Textos: Daniel Alejandro
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Copani es sinónimo de resistencia. Él resiste en la misma vieja y conocida trinchera, esa en la que están los de abajo, los perdedores y también los peleadores de siempre. Conocí a este hombre en la década de los noventa, no recuerdo bien en qué teatro, pero nunca se me olvidó el nombre del espectáculo: “Ignacio Copani, al lado tuyo”. Tiempo después tuve el honor de entrevistarlo en varias ocasiones y su testimonio siempre es riqueza. No solo porque va de frente con autenticidad, sino porque jamás tiene miedo a callar. Quizás, porque pertenece a una generación que supo conocer más que nadie ese vacío del silencio. Si alguien me preguntara qué canción elegiría de todo su extenso repertorio, sin pensarlo mucho diría que “Puede verme” es un himno para todos los que hemos sido testigos de la etapa más oscura de la historia reciente. “Puede verme entre risas y besos, no crean por eso que voy a olvidar”. Este es Copani, el que no olvida. El que a pesar de llenar inmensos escenarios sigue cantándole a la gente. Ignacio Copani siempre está al lado tuyo.
¿Cómo está viviendo la Argentina de hoy con el gobierno de Alberto Fernández?
Estoy viviendo estos tiempos como cualquiera, absolutamente afectado por la pandemia. Casi no se puede ni decir “buen día” sin hacer una referencia a este pasaje tan inesperado, loco y doloroso que nos toca vivir. Yo tengo la suerte de estar bien rodeado, en un lugar agradable con mi familia, pero son tiempos muy difíciles y tampoco podría separar la gente política de esa cuestión. Siempre miro el vaso medio lleno, así que veo con mucha expectativa lo que viene. Hace un año arrancamos con este drama y no sabíamos de qué se trataba. Ahora hay otro horizonte, sobre todo con esto de las vacunas, aunque tampoco es para descorchar champagne porque si miramos hacia Europa parece que no termina tan fácil. Incluso cuando esto termine, las nuevas normalidades van a estar afectadas. En mi laburo ni hablar.
Justamente a eso iba: ¿cómo hace un artista para sobrevivir en estos tiempos tan complicados?
En mi caso, tratar de adaptarme a lo que ofrece este tiempo, a la tecnología que nos permite hacer encuentros desde las redes. Ahora en marzo arranco de nuevo con los recitales, hice más de 50 en pandemia. Más que recitales eran vivos y publicidades. Tengo la suerte de tener una plataforma amplia, con muchos seguidores en Facebook sobre todo, y eso me permite prender la cámara y que se arme el ruedo enseguida. En lo artístico, me ayudó mucho porque cuando empezó la pandemia creí que sería el fin de mi carrera. Creía que me dedicaría a la jardinería o a la reparación de electrodomésticos. Y después todas esas intervenciones espontáneas con la guitarra, sin camarógrafo ni asistente, empezaron a tener repercusión. Para un cantautor es muy difícil imaginar una nueva normalidad con protocolos, que te digan: “Podés tocar acá, pero con dos sillas, tres maniquíes y dos macetas”. Mi trabajo siempre ha sido en la taberna o transformando el espacio en ese mismo espíritu de ida y vuelta. La última actuación que hice en Uruguay fue en el Solís, y fue hermoso poder hacer en el concepto lo mismo que hacía en La Barraca.
Usted es hincha de River a muerte, pero creo que Diego traspasa banderas. ¿Cómo recibió la muerte de Maradona?
Fue terriblemente inesperada. Ahora están hablando mucho en televisión sobre su entorno y su salud, pero la mayoría teníamos la imagen de un Diego indestructible, de renaceres permanentes. No era concebible ver juntas en una misma oración las palabras “Diego” y “murió”. Lo viví con mucho dolor. Si bien no he sido amigo y en lo deportivo siempre fue un rival de muchas heridas para nosotros, como personaje fue inmenso. Lo describe muy bien la canción de Manu Chao, ‘Si yo fuera Maradona’. Es muy difícil ser Maradona, no se puede analizar desde lo racional, desde las experiencias de cada uno. Tampoco lo digo compadeciéndome porque para mí la vida de él fue maravillosa. Hasta las cosas que le hicieron daño fueron parte de una vida única y distinta. Siempre fue descarnadamente directo. Por suerte, pertenezco a una época con mucho registro fotográfico y filmo, así que me quedo con el Diego joven, vital, original y explosivo.
¿Y a usted le ha tocado pagar un precio caro justamente por ser directo y consecuente?
