El machismo es “una cuestión cultural”, que “debe erradicarse desde la familia y en la educación formal”, de forma que “desde la infancia se vaya grabando la igualdad de derechos de los dos sexos de la especie humana”. La verdadera batalla es “superar definitivamente una ética común a las tres religiones monoteístas, que consagraron esa disparidad”. Así lo afirmó el ex presidente Julio María Sanguinetti, en una columna sobre el Día Internacional de la Mujer, publicada en El Correo de los Viernes. Sanguinetti valoró las movilizaciones del #8M que se produjeron en todo el mundo, incluido en Uruguay, en defensa de los derechos de las mujeres y por la equidad de género. En este punto, el ex mandatario dijo que estas manifestaciones fueron “claramente reveladoras de un estado de opinión que crece”, pero con diferencias notorias entre lo que sucede en el mundo occidente, donde el progreso es “innegable”, y en el mundo musulmán, “donde la mujer continúa sometida a los varones de su familia, sea su padre, su marido o sus hermanos». “Allí, la degradación femenina es radical”, apuntó Sanguinetti. En este punto, señaló que en el feminismo, “como toda causa en que el ingrediente emocional es fuerte”, hay excesos que desdibujan su valor, con situaciones que “suenan a ridículo”, como el lenguaje inclusivo “que destruye las posibilidades literarias del idioma” o los episodios de violencia. “En Montevideo, el grupo que agredió a la Iglesia del Cordón, y que incluso más tarde defendió su actitud, es un verdadero enemigo de la causa que proclama», valoró Sanguinetti. El ex mandatario dijo que “enrostrarle a la Iglesia la dictadura carece de fundamento”. El otro asunto que concentra los cuestionamientos más fuertes del feminismo a esa institución refiere a la legalización del aborto, pero al ser un tema sobre el cual Uruguay ya ha legislado -aprobando la interrupción voluntaria del embarazo-, “los grupos feministas podrían disminuir su iracundia”, estimó Sanguinetti. Estos desvíos “alejan de una realidad que es muy importante”, que refiere a los avances que se produjeron en los últimos años, por ejemplo, en el Poder Judicial, donde la mayoría femenina es abrumadora y que redundó en que dos de los cincos ministros de la Suprema Corte de Justicia sean mujeres. “Está claro que la mujer uruguaya está llegando a un plano de superación constante”, pero “a la inversa, tampoco hay duda que vivimos problemas muy serios, que deben abordarse”, señaló. Uno de estos asuntos es el feminicidio, es decir, el asesinato de una mujer por su condición de tal. Sanguinetti dijo que “hay quienes niegan este concepto, porque estamos ante un homicidio, ya regulado penalmente. La verdad es que, más allá de la ley, mantiene una indignante y entristecedora presencia. El mismo se inscribe, además, en situaciones de violencia doméstica, que también la ley sanciona y que en la práctica se intenta erradicar, pero que mantienen una vigencia ominosa”, enfatizó. “Solo se podrá mejorar cuando el machismo ancestral deje de ocupar el cuadro de sentimientos o prejuicios que anida en muchos hombres. Es una cuestión cultural, que debe erradicarse desde la familia y en la educación formal, para que desde la infancia se vaya grabando la igualdad de derechos de los dos sexos de la especie humana. Por eso es que no hay que confundir el foco central de esta verdadera batalla, que es superar definitivamente una ética común a las tres religiones monoteístas, que consagraron esa disparidad», expresó. Otro asunto relevante es la desigualdad en las remuneraciones entre hombres y mujeres en el mercado laboral. “Es un hecho que las mujeres porcentualmente ganan menos que los hombres, porque se les hace pagar su maternidad como una suerte de pérdida de competitividad. A lo que cabe agregar la estructura familiar, donde pese a que a la mujer hoy trabaja fuera de casa y tiene más independencia económica, en términos generales le abruma la carga de la tarea doméstica”. “Miramos a nuestro alrededor y no podemos negar que, mayoritariamente, maridos e hijos esperan de la esposa o madre que solvente las actividades tradicionales, que van desde la cocina hasta el lavado de la ropa. Este es un capítulo fundamentalísimo del necesario cambio de valores en la configuración de la personalidad psicológica”, expresó. Sin embargo, “pese a todos los pesares”, Sanguinetti dijo ser optimista en cuanto a que ese cambio cultural se produzca. “Los progresos ya consolidados sostienen esa perspectiva. En un país donde, a principios de siglo, se dispuso el divorcio por sola voluntad de mujer, podemos seguir creyendo en los avances, construidos desde la ética y los hábitos de comportamiento. Dicho de otro modo: no hay que desmayar ni dejarse arrastrar a excesos que debilitan la noble causa que nos inspira a todos quienes alentamos una efectiva igualdad de oportunidades”, concluyó el ex mandatario.
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