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Frente Amplio: momento crucial

Por Enrique Ortega Salinas.

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Caras y Caretas Diario

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No sé de ningún partido político que haya realizado un proceso de autocrítica como el que, ante el reclamo insoslayable de la militancia, iniciará el Frente Amplio el 17 de octubre. Todo indica que dicha militancia no aceptará medias tintas; por lo que será un proceso doloroso; pero necesario, como algunas terapias. Está bien; porque el peor favor que le puede hacer un revolucionario a su causa es ser obsecuente.

La encrucijada está en la posibilidad de dar pasto a las fieras (o sea, reconocer errores que la derecha capitalizará a modo de confesión del acusado) o barrer bajo la alfombra y dejar aún más calientes a los militantes que ya hierven. No hay salida: habrá que hacer lo que debemos hacer; y lo que debemos hacer es, con fraternidad e inteligencia, reconocer en qué le erramos y enderezar lo que haya que enderezar.

Los tres gobiernos consecutivos del Frente Amplio lograron avances históricos, lo que hace que la derrota sea incomprensible para el mundo; pero es obvio que se cometieron errores.

Al documento hecho público por el Frente Amplio (considerado un “disparador de la discusión”) se ha sumado otro, impulsado de abajo hacia arriba (firmado por militantes de casi todo el país), que no podrá ser ignorado en dicho Plenario. Crudo; pero necesario; sin ánimo de ofender; pero sin ganas de permitir la continuidad de errores que nos condujeron a la derrota. Una declaración final tibia no servirá absolutamente para nada y puede resultar frustrante, contraproducente y hasta ofensiva para la militancia.

A nadie le gustan las críticas; por lo que no aspiramos a que nos den un premio por la simpatía en este certamen, mas llegó el tiempo de decir que no todo se hizo bien y que por algo perdimos. Durante años alertamos que íbamos rumbo al despeñadero y quienes tenían que oír no lo hicieron.

El documento, alternativo al oficial, plantea diversos puntos que explican la derrota.

 

Deficiente en comunicación

Perdimos porque fuimos absolutamente incapaces y mediocres en materia de comunicación. Tuvimos un pudor inentendible de usar los medios disponibles para publicitar los logros de los gobiernos frenteamplistas. Perdimos contra el olvido, la manija y el marketing. Dejamos que se instalaran mentiras (que Sendic se robó centenares de millones de dólares, que estamos llenos de corruptos, que la educación es un desastre, que trajimos el narcotráfico, que le quitamos a los que trabajan para mantener vagos, etcétera) en lugar de salir cada día (como hacían Hugo Chávez o Rafael Correa) a desmontarlas una por una.

Perdimos porque abandonamos la lucha ideológica. No combatimos el lavado de cerebro provocado por la dictadura militar y los partidos de derecha ni erradicamos los prejuicios contra la izquierda. Permitimos, incluso, que muchos trabajadores tuvieran una mala imagen de los sindicatos gracias a la propaganda derechista.

Cuando Graciela Villar dijo que esto era entre oligarquía y pueblo, no se equivocó, pero muchos pseudoizquierdistas se espantaron. La culpa no era de la compañera, sino de la dirigencia, que desperdició quince años sin formar conciencia popular revolucionaria. La frase chocó a varios porque nuestros dirigentes (salvo un par de excepciones) dejaron de lado la docencia política. De nada sirve llegar al gobierno si no se explica a los ciudadanos por qué, para qué y a costa de qué se hacen los cambiosPor otra parte, y a la luz de las medidas del gobierno multicolor, privilegiando a los de arriba y demoliendo a los de abajo, ¿quién hoy puede sostener que la compañera estaba equivocada? Si la ciudadanía no estaba preparada para oír semejante verdad, la culpa fue nuestra, porque no hicimos lo suficiente para que dicha ciudadanía comprendiera algo tan elemental.

Perdimos porque nuestra campaña electoral fue la peor desde que se fundó el Frente Amplio y demostramos no tener ni la menor idea de lo que es el marketing político. De relaciones públicas, ni hablemos.

Perdimos miles de militantes porque varios dirigentes, cuando ascendieron al Olimpo, cortaron contacto con los humildes mortales que los encumbraron. Sabemos de varios casos de pedidos formales de reunión para realizar planteos a algunas autoridades y no solo no fueron aceptados, ni siquiera se tuvo la gentileza de responder. También ocurrió algo similar con el primer equipo de campaña de Daniel Martínez, negándose reuniones a grupos que traían importantes aportes. Se negaron entrevistas a programas como Buscadores; pero se aceptó la de un operador derechista de bajísimo nivel moral. Para colmo, se optó por bajar al nivel del periodista y la entrevista terminó abruptamente. Los votos perdidos en tal oportunidad son imposibles de evaluar.

 

Malas decisiones

Perdimos porque a quienes avisaban que íbamos camino al despeñadero los trataban de traidores. Perdimos porque se menospreció la labor de los frenteamplistas independientes y se restó protagonismo a las bases.

Perdimos porque no siempre designamos a los más capaces para los cargos. Dejamos de considerar a valiosos militantes de profundas convicciones frenteamplistas y encumbramos a varios que hoy, luego de haber solucionado su situación económica gracias a los cargos que se les otorgaron, ni siquiera continúan en nuestra fuerza política. Perdimos porque nos llenamos de políticos profesionales. Algunos, incluso, ni siquiera realizaban sus aportes a la fuerza política que los colocó en un cargo.