Jamás me gustó victimizarme porque soy de una generación que sufrió mucho más que la difamación en Twitter o ese tipo de cosas. No creas que soy impermeable, pero más que el perjuicio propio de cuando me han levantado shows, censurado o difamado con cosas que no dije ni hice, es el dolor de ver que exista tanta gente mala como para perder todo tipo de humanismo. Esos sentimientos negativos, como el odio y los celos, manchan todo. De pronto la persecución profesional te la aguantás, pero a veces cuando se hace eco en una persona común te duele. Ahora, si a esta edad tengo que hacer un balance, las caricias sepultan cualquier tipo de cuestiones negativas que haya tenido. Haría exactamente lo mismo, la bronca es que no me hayan salido más canciones todavía para reafirmar mi pensamiento.
Hay una realidad que no se puede ocultar y es que la mayoría de los medios argentinos están dirigidos por gente de derecha. Es difícil lidiar contra eso, ¿no?
Por supuesto que es difícil. Algo de suerte tengo por haberme alimentado en lo autorreferencial, en las redes sociales, para poder seguir en comunicación con mi público. Porque además en Argentina no hay programación cultural, artística. Los impulsos de la difusión hacen que pareciera que una determinada música estuviera prohibida para pasarla en el informe meteorológico. Siempre hay algo en lo que manda el mundo del marketing. Así que es doloroso, pero, más que para Copani, lo es para el que seguramente le quede frustrada la posibilidad de que aparezca un nuevo Spinetta, que capaz está repartiendo pizza en bicicleta. No hay muchas chances para nadie.
¿Extraña a Néstor?
Sí, se fue muy pronto, a los 60 años. Creo que tenía por lo menos para 15 años de plenitud ofreciendo su idea, su fervor, su originalidad, su arenga con los jóvenes. Claro que lo extraño, además uno siempre al que no está lo sobrevalora. Es como en el fútbol, el que está en el banco de suplentes es el mejor. Tal vez hubiera cometido muchos errores siguiendo en la política, pero seguramente los aciertos iban a ser más y el beneficiario iba a ser el pueblo.
Ahora, en vez de cantautor, imagínese que es periodista de esta revista y tiene que destacar lo más importante que hizo Néstor por los argentinos. ¿Qué diría?
En cuanto a las medidas, es difícil establecer un podio. Pero seguramente poner en valor la lucha por los derechos humanos, anular las leyes de amnistía, dar un soplo de aire y de esperanza para que no vuelvan esas aventuras de dictadura, nunca más. Cada uno podrá poner otros logros, como saldar la deuda con el FMI, pero prefiero ir a lo conceptual: con Néstor volvimos a creer que la política es una herramienta de transformación social e inclusión. Eso es lo que trajo al revitalizar al Movimiento Justicialista y darle el lugar de lucha y espacio progresista que merecía. Esa fue su razón de ser, no era una cosa burocrática. Así que más que nada hablaría del concepto que enamoró a tantos jóvenes, porque esa es una cosa muy distintiva. Él incorporó a una generación que no creía en nada y tenía razones para no hacerlo.
Hoy gobierna Alberto Fernández, pero ¿es él quien tiene realmente el poder o lo siguen teniendo las caras ocultas de la derecha?
Es muy buena la pregunta porque una cosa es tener el poder de la administración pública y otra el poder real, de las corporaciones, los grupos exportadores, los medios de comunicación. Claro que como gobernante no tenés ese poder. Encima con el jaque de estar endeudado hasta el cuello es mucho más difícil, pero la cosa es poder tener ese espacio que elige el pueblo. Y eso se está dando y se va a manifestar mucho más cuando se pueda salir a la calle a apoyar y también a protestar contra lo que no guste. A mí hay muchas cosas que pueden no gustarme, imaginate que si podía no gustarme alguna cosa de Perón, por qué no me voy a manifestar si no me gusta algo de Alberto; que además fue lo primero que pidió cuando asumió: “Si estoy en un camino que no es el que esperan, avísenme”.
¿Qué es más fácil, que Ignacio Copani vista en un domingo imaginario la 9 de River que usaba Enzo, o que Macri vuelva al gobierno en las próximas elecciones?
¡Ojalá que la primera! Sin dudas, tengo más chances yo de jugar que Macri de volver a ganar. Pensá que si perdió esta elección estando con los fierros del poder y la comunicación, el préstamo inaudito del FMI, un poder judicial totalmente injusto pero a su merced, todo indicaría que no va a ganar nunca más. Fue una aventura que demuestra que el zapatero en sus zapatos. Debería estar prohibido por la Constitución que los CEO de las grandes corporaciones, la obra pública y todo eso cumplan un cargo público. Porque en el mejor de los casos, sin hablar de la maldad y el daño que han ejercido, son gente preparada para algo muy distinto al bien común. Para ser CEO de esas súper corporaciones, tenés que estar dispuesto a espiar al competidor, tratar de borrarlo, buscar la optimización de las ganancias y no de las repartijas. Es lo mismo que cuando decimos que un militar está preparado para otras cosas y no para el ejercicio de un poder político. De la misma manera te podría decir que tampoco los cantautores lo están, porque estamos capacitados para un vínculo muy directo.
