Antes de entrar en este asunto de afirmarse y “clavar la pata” para no retroceder, quisiera formular un par de reflexiones. La primera, referida a este descubrimiento de que Vivian Trías, investigando en los archivos de la ex República Popular de Checoslovaquia, resultó que era espía de la misma. Parodiando el espagueti western Por un puñado de dólares. Nunca tuvimos demasiado contacto, pero en tercer año del liceo Manuel Rosé de Las Piedras, fui alumno de un apasionante profesor de los que incitaba a leer y discutir. En esos años creo que ese liceo tenía una camada de profesores brillantes. A todos los recuerdo como incitadores, promotores, impulsores del pensamiento. Luego nos cruzamos varias veces; por ejemplo, yo también fui a escuchar al Colorado Abelardo Ramos en Nuevas Bases. Pero no me sedujo su intemporal concepción del “Caudillo” como una cosa única, algo que emparejaba a Artigas con Felipe Varela o el Chacho Peñaloza. Me gustó el giro que buscaba al ser nacional dentro del pensamiento marxista, pero nunca fui socialista. Compartimos días de prisión en el cuartel de San Ramón (4º de Artillería) en el 69, pero éramos como 200 y yo charlaba más con mis compinches sindicaleros. A lo que quiero ir es que lo conocí y respeté, pero nada que me haga conocedor profundo, y si opino, no es por el conocimiento que haya tenido, sino por cosas que se me ocurren. ¡Ahora se viene a descubrir! ¡Y alguien pretende que nos escandalicemos! No creo que sea Trías e. centro del pensamiento socialista actual. Es más, no creo que nadie esté dedicado a su estudio particular. Tuvo aciertos y errores y la vida siguió su curso. Hoy es historia. ¿Por un puñado de dólares? Demasiado barato. ¿De los checos? Más bien sus simpatías, como las de todos nosotros, estaban centradas en Cuba. ¿Con informes importantes? Nada de lo que se dice que dijo es original; lo debe haber dicho en decenas de tribunas y escrito docenas de veces. Todo parece un tanto desubicado, lo que me lleva a pensar que es, en todo caso, una especie de “globo de ensayo”. Una prueba para saber cuánta conmoción y cuánto escándalo puede provocar en los medios progresistas de Uruguay una “revelación sensacional” que modifica todas las valoraciones. Ya hemos manifestado nuestra desconfianza ante los archivos “secretos” que recién estamos examinando. No porque no contengan información buena, sino porque nos acordamos de aquello de “entre col y col, lechuga”. Porque desconfío de los archivos que me dicen lo que ya sé y agregan “carne podrida” entre tanta hojarasca. La otra advertencia-reflexión tiene que ver con este ya largo desencuentro entre la Dirección de Ancap y los trabajadores. Si la empresa fuera mía y me cuentan que perdieron entre 25 millones y 30 millones de dólares por el atraso en la puesta en marcha de la refinería y que el diferendo que llevó al conflicto era por media docena más o menos de trabajadores en el área de Seguridad, ¡despido al directorio! Después veré como “arreglo” con los trabajadores; la venganza se come fría. Y si corremos el peligro de que la plaza se desabastezca de cemento por un largo diferendo con los trabajadores de la planta de Lavalleja, que han encontrado la forma de hacer sufrir a la plaza sin morirse de hambre, ¡también hecho al directorio! Y no estoy averiguando cuál de las partes tiene razón, sino quién está perdiendo. No únicamente perdiendo dinero; está perdiendo posición en la plaza. Yo me pregunto: ¿quién, que esté pensando en una gran inversión en obras, se tiraría al agua sin tener la absoluta seguridad de que contará con el cemento que precise? No somos monopolio en el cemento y toda la inseguridad que transmitamos es en beneficio de quien compita con nosotros. Por lo cual, mis respetables conciudadanos, el problema no debe plantearse en los términos de “quién tiene razón”, sino con el más realista “cuánto gano o cuánto pierdo”. Parecen no darse cuenta de que están administrando una empresa paquidérmica, que estaba mal herida y que se les encargó salvar. No entra en esto ninguna razón más que la del gano/pierdo. Nada de caprichos, de racionalizaciones, etc. ¿Se dan cuenta? Con esto no le estoy dando la razón a la otra parte como si alguien me encañona con un revólver y me exige la plata; no debo anteponer consideraciones de tipo legal o moral. En todo caso, luego veré, pero lo perentorio es lo perentorio. ¡Estamos perdiendo plata! ¿Entendieron? Los tienen agarrados de mal lado en una instancia jorobada. Bueno, es lo que tiene la realidad: es real. Tengo la impresión de que el Frente se entrevera. Los conflictos son conflictos y los ganás o los perdés. Y si los ganás, esperá la respuesta porque no mataste. Apenas forzaste una mano. En una gran empresa o servicio público, la cuestión no es simplemente tener razón o fuerza para vencer sin demasiadas pérdidas. ¿O creen que les podría solucionar algo la declaratoria de esencialidad? Incorrectísima en el caso del cemento porque hay competencia privada. Nunca un gran conflicto en un gran servicio es un problema local y técnico. Es político y debe ser tratado como tal. Para que quede claro, también estas consideraciones deben ser tenidas en cuenta por quienes dirigen los conflictos; pero hay veces que, de tanto ir a la fuente, el cántaro ya no quiere o no puede bancar más. Con tanta consideración, me he ido quitando espacio para lo que considero fundamental: ese asunto de “hacer pie firme”. Creo que ya nadie sueña con el avanzar en democracia sin tener en cuenta que antes de pensar en ofensivas, la cuestión vital es cómo hacemos pie firme en lo que tenemos y a partir de aguantar la contraofensiva neoliberal. Reagrupar, reformular objetivos y empujar por ellos. Lo primero es, tal vez, definir los términos del enfrentamiento. ¿Es únicamente una ofensiva en el campo de la política económica? Si así fuera, sería “neoliberal”, pero la ofensiva que está arrasando en nuestra América es mucho más ambiciosa y forma parte de una embestida a fondo del capital financiero en pos de remodelar el mundo, la distribución internacional del trabajo y las regulaciones legales que rigen en él. Esto empezó con Reagan y la Thatcher en lo que llamaron “Revolución neoconservadora” y, como todos los procesos, fue definiendo sus perfiles sobre la marcha. El objetivo, que comenzó con la intención de frenar la intervención de los Estados en el dios mercado y en la regulación de las condiciones de trabajo, se ha ido definiendo. ¡No quieren Estado! Más bien, quieren Estado a su servicio. Estado que desregule en lo interno e iguale a nivel global. No quieren trabas internas y menos quieren trabas emergentes de la diferencia de regulación legal en los Estados. El ideal lo tuvimos cuando los compradores de “bonos basura” de la deuda que Argentina había reestructurado la llevaron a juicio en Nueva York, le ganaron el juicio y ahora Macri les pagó un dineral, para lo cual le volvieron a prestar. Como muchas empresas de crédito: “¿No podés pagar? ¡No te preocupes! Te reestructuramos para que pagues menos. Firmá acá”. Seguro, como el pobre deudor inconsciente que se fue metiendo hasta quedar en la trampa, los países de a poco se van hundiendo. Luego, sus gobernantes firman cualquier cosa. ¡Total, pagará Juan Pueblo, que ni se ha dado cuenta! Mi opinión, equivocada o no, compartible o no, es que estamos perdiendo el tiempo en discutir lo adjetivo sin discutir lo esencial. Si hay o no “bloque social de los cambios” no lo resolverá una discusión, sino la vida. Si el TLC con Chile es urgente o no, pasa por ver si Chile lo está tratando. Compañeros, Bolsonaro no es “neoliberal”; es totalitario, racista, ultraconservador y lo tendremos al costado. A él o a cualquiera, con o sin charreteras. ¡No soñemos con Lula! Y no soñemos con lo que hace unos años era un objetivo posible. Las transformaciones que ha desatado la revolución científico técnica van a tal ritmo que nos cuesta entenderlo. No hay nada más urgente que frenar la ofensiva en las puertas de nuestro país. Hacer pie firme para que lo que tenemos, que ha sido mucho pero no está asegurado, no se pierda, y a partir de ese pie firme, podamos avanzar. A lo que más le temo es a la capacidad que ha demostrado la derecha para ir borrándonos de la cabeza la idea de que somos “trabajadores” para meternos en ella la mentalidad de “consumidores” . Y, como “consumidor”, quiero y quiero y me frustro y me recontrafrustro porque, en lugar de pensar en que pertenezco a la clase que al liberarse liberará a las demás, estoy pensando en el tamaño del televisor con el que quiero ver el Mundial.
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