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Una relación

Este también es Quino: un «papá» al que Mafalda hizo que la quisiera

Bajo el título “Una charla sobre la política y la condición humana”, Página 12, reproduce en esta jornada y en homenaje al recientemente fallecido Quino, la entrevista que, el 3 de diciembre de 1972, le realizara Osvaldo Soriano al destacado dibujante argentino.

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Realizada “a pocos días de que apareciera el libro A mí no me grite, en el que el dibujante recopilaba trabajos aparecidos en las revistas Siete Días y Panorama, entre 1968 y 1971”, la entrevista apareció publicada en el suplemento cultural del diario La Opinión.

Consultado por las “diferencias técnicas e ideológicas entre los primeros dibujos de la década del ’50” y los que aparecerían publicados en el libro A mí no me grite, el dibujante respondería: “ahora sé qué cosas quiero decir. En aquél momento la política me importaba tres pepinos” y agregaba respecto a la definición de trabajos políticos que planteaba el entrevistador al definir su trabajo: “Pueden ser políticos o no, porque no sirven de nada. Cuando veo las cosas que hacen los humoristas españoles me pongo triste. Ellos hacen trabajos de una agresividad tremenda, aunque inútil. Lo que yo hago no cambia nada. Pero mis dibujos, sumados a piezas de teatro, a películas, a canciones, a libros, conforman una obra que podría ayudar a cambiar, aunque yo tengo mis dudas. Mis dibujos son políticos, pero en relación a situaciones humanas más que políticas en sí. Esas situaciones se vienen repitiendo desde que el hombre es hombre (…) es más bien una política de la condición humana, no de ciertos regímenes. Landrú dice que el humor es una válvula de escape, que el tipo que quiere poner una bomba ve un chiste que lo hace reír alrededor del asunto que lo tenía irritado y entonces ya no necesita poner la bomba. Fíjese, si no, en España: la gente se ríe con la agresividad del humor y aguanta todo lo que pasa”.

En esta entrevista, el dibujante no se define como alguien con una posición política tomada, algo que es observable en el diálogo siguiente:

“Con sus dibujos pasó lo contrario. Una vez los utilizaron en una operación guerrillera.

-Me dio mucha rabia. Es como si yo fuera adonde ellos hicieron un asalto y escribiera en la pared con un aerosol: “Este asalto es una propaganda del almacén Don Manolo”. Me sentí usado por tipos que yo no sabía en qué estaban. Yo no tengo una posición política tomada.

-Sin embargo, en sus dibujos asoma una ferocidad tremenda contra determinadas formas políticas, contra un sistema de vida.

-No. La ferocidad está dirigida contra la condición humana. La explotación del hombre por el hombre es inherente al ser humano y se ha desarrollado a través de cinco mil años. No veo que pueda cambiar. Por eso creo que el humor no sirve; claro que es lo único que yo tengo. Por lo menos dibujar me divierte, pero pensar no”.

En aquella ocasión, Quino, quien ha sido recordado en estos días por su personaje de Mafalda, niega que fuera este su trabajo más importante:

“¿Mafalda ha sido su trabajo más importante?

No. Me gusta mucho más otro tipo de dibujo, el que hago para Panorama y que va a salir en este libro. Mafalda me echó a perder como dibujante. En Rico Tipo, en 1963 y 1964, dibujaba mucho mejor que ahora. Mafalda me amaneró, pero voy a seguir con ella por lo menos hasta que se termine la película que está haciendo Catú. Después dependerá de lo que pase. Además, ahora Mafalda aparece en Francia y eso me obliga a seguir haciéndola. Mafalda es el personaje que me hizo famoso. Antes me pasé doce años trabajando en otra cosa, en lo que más me gusta, sin que pasara nada. Por fin, en 1964, apareció Mafalda en Primera Plana y desde entonces fui desarrollando la historieta. En principio la había creado para una campaña de artículos para el hogar que no se concretó, luego me pidieron un personaje en Primera Plana y allí apareció. Después fui a El Mundo y cuando éste cerró, pasé a Siete Días. Pero, repito, Mafalda me frustró como dibujante. Sin embargo, a veces le tengo cariño, otras veces le tengo rabia”.

Consultado sobre “la génesis” de Mafalda, respondió: Al principio Mafalda era una niña que decía malas palabras, que llegaba adonde estaban su padre y su madre y les hacía preguntas y ellos respondían. Luego hubo necesidad de ampliarla y dibujé a Felipe, que era un contra-Mafalda. Después agregué a Manolito, a Susanita: todos entraron como contra-personajes. El hermanito de Mafalda apareció porque un día estaba apurado y no se me ocurría nada. Entonces decidí poner que Mafalda iba a tener un hermanito y después tuve que seguir la idea. Ahora ya el hermanito habla correctamente, dejó la zeta y pronuncia bien la ere. Pero nunca sé qué haré en el futuro, nunca pienso qué pasará con los personajes, eso sale cada día”.

La entrevista recorre, lo que significaba en ese momento para Quino dibujar, el peso que pudiera tener la fama adquirida en la Región, la censura, las características de los contenidos de sus libros, el lugar del humor en la transformación de las personas y como no podía ser de otra forma, la cuestión del retorno de Perón a la Argentina y la posibilidad que este acontecimiento apareciera reflejado en sus dibujos de Mafalda.

Con respecto a este último punto, Quino respondió: “No, creo que no. Mi drama es que yo no tengo ideas políticas. Me sentiría muy feliz de poder creer en algo. Hay gente que dice soy marxista, pero jamás leí a Marx, me da vergüenza decirlo, pero es así. Yo no creo en nada… el ser humano es la única criatura que se perjudica a sí misma. Será porque piensa, pero ya que Dios le dio la inteligencia, hubiera sido preferible que le diera más, eso es lo que me da bronca”.

Se trata de una entrevista que permite, no tomar una posición definitiva sobre quien, sin duda alguna, ha sido uno de los mejores dibujantes que ha aportado América Latina al mundo, sino de una fotografía de alguien que hoy, cuando ya no nos acompaña, no debe ser traicionado obligándolo a decir aquello que antes no dijo.

“Me gusta el humor intemporal. También el humor que tiene que ver con la música. El único lugar donde a veces se me ocurren cosas es en los conciertos. Necesito del ámbito de un concierto para que salgan las ideas, aunque después no sirvan para hacer chistes. En verdad, cada vez tengo menos ideas. Trabajo todo el día y si consigo algo, es a fuerza de insistir en ese trabajo. Espero que la película (se refiere a la película de Mafalda) rinda lo suficiente como para despedirme de Mafalda. Los días más felices los pasé cuando no tuve que dibujarla”.

Postura que no invalida, el resto de sus manifestaciones que, a posteriori, fueron ubicando a Mafalda y su creador, en esos ejes donde claramente se reflejan preocupaciones políticas sobre las formas de habitar un mundo cada vez más alejado de aquél humanismo con el que tempranamente se identificara el “papá de Mafalda”, una niña que enseñó, si se remite uno a esta entrevista, a que su “padre” la amara.

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