Después de generar enormes expectativas internacionales, incluso despliegues militares en la región, se reunió el G20 en Buenos Aires. O siempre estuvo pensado en un operativo publicitario y nunca hubo esperanzas de avance alguno, o no se quiere ser transparente con la gente a la hora de evaluar los resultados. En uno u otro caso, ello ayuda a explicar el escepticismo generalizado que hay en muchos de sus gobernantes y ni que hablar en los rimbombantes y permanentes anuncios (excesivas reuniones cumbre de todo tipo, tamaño y color).
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Desde la organización, a las señales protocolares, las bilaterales y, sobre todo, la resolución final, todo ha sido un fiasco.
El presidente Mauricio Macri ha tratado de resaltar, en la reunión que le llevó a lágrimas en el teatro Colón, que el gran éxito se debía a un endoso a sus políticas con el FMI, cuya secretaria general fue invitada especial. Sin embargo, la fecha se acordó mucho antes del acuerdo Argentina-FMI. Lo que sí se sabía es que el mismo día asumía el novel Presidente de México, con lo cual dicho país no podría ir. Brasil mandaría un presidente con un mes de mandato por delante. De este modo, de tres países de América Latina, que integran el grupo que produce más de 85% del PIB del mundo, sólo Argentina estaría presente porque allí se realizaba.
La primera noche, tras instalar bases aéreas en países vecinos, a las autoridades no se les dejó salir de sus hoteles en los autos oficiales. Muchos tuvieron que caminar hasta Corrientes y, según ellos mismos relatan, tomar un taxi, para comer afuera y escuchar un tango. Al primer ministro de Japón, el jefe de protocolo -que subió a recibirlo a bordo de su avión- lo confundió con un asesor al que casi hace bajar con toda pompa. El jefe de gobierno tuvo que advertir el error.
Se olvidaron del presidente de Francia. Este esperó unos minutos a bordo, salió del avión y había sólo trabajadores del aeropuerto, que con gran educación le iban dando la mano. En la pista quedó confundido, hasta que logró convencer a alguien de que llamaran un Uber. Cuando este ya estaba al pie de la escalinata, llegó la vicepresidenta Michetti, que en un pésimo francés le explicaba: “Yo estaba en reunión trés trés important”. Macron sólo atinó a decirle que se iba su Uber. Luego el gobierno argentino dijo que había sido una “nota simpática”, lo cual, para no ser grosero, el único que lo podría haber dicho era el propio Macron.
Yendo a lo sustantivo: muchas veces, en estos encuentros, tomar un café entre los jefes de delegación adquiere un relieve grande. En este caso tampoco anduvo. Macri, como anfitrión, no debió reunirse con algunos, estableciendo invitados de primera y segunda categoría. El presidente Trump, aunque no prosperó como él deseaba, pidió con el príncipe saudí, acusado por los propios servicios de investigación e inteligencia de su país como responsable de mandar asesinar y descuartizar a un ciudadano de su país en su consulado en Turquía. Ninguno de los ruegos de su propio ministro de Justicia hizo efecto.
En cambio, sí había mucha expectativa en su encuentro con Putin, que se suspendió por problemas penales de Trump. El mismo día que llegaban ambos a Buenos Aires, su exabogado confesó a la Justicia que él y 20 asesores de Trump habían mentido al Parlamento, ocultando que en las conversaciones de familiares de Trump -de Estados Unidos- sobre la intervención rusa en las elecciones, hubo otro tema: la construcción de una torre de su cadena en Moscú.
El tema de fondo de la reunión dejó otro sabor amargo. Todo se redujo a si se firmaba o no un documento. Estuvieron a punto de no firmar nada. Pero el tema era la foto y se firmó un documento hueco respecto de los temas de fondo. Sobre la salida de Estados Unidos de los acuerdos de cambio Climático, se firmó que todos aspiran a un “clima sustentable” (¿?). Sobre la guerra comercial, China-Estados Unidos: “El comercio internacional y la inversión son motores importantes del crecimiento, la productividad, la innovación, la creación de empleo y el desarrollo”. Sobre la reconversión a una nueva matriz productiva y los campos en educación para generar más trabajo acompasando los tecnológicos: “Se comprometen para que las tecnologías transformativas traigan oportunidades económicas como mejores y nuevos trabajos y estándares de vida”.
Mucho mejor haberse sincerado y reconocer ante el mundo: no nos pusimos de acuerdo en nada.