, al fin y al cabo, él es un mortal que a través de sus historias también ha brindado mucho amor. Así que pienso que más temprano que tarde, la vida le devolverá eso que tanto cuestiona y hasta quizás teme. Aunque sea en la pura imaginación, ahora mismo estoy frente a frente con el gran Alejandro Palomas. ¿Será en mi Montevideo, será en su Barcelona? No importa. Que se abra el telón.

 

El escritor argentino Ernesto Sabato decía que para escribir, uno debía tener la sensación de que si no lo hacía, moría por dentro. ¿Está de acuerdo?

Siempre he dicho que a mí escribir me da la vida, y no es una figura, sino que es una expresión literal. El único lugar donde encuentro la libertad necesaria para seguir viviendo es la ficción en la que me sumerjo para convencerme de que existe un mundo en el que sí puedo respirar.

 

¿Cuáles son los recuerdos más amados y más odiados de su infancia?

El recuerdo que más amo es el olor de mi madre. El que más odio es el olor de mi padre.

 

¿Qué lo llevó por el camino de escritor y no por el de jugador de fútbol, por ejemplo?

La palabra. Creo que mi primer material de juego fue la palabra, la música que contiene. Por eso siempre he pensado que soy más compositor que escritor.

 

¿Tiene un lugar sagrado a la hora de escribir?

Tengo un despacho lleno de plantas. Estoy literalmente parapetado entre plantas, todas ellas rescatadas. Es como un hospital de plantas, algunas con flor. Ahí es donde escribo y donde leo. Siempre hay un ramo de flores. Antes escribía en cualquier parte, ahora este es mi rincón de creación, con vistas a los campos y a los bosques entre los que vivo.

 

En su carrera de escritor le ha tocado ganar varios premios. ¿Cómo los recibe y para qué sirven los premios en su experiencia personal?

Siempre he dicho que un premio es una beca para poder seguir escribiendo sin tener que preocuparte demasiado por tener que conseguir dinero por otros medios para poder vivir. Un premio es eso, una ayuda para poder seguir escribiendo. Y es efímero, muy efímero. El premio es poder escribir y comer de lo que escribes, poco más.

 

¿Cómo se lleva con los críticos literarios?

Pues he pasado por varias etapas en mi relación con la crítica. Me encanta recibir una buena crítica y me blindo contra las malas, aunque ya no lo vivo como algo emocional sino con curiosidad. Prefiero, y eso sí lo vivo con emoción, la buena acogida del público lector y de los libreros.

 

Roberto Bolaño decía que el mundo de los escritores es bastante canalla. ¿Comparte esto?

Comparto eso con Bolaño al 100%. Siempre he dicho que deberíamos ser un colectivo más generoso y solidario. No lo somos y eso nos resta, y creo que no hay remedio.

 

Si mañana se encontrara con el niño Alejandro Palomas de 10 años, ¿qué le preguntaría?

Al niño le preguntaría si le gusta lo que ve de él en este Alejandro de 53, si está orgulloso de mí.

 

¿Y qué quisiera que ese niño le preguntara a usted?

Me gustaría que me preguntara si estoy orgulloso de él.

 

¿Cuáles son los cinco amores más importantes de su vida?

Mi abuela, mi madre, mi perro Rulfo, mi novela El tiempo que nos une y mi soledad.

 

Imagino que no es una respuesta sencilla, pero ¿cuál es el escritor que más lo ha marcado hasta ahora?

Jeanette Winterson y su novela La pasión, porque para mí fue un shock descubrir que había alguien en el mundo que tenía una música interior tan parecida a la mía. Sentí como si hubiera encontrado a mi alma gemela, sentí que no estaba solo ni loco. Curiosamente, con el tiempo terminé siendo su traductor.

 

¿Qué personaje de ficción literaria le hubiese gustado ser? 

Me hubiera gustado ser Emerenc, la coprotagonista de la novela La puerta de Magda Szabo. Por su inmensa humanidad, por su fortaleza y porque tiene una capacidad de ser fiel a su propia bondad que a mí me deshace por dentro.

 

Hablemos un poco de la literatura rioplatense. ¿Tiene algún escritor preferido por estas latitudes?

Tengo una obra que me marcó profundamente durante mi adolescencia: Bomarzo de Mujica Láinez. Ese mundo, esa sensualidad, esa capacidad de recrear un universo tan complejo y atractivo, tan dinámico… No he vuelto a leer nada parecido. Y hay una autora a la que admiro por encima de todas las cosas: María Elena Walsh. Ella y Gloria Fuertes son un poco la música del mundo.

 

¿Con qué armas le está ganando a esta pandemia mundial?

No sé si estoy ganando esa batalla, la verdad. En cualquier caso, mi arma para luchar contra el virus es la vida en la naturaleza, retirado de lo humano. Hace años que renuncié a lo urbano y creo que eso me ha salvado de mucho.

 

Su primera novela se tituló El tiempo del corazón. Hoy, ¿para qué tiene tiempo el corazón de Alejandro Palomas?

El corazón de Alejandro tiene solo tiempo para el duelo. Hace un mes murieron mis padres y tengo el corazón ocupado de orfandad, sobre todo de la materna. Un corazón solo entiende que existe el “nunca más” cuando muere tu madre.

 

Uno de los temores más grandes que tenemos los seres humanos es a enamorarnos de una persona. ¿Ha sufrido por amor?

Creo que no me he enamorado nunca de un ser humano. Me he enamorado de momentos, de situaciones, de planes y de proyectos, de ideas, de lo que no se ve, pero de la condición humana no he conseguido enamorarme y no creo que lo haga ya. He querido mucho, eso sí, pero enamorarme solo lo he hecho cuando escribo, cuando me instalo en el mundo de la ficción.

 

¿Entonces no conoce el amor de pareja?

El amor de pareja es para mí un plano desconocido, esa es la verdad. Yo aprendí a amar con mi perro Rulfo, aprendí a querer sin temor a ser juzgado, sin defenderme del otro, sin tensión. Mi pareja es quien yo soy cuando creo, cuando vivo en ese otro lado del muro. Mi pareja es la vida, poco más.

 

¿Cómo se lleva con Alejandro Palomas? ¿Qué es lo que más le gusta y más detesta de él?

Me llevo estupendamente con Alejandro. Sabemos hablar bien entre los dos y somos muy tolerantes en el trato. Diecisiete años de diván ayudan, ayudan mucho. Lo que más me gusta de él es su sentido del humor, su capacidad de reírse de sí mismo en todo momento, y la capacidad de comprender la debilidad ajena. Lo que menos me gusta de él es esa manía de cuestionarlo todo cada 24 horas. Y cuando digo todo, quiero decir todo.

 

Biografía
Nació en 1967 en la ciudad española de Barcelona. Es escritor, traductor y profesor. Se licenció en Filología Inglesa en la Universidad de Barcelona y obtuvo un máster en Poesía en el New College de San Francisco. Autor de grandes éxitos como El secreto de Hoffman, El alma del mundo, Un hijo y Un amor, todas obras reconocidas por premios internacionales.

 

Textos: Daniel Alejandro

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