Nos equivocamos al promover a Almagro (claro, ¿quién iba a imaginar lo que era?) y a uno de los Saravia al Senado. Fuimos lentos al tratar el caso Sendic.

Perdimos también porque la disputa interna en Maldonado nos costó buena parte de los votos que faltaron para ganar el balotaje.

Perdimos porque no hicimos lo suficiente por algunos departamentos en situación crítica, como Rivera.

 

Policías y militares

Perdimos porque no nos dio el coraje para erradicar de las escuelas militar, naval y policial la nefasta infección ideológica de la derecha.

Perdimos porque, pese a que hicimos por los policías lo que nunca hizo otro gobierno, no los amparamos en el discurso. Los homenajes a los héroes que dieron su vida o resultaron heridos combatiendo criminales fueron tardíos y poco, muy poco publicitados. No fuimos capaces de aclarar las veces que fueran necesarias que nuestra lucha era contra los militares y policías abusadores como Nino Gavazzo, entre otros, pero jamás contra los policías y militares honestos y respetuosos de los derechos humanos. Lo dimos por sobreentendido. Luego nos asombramos de que votaran a la derecha que siempre los tuvo en la miseria, pero que sí les dijo las palabras que querían oír.

Repudiamos totalmente la actitud del actual ministro del Interior, que envalentona a los prepotentes (lo que ha dado lugar a varios casos de abuso policial) en lugar de avalar a los buenos policías que cumplen su función sin necesidad de avasallar derechos; pero nosotros fallamos en cosas elementales, como no ir a visitar a un policía herido o acudir a su velatorio.

 

Inseguridad

Perdimos porque tardamos diez años en reconocer que teníamos un problema de inseguridad, y mientras asaltaban a la gente, le decíamos que tenían un problema de percepción.

Perdimos porque dejamos que proliferaran las bocas de venta de droga. Perdimos porque tras la legalización de la marihuana (que apoyamos) no hicimos la prometida campaña para disminuir su consumo.

Perdimos porque (pese a que la mayoría de los fiscales y jueces son verdaderos héroes) en varias ocasiones las decisiones del Poder Judicial indignaron a los ciudadanos, y muchos votantes, desde la ignorancia, culparon al Frente de tales fallos. Solo Bonomi intentó explicar el tema de la separación de poderes. Repetimos: no era culpa del Poder Ejecutivo; pero tampoco lo explicamos debidamente ni apoyamos a Bonomi cuando lo hacía.

 

Lentitud

Perdimos porque nos faltó sentido de urgencia. Traer las tobilleras electrónicas fue un gran acierto; pero la lentitud en llevar el sistema a todo el país, mientras masacraban a nuestras mujeres, fue desesperante. En Maldonado murió un niño porque estaba en lista de espera de medicamentos. No hay excusa.

 

El candidato

No sería justo achacar la derrota a Daniel Martínez, pero tampoco debemos perder la oportunidad de señalar algunos errores suyos o de su equipo. Nuestro candidato traía dos mochilas muy pesadas: la inseguridad y la promesa de un impuesto contemplado en el programa del Frente Amplio que le permitió a su contendiente refregárselo en la cara una y otra vez. Lo mandamos a la guerra con un tenedor.

En los debates le faltó manejar técnicas adecuadas y efectivas de oratoria. Daniel mejoró mucho en el segundo, pero no lo suficiente. Los spots de campaña no fueron efectivos y quedó claro que carecía de respaldo profesional en materia de comunicación.

La entrevista en Santo y Seña fue un error de principio a fin. Bajar al nivel de las cloacas en las que se mueve el periodista de derecha nos costó una innumerable cantidad de votos. La gran remontada para noviembre fue mérito de los militantes de a pie que salieron a buscar el maracanazo; pero faltó tiempo y el daño ya estaba hecho.

 

Centralismo capitalino

Merecimos perder porque el Frente Amplio practicó como nadie el centralismo montevideano en lo político. ¿Cuántos ministros y senadores eran del interior?Los principales cargos de gobierno y conducción siempre los repartimos en el entorno capitalino. No hicimos nada para resaltar a los líderes del mal llamado interior. El resultado fue el retroceso en varios departamentos en las elecciones de setiembre.

El Frente Amplio mantuvo un solo departamento gobernando a todo el país. Esperemos que en un próximo gobierno el gabinete mantenga un equilibrio territorial.

Hay puntos en el documento inicial (elaborado por el equipo designado por el Frente Amplio) que parecen lograr consenso:

  • No se logró crear una “conciencia social” para que la gente se apropiara de los logros ni se logró asociarlos a las políticas públicas que se implementaban.
  • La falta de diálogo también se dio entre el gobierno y el FA.
  • “Nos afectó el burocratismo”.
  • Nos preguntamos hasta qué punto se escucharon las preocupaciones de la sociedad en torno a la seguridad, economía y educación.
  • “Cuando algún frentista se apartó del camino, las más de las veces nuestra reacción fue defender al compañero a rajatabla o aceptar de plano, como buena, su versión”. “No se sopesó políticamente que, de permanecer en la función que desempeñaba, erosionaba la visión que muchas personas podían hacerse de nuestra fuerza política”.

 

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