¿Piensa que lo que hizo Macri con Argentina fue porque es una persona insensible a los problemas de la gente o porque realmente fue un incapaz?
Absolutamente es un incapaz. Además de insensible, ha sido un psicópata y un perverso con las propuestas que le hizo al pueblo argentino. No lo digo desde lo que yo puedo imaginar y habría que probar, sino desde sus propias plataformas y publicidades de campaña donde prometía absolutamente todo lo contrario a lo que él ha sido, con un cinismo permanente con el pueblo. La cuestión es que ahora estamos refundidos y hay que usar todo el ingenio, la imaginación, la táctica y la estrategia para poder ponernos de pie. Macri ha sido el títere más fácil de manejar por los hilos del verdadero poder.
A sus 61 años, ¿hay miedos hoy en su cabeza?
Sí, permanentemente. En las cosas más íntimas y profundas. El estar por cumplir la misma cantidad de años que mi viejo cuando murió, es fuerte. Trato de cuidarme y verme presentable para estar a 30 centímetros de una cámara, pero los miedos aparecen cuando mirás para atrás y ves tan cerquita los 30; y entonces pensás: “Estoy igual de cerca de tener 90”. Hace poco, por ejemplo, tuve una noche de miedo porque nos reunimos con la familia y los cuatro nietitos, y al despedirnos no sabíamos cuándo nos volveríamos a ver. Empiezan las clases y mis propias hijas quieren cuidar a sus viejos, entonces decidieron no vernos hasta que no esté la vacuna.
¿Es feliz Ignacio Copani si hace la cuenta final?
Sí, si fuera un campeonato de cuántos momentos de felicidad y cuántos de amargura, diría que fui feliz. Pero no me considero una persona feliz, sino un afortunado con muchos momentos de felicidad, rodeado de muchas personas que solo con verlas me completan. Vivir en ese estado permanente es como estar sentado afuera y que a tu vecino se le esté prendiendo fuego el rancho.
¿Cuál fue el momento más duro que le ha tocado vivir?
Las desgracias familiares siempre están arriba de todo. El espanto de una noticia feroz como la que te trae la muerte. Ahora, si tuviera que remarcar un momento en el que conviviera conmigo algo angustiante, pensaría en cuando vivía en México y no sabía si volvería a Argentina. Porque una cosa es estar trabajando en una experiencia particular, sabiendo que en algún momento pegás la vuelta, como les pasa a muchos jugadores de fútbol; y otra muy distinta es atravesar un período de dictadura en el que todo es incierto. No sabía cuándo podría regresar y la sensación de ahogo era permanente. Por algo en muchas civilizaciones antiguas, la pena del destierro era más dura que la de muerte. ¿Viste que este año estuvo de moda que todos querían huir a Uruguay? Yo por dentro pensaba: “No saben lo que están diciendo”. El solo hecho de estar afuera implica una mirada perdida permanente, no es tan fácil. Me dio mucha risa ese tema, ni siquiera porque lo sintiera como un sacrificio, porque para mí irme al Uruguay sería como irme a Santa Fe. No siento que dejo mis raíces, pero no es mi barrio. Es fácil hablar de la boca para afuera, “me voy de este país porque es una porquería”, pero hacerlo es más difícil de lo que parece.
En 30 años, ¿qué se imagina o qué le gustaría que sus nietos les digan a sus amigos de usted?
Tienen suerte porque están los CD, así que no hay que decir mucho. ¿Cuánto pagarías vos por ver una filmación de un abuelo o un bisabuelo? Yo pagaría una refortuna. Me gustaría que si hablaran de mí lo hicieran con orgullo, como yo hablo de mis abuelos. Con el paso del tiempo hasta los valorizás demasiado, pero está bien. Es malo mentir, pero es bueno exagerar, le pone un poco de sal y pimienta al plano.
Hoy es un día lluvioso en Argentina y también aquí en Uruguay. A la noche, ¿con qué música uruguaya le gustaría irse a dormir para soñar bonito?
Con Don Alfredo Zitarrosa. También me gusta mucho Daniel Viglietti o los pibes de ahora, que no son tan pibes, como el Alemán o Tabaré Cardozo. Pero para irme a dormir elegiría a ese poeta, me acostaría zitarroseando.