Con mucha distancia sobre sus competidoras, la plataforma creada y lanzada al mundo por Mark Zuckerberg es la que cuenta con más usuarios en el mundo. No obstante, en estos días dos reportajes publicados en los periódicos The New York Times y The Guardian revelaron que los datos de unos 50 millones de perfiles fueron filtrados de las cuentas de Facebook. Los mismos pertenecen de manera predominante a usuarios norteamericanos y británicos. El satánico doctor Kogan El informante que permitió la revelación de esta información fue el canadiense Christopher Wylie, que trabajó en la consultora de datos Cambridge Analytica (con sede en Reino Unido) desde su fundación, en el año 2013. Cambridge Analytica es una compañía especializada en recabar datos y realizar análisis basándose en datos sociales y psicológicos. Su negocio consiste en categorizar a las personas analizadas para destinarles mensajes comerciales y políticos a los que puedan ser permeables. Entre sus clientes más relevantes han estado los partidarios del brexit (campaña en Reino Unido para salir de la Unión Europea, UE). Los insumos que comercializa Cambridge Analytica son algoritmos, o sea, secuencias de pasos lógicos a través de los que se soluciona una incógnita. Para diseñar esos algoritmos eran necesarios los perfiles de usuarios a categorizar, a los que se dirigirían mensajes personalizados de acuerdo a su particular perfil psicológico. La pertinencia y el consiguiente impacto de la denuncia de Wylie se basaban en que fue él mismo quien diseñó esos algoritmos. Sin embargo, lo que hasta ese momento era el diagrama de una técnica comercial en la que consistía la razón de ser de la consultora comenzó a ingresar en un terreno fangoso, cuando Cambridge Analytica adquirió la masa de datos provista por Aleksandr Kogan, un académico ruso de la Universidad de Cambridge que había obtenido permiso de Facebook para relevar el perfil de personalidad de los usuarios de la plataforma que accedieran a responder un cuestionario a cambio de una suma de dinero. Pero a ello se agregaba el requerimiento de que estos debían aceptar entregar los datos de sus cuentas de Facebook. A través de esa técnica, Kogan consiguió reunir información privada de 270.000 usuarios. Cambridge Analytica tenía la mitad del problema resuelto: tenía los algoritmos, pero no las bases de datos de los usuarios. La complicidad de Facebook La revelación de Wylie fue que los datos fueron comprados a Kogan y que Facebook estaba en conocimiento de ello. De hecho, en 2014, cuando Kogan hizo su relevamiento, Facebook permitía que cuando el usuario diera su consentimiento, se pudieran enviar al remitente los datos de sus contactos. Este fue el expediente del que se valió Kogan -y por consiguiente Cambridge Analytica- para convertir sus 250.000 cuentas en alrededor de 50 millones. La cifra es aún estimativa, ya que se especula con que podrían existir muchas más cuentas y bases de datos que aún no han aparecido. La metodología empleada por Kogan consistió en crear una aplicación llamada “thisisyourdigitallife”, que realizaba predicciones de personalidad de los usuarios mientras se llamaba a sí misma una “herramienta de investigación para psicólogos”. La aplicación solicitaba a los usuarios iniciar sesión utilizando su cuenta de Facebook y, como parte de ese nuevo inicio, requería el acceso a los perfiles de los usuarios, su ubicación, lo que les gustaba en el servicio y los datos de sus amigos. Según Facebook, el problema surgió cuando Kogan envió esa información -supuestamente inspirada en fines académicos- a Cambridge Analytica sin el permiso de los usuarios, algo que va en contra de las reglas de la red social. Por supuesto que Cambridge Analytica pagó a Kogan (US$ 800.000) por la base de datos que este había recopilado con la aquiescencia de Facebook. Empero, este no informó a la plataforma de Zuckerberg de la transacción que había realizado con los datos, que superaba largamente los objetivos académicos alegados. En 2015, Facebook revocó los permisos que otorgaba hasta el año anterior y hacia finales de ese año tuvo conocimiento de la transacción comercial realizada entre Kogan y Cambridge Analytica. En agosto de 2016, Facebook mandó una misiva a Christopher Wylie, pidiéndole que borrase la información recabada. Sin embargo, de acuerdo a Wylie, la red de Zuckerberg esperó dos años sin hacer absolutamente nada para verificar que los datos hubieran sido efectivamente borrados. De acuerdo a Wylie, “todo lo que me pidieron hacer fue marcar una casilla y enviar la carta de vuelta”. Para corroborar las afirmaciones del denunciante de que la conducta de Facebook no denotaba