Quizá el caso Raúl Sendic esté cerrado. Eso indica la consideración mayoritaria de la sociedad y el talante de los frenteamplistas. Si algo faltaba en el proceso de demolición, el informe del Tribunal de Conducta Política lo culminó con creces. Ese informe no tiene arreglo. Ninguna defensa o descargo durante el Plenario Nacional, incluso documentado, puede revertir sus conclusiones que ambientan la condena. Mucho menos cuando el tribunal no produjo un fallo taxativo -sostenido en pruebas de corrupción con fechas y con cifras, que al cabo constituyen la sustancia fáctica pasible de valoración objetiva y, llegado el caso, de contestación-, sino que adjetivó de un extremo al otro a lo largo de seis páginas de imprecaciones. No me corresponde ensayar un alegato en favor de Sendic, aunque me acompaña la convicción de que los que iniciaron su persecución son gente mucho más jodida que él y atizaron el fuego de la demolición por motivos que nada tienen que ver con preservar la ética en la función pública. El informe del tribunal deja claro que Sendic cometió errores graves: si actuó mal, se defendió peor. Ya no había sabido manejar con solvencia el aluvión de acusaciones que recibió por el famoso título que no tenía, ni hacer una defensa convincente de sus gestión al frente de Ancap, pero finalmente el caso que lo destruye son presuntas compras personales con una tarjeta corporativa de la empresa estatal. El tribunal lo achura por compras que hizo con la tarjeta, sin tomarse el trabajo de detallarlas, de mencionar el monto, el concepto o la oportunidad, trasladando toda la responsabilidad de aportar esos datos al imputado, en una fenomenal traslación de la carga de la prueba que invierte el principio de presunción de inocencia. El literal “h” de las consideraciones del informe del TCP revela la existencia de cinco devoluciones de dinero hechas por Sendic, cuando era presidente de Ancap, por gastos que había hecho con la tarjeta corporativa, pero como no saben a qué compras corresponden esas devoluciones, les basta con observar la fecha y el monto para descartar que tengan que ver con las compras que están juzgando. Así las cosas, el Frente Amplio se enfrenta a un informe que es lapidario, pero de una factura francamente anticientífica, ergo irrefutable, como la existencia o inexistencia de Dios. No obstante, no hay salida. Los errores de Sendic no los enmiendan los errores del tribunal. Y el Frente Amplio no debe cometer la irresponsabilidad de dividirse por esto. Sería un error gravísimo fracturarse por pretextos morales, como si esto fuera una compulsa entre probos e ímprobos, entre los severos y los indulgentes: siempre ha de tenerse claro que en todas las tiendas hay gente noble y hay gente miserable, en cada trinchera hay heroísmo y cobardía, porque bajo cualquier idea hay gente recta y gente de mierda. El Frente Amplio es la única organización de este país, y una de las pocas del mundo, capaz de juzgar con semejante crudeza a un dirigente propio de la estatura institucional de Sendic. Eso, por sí mismo, y sin reparar en las consecuencias, es un elogio a la virtud de nuestra izquierda. Pero hay que tener ojo para que esa virtud de nuestra izquierda no se transforme en la debilidad que usen los enemigos para destruirla. ¿O acaso creemos que no intentarán hacerlo? ¿Qué impedirá que las fieras cebadas con la sangre de Sendic utilicen el alto sentido de la ética de los frenteamplistas para destruir al Frente Amplio? ¿Qué puede impedir que se inicie una cacería de todos y cada uno de los dirigentes de la izquierda, buscándole el defecto, la equivocación, la inconsistencia, la irregularidad, la mancha en el archivo, incluso la sospecha, confiando en que la severidad moral hará el resto? No hay que encubrir. Raúl es un compañero que cometió errores, errores importantes, y pagará por ello un costo alto -ya lo está pagando-, pero es un compañero, no es el enemigo. Los enemigos son otros. Y hoy festejan este desenlace, aunque se muestren compungidos Tengo la plena convicción de que Raúl Sendic no fue un corrupto. Muchos de sus errores se enmarcan en esa prescindencia propia del poder que hace que el que lo ejerce sin control efectivo se sienta inimputable. Es un problema del que nadie está exento, salvo los que no ejercen poder alguno. Un poco de humildad y sentido de la transitoriedad de las cosas le habrían sido suficientes para guardar hasta la última boleta y llevar una vida absolutamente austera. De todos modos, ya es tarde. A esta altura, para mí no hay dudas del camino que debería emprender Sendic, incluso para defender su nombre y el nombre inmaculado de su padre: debe actuar con premura para proteger la herramienta de un fratricidio. Ya no importa la justicia en su sentido hondo, hay un bien superior que preservar que es la unidad de la izquierda. En la política hay un condicional medio jocoso y medio ambicioso de los que aspiran, como sin querer queriendo, que dice “si mi nombre es solución…”. El Frente Amplio se encuentra en una encrucijada en la que la única solución es el nombre de Raúl, pero no para la entronización, sino para el renunciamiento. Es la única forma de impedir el precipicio de la ruptura o la salvajada del sacrificio. Importa el hombre. Pero, más aun, importa la organización.
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