Un muro romano de 2500 años de antigüedad fue hallado de casualidad mientras se realizaban obras de ampliación en el sótano de la Escuela Española de Historia y Arqueología (EEHAR-CSIC) en la capital italiana. Además, durante las excavaciones descubrieron la planta completa de un edificio funerario del siglo I a.C. dedicado a un influyente personaje de la República romana tardía.
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El descubrimiento sacó la luz una estructura de grandes bloques de piedra pertenecientes a los trabajos de reforma de la muralla defensiva que protegía la ciudad en el siglo IV a. C., según informó la institución perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en su página oficial.
Los descubrimientos se realizaron en una zona ubicada entre el foro de Trajano y una de las siete colinas de Roma, que hasta el momento carecía de elementos arqueológicos válidos para ser reconstruida. La relevancia de los hallazgos radica en que arrojan luz sobre la evolución histórica de un área restringida de Roma antigua donde hubo una continua actividad edilicia relacionada con las grandes trasformaciones urbanas y los acontecimientos históricos.
Durante la época de Trajano, siglo II d.C., la zona arqueológica documentada se reconvirtió en parte del complejo sistema de edificios vinculados con los mercados de Trajano que tenía la función de alojar las oficinas de la gestión imperial en el auge del Imperio romano.
Sobre la muralla, Antonio Pizzo, director de la Escuela, explicó que anteriormente, en el siglo VI a.C., se construyó una primera fortificación, atribuida al rey Servio Tulio, con un perímetro de aproximadamente siete kilómetros. “Dos siglos después, tras la invasión de los galos en el año 390 a.C., la muralla fue reconstruida siguiendo parcialmente el recorrido de la anterior, un proceso que duró casi 25 años. Con cuatro metros de anchura y 10 de altura, llegó a extenderse a lo largo de más de 11 kilómetros y a delimitar cerca de 430 hectáreas”, detalló el experto.
Para el especialista, la construcción de la muralla significó una de las mayores inversiones en recursos humanos y económicos. Respecto de su aspecto simbólico, añadió: “Supuso darle a la ciudad una nueva vida tras la catástrofe que supuso la invasión de los galos. Durante siglos continuó transmitiendo la idea de fuerza urbana y llegó a convertirse en una referencia topográfica fundamental en el desarrollo de la Roma imperial”.
El investigador aclaró que la construcción consistía en “un complejo sistema de defensa que preveía la contención del terreno bajo la construcción principal”. Según describió, en las partes más altas de las colinas que formaban la topografía de Roma se construyó la verdadera línea de defensa, mientras que las zonas inferiores se reforzaron con estructuras que sustentaban el terreno. “La que hemos encontrado en la Escuela es una de estas últimas. Se construyó en talud y servía para facilitar también el drenaje de las aguas residuales procedentes de las zonas altas a través de un canal”, indicó Pizzo. Tras su construcción, a partir de fines del siglo III a.C., la muralla comenzó a cubrirse de fango debido a los aluviones del río Tíber.
Fuente: La Nación