El sábado 14 de abril, las ciudades sirias de Damasco y Homs, en la región de Guta Oriental, fueron bombardeadas por Estados Unidos, Francia y Reino Unido. La excusa para la masacre fue que el gobierno liderado por Bashar al Asad estaba utilizando armas químicas contra la población. Los ataques de Estados Unidos y sus aliados, coordinados por la primera ministra británica Teresa May, tenían tres objetivos: un centro de investigación científica cerca de Damasco y dos depósitos de armas químicas al oeste de Homs, uno de ellos con un centro de comando. Desde los tres países agresores se dijo que el ataque, en el que lanzaron unos cien misiles, había sido exitoso, aunque desde Siria, Bashar al Asad lo consideró un fracaso. El Grupo de los Siete (G7), integrado por los países atacantes más Alemania, Canadá, Italia y Japón, elevó un comunicado en el que expresa su apoyo al ataque y afirma que fue «limitado, proporcional y necesario», que se realizó luego de haber adoptado «toda opción diplomática necesaria», y que el uso de armas químicas por parte de Al Asad fue comprobado «por grupo de investigadores independientes».
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