buena conciencia, el día anterior a que las revelaciones estallaran en la prensa, la red social bloqueaba el acceso a su plataforma, tanto a Cambridge Analytica como a Aleksandr Kogan. Al día siguiente, haría lo propio con Christopher Wylie, amenazando con ir por la vía judicial para que las revelaciones del denunciante no fueran publicadas. Al tomar estado público la noticia, Facebook quedó en una situación sumamente desairada. Su línea de defensa consistió en que la investigación académica de Kogan ocultaba otras intenciones y que la compañía no podía ser acusada de habilitar una filtración de datos o una brecha en su seguridad. Si este extremo fuera controvertido, la plataforma estaría expuesta a las sanciones impuestas por la legislación del estado de California, que establece que la misma debe informar inmediatamente a sus usuarios que sus datos habían llegado a manos inapropiadas. Deslindando su propia responsabilidad, Facebook alega que fueron los propios usuarios los que voluntariamente entregaron sus datos para la disección de su personalidad. Según la empresa, las normativas que Facebook establecía al respecto hasta 2014 habilitaban estudios como el que Kogan realizó. El uso que este hiciera de ese banco de datos era de su incumbencia y responsabilidad. Política y plataformas sociales Esta secuencia de equívocos, ambiciones y deslealtades bien podría haber quedado reducida a un episodio más de la ya de por sí turbia relación de intereses que existe en torno a la redes sociales. Pero el enredo adquirió ribetes de escándalo cuando trascendió que los algoritmos de Wylie, la información recabada por Kogan y luego comercializada con Cambridge Analytica habían sido utilizados con fines políticos para influir en el resultado del voto por el brexit en Reino Unido y en las elecciones presidenciales de 2016, en Estados Unidos. La revelación puso en segundo plano la sospecha de que en las elecciones de 2016, Donald Trump se había visto favorecido por la acción de agentes rusos, extremo que está siendo investigado por el Congreso y el FBI. Intentando aventar las sospechas que sobre sí recaen, Facebook alega que le dijo a Cambridge Analytica que eliminara esos datos, pero las primeras investigaciones demuestran que la información no fue destruida. Es claro que una vez obtenida, su poseedor no las eliminaría, en tanto representan un capital de inestimable valor. Antes bien, la consultora santifica su accionar diciendo que cumplió escrupulosamente con las reglas de la red social y que sólo recibió datos “obtenidos legal y equitativamente”, eliminando la información que preocupaba a Facebook. La maniobra no apunta a Donald Trump de manera azarosa. Steve Bannon, estratega en jefe de la campaña de Trump, fue vicepresidente de la junta directiva de Cambridge Analytica y la consultora contribuyó activamente a la campaña, identificando a los votantes para orientar la propaganda electoral destinada a influir en su voto. Más preguntas que respuestas Las repercusiones del escándalo en Estados Unidos llevaron a que legisladores exigieran la comparecencia de Mark Zuckerberg ante el Congreso, algo a lo que reiteradamente se ha negado cuando se le quiso interpelar sobre temas conexos. En Europa, donde la tolerancia a las violaciones de la privacidad por parte de las redes sociales ha sido más dura que en Estados Unidos, los eurodiputados han manifestado que investigarán el tema a fondo y que Zuckerberg debe comparecer inmediatamente ante el Parlamento europeo. A una semana del día en que la prensa diera detalles del escándalo, Zuckerberg rompió el silencio haciendo su mea culpa: “Empecé Facebook y, al final del día, soy responsable de lo que pasa en nuestra plataforma. Hablo en serio acerca de hacer lo que se necesita para proteger a nuestra comunidad. Si bien esta cuestión específica que involucra a Cambridge Analytica ya no debería suceder con nuevas aplicaciones hoy, eso no cambia lo que pasó en el pasado. Vamos a aprender de esta experiencia para asegurar más nuestra plataforma y hacer que nuestra comunidad sea más segura para todos los que van hacia adelante”. Pese a sus declaraciones de buena voluntad, las acciones de Facebook cayeron 6,7% en la bolsa de Nueva York y se registra la deserción de millones de usuarios de la red. Otras preguntas quedan pendientes, como por ejemplo: ¿hasta dónde puede llegar la manipulación mediática en la voluntad popular? ¿Hasta qué punto esa manipulación no pone en entredicho el propio concepto de democracia representativa? Sobre eso habría mucho para decir, tanto que supera con holgura este escueto espacio.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARME