Estamos aprobando la “solución” al problema de los cincuentones. Es decir, la solución que conserve la unidad de la fuerza política que se consiguió para este tema. Luego de extenuantes reuniones se arribó a una fórmula que todos votaron en Diputados y que será aprobada a libro cerrado en el Senado. Cuando esto se publique, los cincuentones tendrán su “salvación”. No la que querían, pero bastante parecida, y habrá que verla funcionar para apreciar cuán buena es. Por ahora, punto final. Yo me he prometido no volver sobre el asunto luego de esta nota, ya es caso cerrado y por mi parte lo que más deseo es que funcione y deje a tirios y troyanos conformes. Si no contentos, por lo menos conformes. Una breve mención a la “propuesta de última hora” que solemnemente firmaron en ceremonia pública los representantes de la oposición para enviársela directamente al presidente de la República ¡Carroñeros! Se mantuvieron calladitos en tanto la discusión se crispaba en el Frente y se agitaba la calle, para aparecer, minutos después de que se llegó a un acuerdo en filas gubernamentales, y proponer su alternativa, que promovieron con bombos y platillos como muy superior al acuerdo de la bancada frenteamplista. ¡Carroñeros! Oportunistas, tratando de sacar ventaja e introducir nuevos elementos de distorsión. Llegaron tarde exprofeso, no les interesaba y no les interesa encontrar una solución para los cincuentones ni para ningún problema. Simplemente se dedican a pregonar que, a lo mejor, ellos podrían resolverlo mejor. Lo único que consiguen es mostrar su desnudez, no tienen ninguna solución mejor que las que lleva adelante el gobierno. No soy tan ingenuo para pensar que no tienen programa. Sí, lo tienen y es el que la derecha está promoviendo a nivel mundial. Equilibrar las cuentas rebajando salarios y jubilaciones. Desprenderse de las empresas públicas y darle puerta franca al capital financiero. Volver a la vieja fórmula. “Únicamente juez y gendarme”. Juez severo y gendarme con gatillo fácil para yugular toda resistencia popular. No me preocupa el peligro de la “oposición”, a la que las encuestas que intentan operar políticamente la dan como posible triunfadora en los próximos comicios. No les veo candidato convincente, no los veo creciendo por fuera de su vieja chacra, que es casi la mitad del electorado, pero no llega a serlo. No se han renovado, no convencen pese a la irritación de muchos frenteamplistas, y no convencerán. Porque ni tienen figuras nuevas ni pueden esgrimir un programa convincente. Los blancos con el “joven” Lacalle Pou; con el pobre Larrañaga, que está teniendo su peor racha de mala suerte y con el conglomerado de los intendentes que no pueden renovar y necesitan una banca en el Senado. Ah, y este otro, surgido propiamente de las cavernas para tratar de juntar a todos los escandalizados con la Nueva Agenda de Derechos. Nueva agenda que por cierto inquieta a unos cuantos; esto de ley de protección de género; esto de no discriminación por opción sexual, ni por sexo ni por color. Esto de, con remilgos y temores, de darle a la mujer derechos sobre su cuerpo y sobre la opción de proseguir o interrumpir el embarazo inquieta a muchos; a las iglesias y a los convencidos de que hay un “orden natural” infranqueable. Vaya, vaya, vaya. ¿En dónde queda el libre albedrío del cual estaríamos dotados por la divinidad? ¿Volvemos a recaer en las convicciones de Juan María Bordaberry de que el mundo anda de cabeza desde que la Revolución francesa priorizó la razón? Puede ser que muchos estén levemente inquietos o francamente escandalizados, pero de ahí a votar a un desconocido… Tomando prestadas palabras: “Si tuviera que apostar”, no creo que estos temores y rechazos jueguen un gran papel aquí y ahora. Somos un país con muchos años de laicismo y tolerancia. Eso nos diferencia del resto de las naciones de América Latina en las cuales las fuerzas religiosas y tradicionales son muy poderosas. Pero no descarto que en el futuro jueguen su papel. Como dicen, los molinos del Señor muelen en silencio, pero sin pausa. Y esta Agenda de Derechos, de la cual estamos orgullosos, escandaliza a una población cada vez más necesitada de creer en algo. Pero, en fin, descarto que en esta pueda surgir alguna ilusión arrolladora de filas blancas, así como descarto que dentro de las coloradas Ernesto Talvi sea el “salvador”. Lo lamento por Fernando Amado, pero el batllismo ya no está dentro del coloradismo. En cambio, Talvi, con su optimismo salvador, si opta por subirse a una chalana agujereada, puede terminar por consolidar el coloradismo enterrando al batllismo. Tampoco espero nada nuevo ni de la ultraizquierda, que no duda en abrazarse con la derecha, ni del Partido Independiente y menos del señor Novick. ¿A dónde piensa llegar con esto de asesorarse con Giuliani y seleccionar candidatos a intendente por carpeta de méritos? Repito a Salvador Puig, una dolorosa ausencia-presencia que me acompaña, como tantas de las que se me han ido quedando: “Si tuviera que apostar”, lo haría por un inquietante triunfo de un Frente Amplio cuya unidad debe salvarse cada vez más seguido. Y cuyo programa no puede salir de las generalidades. No puede prometernos que temblarán hasta las raíces de los árboles ni puede confesar que seguiremos marcando el paso con un ojo siempre puesto en las calificadoras de riesgos ¡Si nos bajan el pulgar! Los Estados nacionales, con la única excepción de un grupito que se dedica a lavar dinero, son entidades deficitarias y con obligaciones crecientes. Sobran obligaciones para con la salud, la educación, la seguridad social y ¡el Orden! Este sí con mayúscula porque es imperioso. ¿Vieron lo de Latam y lo del frigorífico Solís? El capitalismo está cada vez más apurado y se siente cada vez más urgido a librar batalla. Más de 30 hogares ejemplares formados por funcionarios ejemplares y eficientes, pero, para la empresa, caros y sustituibles. “Así no se hacen las cosas”, dijo Murro, y compartiendo la indignación creo que se equivoca en el tiempo verbal. No se hacían, Ernesto, no se hacían, pero ya hay quien se atreve a hacerlo y lo hace. La pregunta inicial es: ¿qué unidad hemos salvado? ¿Por cuánto tiempo? Entramos en zona de tormenta. Por un lado, se acerca el período electoral y cada grupo, cada jefe de grupo y cada uno de los que consiguió asiento en el tren del gobierno está pensando en cómo conservarlo y mejorarlo si es posible. Por otro lado, el poder centralizador de Tabaré se debilita cada día que lo acerca al final de su mandato. Que será un final final en lo que hace a su poder para ordenar filas. Cada agente se empieza a sentir comisario. Hay que nadar mucho todavía y cada cual piensa más en su futuro. No me escandaliza, es natural y humano. Y hay que encarar el tramo que nos queda teniendo en cuenta el desarrollo creciente de las fuerzas centrífugas. Y la presión creciente e invisible del capital financiero. Yo lo miro desde el mismo lugar de siempre, desde la perspectiva del movimiento sindical, y hago un llamado de alerta. Se acercan tiempos difíciles. Tiempos en los cuales tendremos que pelear por no perder y pelear por que no se frene el impulso renovador. Visto en la perspectiva de cómo pasó y cómo debería haber sucedido, me doy cuenta -¡ahora!- de que esto de los cincuentones no tuvo conducción. No niego el esfuerzo de los compañeros, pero era un asunto que cortaba transversalmente muchos sindicatos y que debimos encarar formando una dirección específica. Claramente dirección, con un objetivo bien determinado y un plan de lucha a cumplir por todos los implicados sin importar a qué sindicato pertenecían. No estoy proponiendo sustituir a los sindicatos, estoy señalando que hay problemas nuevos que rebasan los límites de las organizaciones actuales. Por ejemplo, este asunto de Latam tiene un centro: las tercerizaciones. Los despedidos podrán protestar, pero están afuera y ni tenemos leyes que obliguen a su retorno ni leyes que impidan su sustitución por tercerizados. ¿Sabemos, siquiera, cuántos tercerizados hay dentro de la clase trabajadora? ¿Cómo los agrupamos? ¿Cómo los orientamos? ¿Qué reclamamos en cuanto a ellos? Sabemos que la globalización y la robotización suponen un capitalismo nuevo. En cierto sentido, también tercerizado, los CEO que hoy dirigen la economía a nivel mundial, los flujos de capital, el nuevo ordenamiento a nivel mundial de la producción, son “gerentes”. El capital se licuó, no es de un dueño identificable, sino de millones de accionistas anónimos. Algunos que saben que lo son porque compran y venden en bolsa. Otros que ni lo saben ni pueden influir porque integran el gran paquete de los fondos previsionales. ¿Quién es dueño de qué? Sabemos quién o quiénes dirigen, pero no sabemos en razón de qué lo hacen. Tampoco somos dueños de saber por obra de qué y en beneficio o perjuicio de quiénes las cotizaciones suben o bajan. Creo, en resumen, que estas últimas experiencias deben motivarnos a pensar en qué escenarios se desarrollará la lucha sindical y cómo hacer para que el anonimato de lo global no nos borre. Nos va la vida en ello y tengo una única certeza: sobrará gente, sobrará tecnología, sobrarán robots, pero sin trabajadores, no hay mundo posible. Y para que el trabajador haga pesar su fuerza, debe estar organizado.
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