No me estoy refiriendo a ninguna cifra presupuestal, pese a que muchas de ellas son escasas, insuficientes, insatisfactorias, magras o, para decirlo con el vocabulario que oficializó este año el Ministerio de Economía, “cautelosas”. En ocasión del Presupuesto –que se supone debe ser quinquenal, pero se proyectaba para dos años y finalmente duró uno–, la palabra empleada fue “prudente”; ahora es “cauteloso”. Tal vez haya alguna importante diferencia que no alcanzo a percibir. Entre prudencia y cautela la distancia no es demasiado apreciable. Pero no me quiero ensañar con nuestro ministro de Economía; en realidad, le estoy reconociendo por su prudencia, cautela o lo que sea. En medio de las turbulencias de un continente alcanzado de lleno por la inversión de la coyuntura, nuestro país se ha mantenido. Poquito, casi nada a veces, con tendencia favorable y viento en contra, hemos crecido. Hace 15 años que el contador Astori, u hombres de su escuela, han mantenido firme el timón y han conseguido una estabilidad que nos distingue. En estos 15 años, nos han tocado dos o tres oportunidades de gloria en las cuales visitar la frontera con Brasil o darse una vueltita por Buenos Aires era sentirse poco menos que millonario. Años del “deme dos” o de traerse el surtido para las vacaciones en algún balneario oceánico. Bueno, esos años del “deme dos” correspondían a profundas crisis, devaluaciones y sufrimiento del pueblo de las patrias hermanas. En tanto, nosotros la hemos ido llevando, lo que no quiere decir que esté satisfecho y que no aspire a más. Trato de ser realista y no tengo más remedio que admitir que yo y muchos, diríamos que todos los disconformes, hemos mejorado. Lo que no quiere decir que estemos ahítos y reclamando de puro viciosos. Subieron nuestros ingresos, pero también subieron nuestros gastos. Porque se vive distinto, porque la vivienda es un problema, porque la desocupación es un fantasma demasiado real como para no preocuparnos, y porque el porvenir es penosamente gris. Y porque toda la oposición vocifera que la educación es un desastre y la seguridad, lo mismo, sin tener en cuenta que ambos son problemas del mundo. Hubo una Revolución Industrial y nadie sabe bien qué y cómo enseñar. El mundo se ha vuelto cruelmente desigual y violento y la Seguridad no la puede garantizar nadie. En un año, en Estados Unidos se cuentan más de 25.000 muertos en tiroteos. Todos, nosotros, el gobierno y nuestra monocorde oposición, nos damos cuenta de que estamos en el final de un ciclo, favorable, de prosperidad y avances sociales, pero que ni está consolidado ni nos satisface del todo. Cierto, durante los gobiernos anteriores festejábamos como un triunfo el haber conseguido, con durísimas luchas, acercarnos un poco a los altos precios. Recuerdo una expresión de Héctor Rodríguez: “Nuestros salarios suben por la escalera y los precios por el ascensor”. Ya no es así y, por más que me quiera conformar con lo obtenido, no puedo ignorar que la jubilación mínima está por debajo 10.000 pesos y el salario mínimo en menos de 15.000. Un enorme esfuerzo, un gigantesco crecimiento en porcentajes, pero ¡andá a vivir con esa plata! Cierto, no pagan los impuestos a los sueldos y las pasividades, ¡pero pagan IVA! Y no es cuestión de que a los viejos no nos cobren boleto los domingos. ¡A nadie satisface la limosna! Y, sobre todo, lo que más calienta es que te quieren convencer a fuerza de porcentajes o números. Yo creo –y creo no equivocarme– que lo que más calienta es que te tiren con esos porcentuales por la cabeza. Ninguno de los queridos gobernantes que manejan cifras tiene idea de cómo se vive fuera de la burbuja, de su burbuja, compuesta por buenos sueldos, confortables despachos, pizarrones llenos de números y absolutamente despegados de la gente. Para decirlo con las palabras del Dr. Herrera, que, además de ser un astuto guerrillero de la política, manejaba el idioma y encontraba en él formulaciones ineludibles: “La gente que anda y arde en la calle”. Me preocupa que nos hagan pelear por garbanzos. ¿Qué se puede conseguir luego del envío de la Rendición de Cuentas? Una rendición que ya se avizoraba que sería de “chauchas y palitos”. Faltaba el voto 50, el déficit fiscal seguía alto, la deuda aumentaba, los costos internos estaban caros y el dólar flaco y con precios a la baja. Todos sabíamos que la ocasión no era de tirar manteca al techo. Pero todos