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Hace 34 años llegábamos con Wilson

Por Juan Raúl Ferreira.

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Caras y Caretas Diario

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Hace 34 años vivimos un día intenso en Buenos Aires. Entrevistas de prensa a Wilson, visitas de ministros, llamada del presidente Alfonsín desde Madrid. En su última noche antes del viaje, cenamos con él en Olivos. Toda la plana mayor del peronismo pasó por el hotel Colón. Formaban parte de ella dos amigos especiales: Cafiero y Unamuno (hace poco me topé con la foto de ese abrazo). Unamuno fue luego, en Uruguay, militante incansable por nuestra libertad. Lo oí por radio desde el cuartel en el acto frente al Gaucho. Cafiero era, además, dueño del hotel Colón, donde nos cedió dos pisos el tiempo que precisáramos. Uno para vivienda y otro para oficinas. Yo llegué sobre las tres de la tarde de un viaje al que me mandó Wilson para pedir solidaridad a los presidentes de Colombia, Bolivia, Ecuador y Venezuela.   La partida           Frente al hotel se habían congregado cientos de asilados. O sea, desde esa noche flameaban juntas banderas del Frente Amplio y del Partido Nacional. Alfonsín había firmado despedida de jefe de Estado. El vicepresidente, Víctor Martínez, estuvo a cargo de la ceremonia, desbordada por los uruguayos que con fervor cantaban: “Vamos a volver al Uruguay para que vean que este pueblo no cambia de ideas, tiene las banderas de la libertad”. El buque se alejaba y se sentían los ecos. En la flota de Alíscafos, sus obreros estaban parados en silencio y al pasar el buque desplegaron un pasacalle que decía “Dios te bendiga, Wilson”. Un periodista le pregunta por qué vuelve a Uruguay para ir preso. “No vuelvo para ir preso. Se que así será, pero detenerme es cosa de ellos, ser un hombre libre depende sólo de mí.”   El viaje y el recibimiento A bordo había prensa de todo el mundo, mucha española. Los cronistas, entre la bruma del amanecer, divisaron el despliegue de guerra naval que nos dio la bienvenida, el infructuoso intento por hacernos bajar del buque en alta mar, los sucesivos cambios de ruta y la llegada al puerto. Al desembarcar, Wilson inmortalizó su figura con la más famosa de las fotos, con las manos en alto y los dedos en señal de victoria. Allí, contrariamente a lo anunciado, supimos que iríamos cada uno a una unidad militar distinta y distante. Subimos a sendos helicópteros que nos llevaron a los cuarteles de Trinidad y Paso de los Toros. Apenas divisamos la muchedumbre en Libertador, las azoteas repletas de gente con banderas: del Frente, blancas y nacionales. El Partido Colorado había decidido no participar en uso de un derecho soberano. No había Partido Rosado en los años de lucha. No debe omitirse que Maneco y Manolo Flores desfilaron en medio de la muchedumbre con la bandera colorada haciendo presente un pedazo de la historia de Uruguay.   Llegamos, no llegó Esta acepción no es casualidad. Tampoco es porque, aunque es motivo de orgullo, me refiera a que llegamos “él y yo”. Me refiero a la concepción que le quiso dar Wilson. Llegaba el barco lleno de dirigentes (no sólo de un partido) y nos despidió y recibió un pueblo abrumadoramente bipartidario en señal de las unidades que se habían forjado en una de las luchas más heroicas del Uruguay del siglo XX. Algunos escriben y sostienen que no existió. Llegaron los que se quedaron, llegaron los que nos recibieron, llegaron los presos que seguían los acontecimientos desde sus lugares de reclusión en la medida de las posibilidades. Por eso Wilson, tanto en nuestra proclama de Concordia (que quiso que yo firmara), como en el logo y en la convocatoria, pidió que no fuera una actividad partidaria, sino una “jornada de reencuentro por la unidad”.   Homenajes No sé si hay algo previsto para mañana. El año pasado el Partido Nacional hizo una actividad partidaria en el Palacio Legislativo y no me invitaron. Mucha gente de otros partidos se tuvo que ir por el tono proselitista. No fue así la historia. No se puede recordar una fecha para desvirtuar su significado. Todo uruguayo sabe dónde estaba ese día y, si es joven, sabe la historia de sus padres. La última vez que fui invitado a una conmemoración, el presidente del Directorio se burló: “Vamos a decir que vino Juan Raúl en el barco así no se ofende” (¿?). Luego, el secretario del Partido Nacional dijo: “Hay modos de recordar lo de hoy, plural o partidario. A mí me gusta el partidario”. Está bien. Pero no fue lo que pasó 34 años atrás. Priman las necesidades políticas a la verdad histórica. Hay varios sitios en la ciudad que recuerdan ese día. El del puerto, en la zona que fue ocupada entonces por los militares. El Sitio de Memoria, a la entrada del mismo. Hay otro que se olvida y hay que volver a él. En la esquina de Libertador y La Paz, un monolito rinde honor al verdadero protagonista: la multitud que en forma mancomunada flameó juntas todas las banderas. Las que fueron.  

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