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¿Guerra comercial o la Trampa de Tucídides?

Por Daniel Barrios.

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Caras y Caretas Diario

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Inmediatamente después de conocida la decisión de Donald Trump de aumentar los aranceles al acero y al aluminio, China insistió en que las diferencias comerciales entre ambos países deberían resolverse “mediante la negociación y el diálogo”, y al mismo tiempo advirtió a Washington que “no quiere una guerra comercial, pero tampoco le teme” e invitó a que “retroceda antes de que sea demasiado tarde, que actúe de forma prudente y no arrastre la relación económica y comercial a una zona de peligro”. “El Donald”, lejos de retroceder en su decisión y abrir cualquier alternativa de negociación y dialogo, multiplicó la apuesta y amenazó con imponer gravámenes punitivos a otros productos chinos por valor de 50.000 millones de dólares, una medida con la que pretende reducir el déficit comercial de 375.000 millones ,  que según el inquilino de la Casa Blanca es ´´el mayor de la historia de la humanidad´´ Siendo fiel al viejo precepto de “quien advierte no es traidor”, la respuesta de la República Popular no se hizo esperar y el lunes pasado, cumpliendo su advertencia, anunció la imposición inmediata de aranceles a 128 productos estadounidenses, en su mayoría agrícolas (frutas frescas, frutos secos,  vino), carne de cerdo congelada y aluminio reciclado,valorados en 3.000 millones de dólares, un volumen equivalente al daño que las “Trump taxes” infligieran al sector acerero y del aluminio del gigante asiático. El embajador en Estados Unidos (EEUU) fue más lejos y declaró a la agencia Bloomberg que su gobierno no “descarta la posibilidad de reducir las compras de bonos del Tesoro estadounidenses” y recordó que Beijing es el mayor acreedor extranjero de EEUU, con un quinto de su deuda pública, por un valor de 1,2 billones de dólares, casi cuanto producen anualmente países como España. Sin desconocer la gravedad implícita en la decisión de Trump, según los expertos, los daños  para la economía china no irían más allá de una décima del crecimiento del PIB, dado que hoy, a diferencia del pasado reciente, el motor principal ya no es exclusivamente el volumen de exportaciones, sino el consumo doméstico, los servicios y un aumento sustancial de su productividad como consecuencia de la incorporación de las nuevas tecnologías a los procesos de producción industrial. La represalia proteccionista del “trumpismo”, la mayor desde que asumiera la presidencia, es también la última perla (y la más preciada) del collar antichino que comenzó a armarse en la campaña electoral; continuó con las restricciones a las importaciones de paneles solares y lavadoras y continuó con el veto a la adquisición por  117.000 millones de la estadounidense Qualcomm, el mayor fabricante de procesadores para dispositivos móviles, por parte de Broadcom. Según Peter Navarro, el ultranacionalista consejero en política comercial e industrial, gurú  y estratega de “EEUU primero”, la ofensiva bélico comercial se justifica porque china tasa en exceso a las compañías estadounidenses, las obliga a transferir su tecnología y las fuerza a compartir sus secretos. Para el autor de The Coming China Wars (Las guerras chinas futuras), esto es parte de un plan del gobierno de Xi Jinping para dominar el mundo de la inteligencia artificial, la robótica y la computación cuántica. A esta altura, y no se trata solamente de un ejercicio sólo para historiadores, académicos o cuentistas sociales, vale la pena preguntarse si estamos ante la primera batalla de lo que muchos ya llaman “la madre de todas las guerras”, “la guerra que hace temblar al mundo”, o estamos al borde de caer en lo que el profesor Graham Allison denominó “la Trampa de Tucídides”, en referencia al autor de Historia de la guerra del Peloponeso, conflicto que enfrentó a Atenas y Esparta hace 2.500 años. Para el padre de la “historiografía científica”, fue “el ascenso de Atenas [China] y el temor que eso inculcó en Esparta [EEUU] lo que hizo que la guerra fuera inevitable”. Según el director de Asuntos Internacionales de  la Kennedy School de Harvard, de seguir el rumbo actual, el estallido de una guerra entre China y EEUU en las próximas décadas “no sólo es posible, sino mucho más probable de lo que se piensa”. A prueba de su tesis y de sus temores, analiza 16 casos de los últimos 500 años en los que el ascenso de una nación perturbó la posición del país dominante. Doce de ellos terminaron en guerra, mientras que cuatro, entre ellos la confrontación EEUU-URSS, pudieron evitarse (aunque se requirieron “ajustes enormes y dolorosos en las actitudes y acciones de ambas partes”). Es una verdad irrefutable que el ascenso de china en tan solo 30 años significó un cambio tectónico en las relaciones de poder global (y en particular con EEUU) sin precedentes en toda la historia de la humanidad. Es aun más evidente que gran parte del crecimiento del retador (China) se produjo a expensas del retado (EEUU). Los números son harto elocuentes. Después de la Segunda Guerra Mundial, EEUU, representaba 50% del mercado económico mundial. Tres décadas de crecimiento a doble dígito redujeron a 16% la cuota de EEUU y China pasó de representar 2% de la economía mundial en 1980 a 18% en 2016. El Banco Mundial analizó la evolución de los principales indicadores de la economía china  entre 1980 y 2015 y el porcentaje que representaban con las mismas variables de la economía de EEUU. Los resultados son impresionantes. Al inicio del período estudiado, el PIB chino era 7% del de EEUU, sus importaciones y exportaciones 8% y las reservas internacionales 16 %. en 2015 esas mismas variables alcanzaron el equivalente a 61%, 73%, 151% y 3.140%, respectivamente.   En términos absolutos y en ese mismo período, el PIB del país comunista pasó de 300.000 millones a 11 billones  de dólares y su comercio exterior se multiplicó por 100, de 40.000 millones a 4 billones de dólares. En 2015, y a pesar del enlentecimiento de su crecimiento, la República Popular “producía” una Grecia cada 16 semanas y un Israel cada 25. La Trampa de Tucídides es una amenaza probable, pero posiblemente evitable si China es fiel a su proclamado principio de “ascenso pacífico”. Lo que es absolutamente inevitable -si las dos superpotencias mantienen los ritmos actuales de crecimiento- es que la economía del país asiático, antes de cinco años, será 50% mayor que la estadounidense y la triplicará en los próximos 25 años. Por primera vez en la historia será un país emergente la primera potencia económica planetaria. Mal que les pese a los Donald Trump y los Peter Navarro.   Post scriptum. Al momento de entregar esta nota, las  autoridades chinas publicaron este miércoles una nueva lista con 106 productos, entre ellos la soja, los automóviles, los productos químicos o ciertos tipos de aeronaves, a los que se impondrá un arancel de 25%. El total de los productos alcanzados por esta medida es por un valor importación de 50.000 millones de dólares, un monto equivalente al paquete de productos chinos que Washington pretende gravar.   “Cualquier intento de poner a China de rodillas a través de amenazas e intimidación nunca ha tenido éxito y tampoco lo tendrá en esta ocasión”, aseguró el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Geng Shuang. China está dispuesta a dialogar en materia comercial, “pero la oportunidad de consultas y negociación ha sido omitida por EEUU una y otra vez”, agregó,  recordando, la falta de respuesta a las solicitudes recientes que su país ha enviado al país norteamiericano a través de la Organización Mundial del Comercio.  

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