esperábamos, no, me corrijo: todos necesitábamos una actitud más abierta, más fraterna, más valiente. En el cercano final del primer gobierno del Dr. Sanguinetti, cuando nos apabullaban con las cifras de 0 kilómetros vendidos y sacaban pecho con que no habían perdido ninguna huelga, yo sentía que me (nos) faltaba algo. Pese a la bronca con la que nos dejó el resultado del “voto verde”, todos sentíamos que de alguna manera el sistema institucional se había fortalecido, la inestabilidad de la “tablita” y el desenfreno especulativo se había estabilizado y “estábamos mejor”. Sin embargo, ese plebiscito fue lo último que ganó. Perdió la interna, perdió conflictos y terminó perdiendo todo: el gobierno con el Dr. Lacalle y la intendencia con Tabaré. En lo departamental, el Partido Colorado nunca se recuperó. Ahora agoniza en lo nacional; con suerte le gana al Partido Independiente y entra tercero. Todo bien parecía, pero nos faltaba algo y se la hicimos pagar. A mi juicio –y opino como actor de esos años, no como analista–, lo que faltaba era proximidad. El gobierno se había despegado de la gente; le ganó al “voto verde” explotando el miedo, no la convicción, y mucho menos la adhesión. Desde su magnífica torre de marfil nos dictaba las razones por las cuales debíamos estar contentísimos. Así le fue. Bueno, yo siento que nos está pasando algo similar. Nada de pasarte la mano por el hombro y hablarte como se habla con un compañero, con un amigo. Se nos dicta desde el gobierno y ahora se nos dicta, también desde la fuerza política. ¡Todos encerrados! ¡Todos aislados! Todos, sin dudas, muy entendidos en economía, muy compenetrados de que lo que hacen está bien. Y a lo mejor está bien, pero falta proximidad y manejo de los tiempos. Resulta que en medio del escandalete de las tarjetas de Sendic (que disimula los gastos de todos los otros que se hacen los nunca vistos), ¡justo en el medio!, se nos ocurre meter el peso con la derogación del delito de abuso innominado de funciones. Apagamos incendios con nafta. Cuando toda Latinoamérica está salpicada por los escándalos del Lava Jato, nosotros salimos a mentar la soga en casa del ahorcado. No me quiero meter de nuevo en el caso Ancap; ya dije que, para mí, los 4 millones de dólares anuales que cuesta ese servicio médico no justifican el hurtarle un derecho adquirido a los trabajadores. Parece que hay dos varas con las cuales medir. Para los militares, respetamos sus derechos eventuales a jubilarse con todas las prebendas; para los cincuentones que fueron incluidos de prepo en las AFAP, “estamos estudiando”. Y para los de Ancap, justo el 30 de junio, cuando los ánimos están más caldeados por los temas presupuestales. Quiero ser justo en esto de la fecha: los dos sabían. Pero que es un robo, es un robo. Y que pesan más esos cuatro milloncitos que los 400 del servicio de pensiones militares, parece que pesan más. Y lo que más calienta es cómo se ceban, gobierno y oposición, escandalizando con el servicio médico y cómo se hacen los bobos con los militares. Y estoy de acuerdo en el gradualismo, pero ya no hay que prever 400, sino 500 millones. Más de lo que el gobierno debe subsidiar al BPS, que paga diez veces más jubilaciones. Y lo tiene que hacer porque rebajó el aporte de los patrones y porque el BPS no puede cobrarles comisión a las AFAP por el trabajo que tiene para separarle su parte y servírsela en bandeja. Este es mi gobierno, soñé con la unidad del pueblo para llegar al mismo, luché por resistir y avanzar y sigo considerando que no hay en el mapa político concreto ninguna alternativa mejor. Pero lo encuentro cogotudo, enseñoreado de los cargos y sin ninguna aproximación afectiva. ¡Miren, ratones! Son muy importantes los cargos y, sin duda, ustedes son muy sapientes. Pero sin nosotros ¡ustedes no existen! Pelearemos por algún garbancito más y lo conquistaremos o no, pero lo esencial es que el resultado no nos haga despreocuparnos del destino de este gobierno que nos hace arder en la calle. A mi Pit-Cnt le pido que conduzca y protagonice las luchas, pero, sobre todo, que al sintetizar no nos desvíe. Que nos haga tener siempre presente que nada está consolidado, ¡nunca lo está! Y que, con independencia de los resultados, la lucha es para que el gobierno, nuestros compañeros en el gobierno, entiendan que sin nosotros, contra nosotros, todo estará perdido.
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