El viernes pasado la justicia estadounidense acusó a 13 ciudadanos rusos de interferir en las elecciones presidenciales de 2016 —ganadas por Donald Trump— con «el objetivo estratégico de sembrar discordia en el sistema político de Estados Unidos». No fue difícil, explican los investigadores, transferir este odio de internet a las calles de Estados Unidos. Desde sus escritorios en San Petersburgo, y usando personajes falsos como un voluntario entusiasta llamado «Matt Skiber», los operadores rusos orquestaron protestas y manifestaciones que ocurrieron en la vida real, se lee en el documento. La intención era crear una atmósfera de división y odio en internet. El Kremlin, dice la acusación, quería desestabilizar Estados Unidos. Quería influir en el voto de algunas personas y, a otras, sobretodo pertenecientes a minorías, persuadirles de no votar. Dos miembros de la agencia viajaron supuestamente a EE.UU. para obtener más información en un periplo que abarcó nueve estados, según los legisladores. A su vuelta en Rusia, la IRA habría comenzado a publicar contenido en internet haciéndose pasar por voluntarios estadounidenses para recibir consejos sobre cómo llamar la atención de los votantes de la manera más efectiva. Un voluntario real residente en Texas les dijo a los rusos que apuntaran a los estados «púrpura», aquellos en los que la carrera electoral iba a ser más ajustada. Y así hicieron los rusos, según la justicia estadounidense. Hacia 2016, las operaciones se habían incrementado a medida que se acercaban las elecciones presidenciales. Aparentemente, IRA tenía un presupuesto de más de un millón de dólares diario. Según las autoridades estadounidenses, ese dinero se usó para comprar anuncios en sitios como Twitter y Facebook. «¡Hillary Clinton no se merece el voto negro!», decía uno publicado en mayo de 2016. «¡Trump es nuestra única esperanza para un futuro mejor!», aseguraba otro un mes más tarde. Moscú niega rotundamente estas acusaciones, que considera «absurdas». El escrito judicial, publicado el viernes, dice que la IRA controlaba, además, una cuenta de Instagram llamada «Woke Blacks» (negros despiertos, en español). «La exageración y el odio particular hacia Trump están engañando a la gente y obligando a los negros a votar a ‘Killary'» (juego de palabras en inglés que conjuga la palabra kill —matar— con Hillary), se lee en un mensaje publicado en octubre de 2017. «No podemos recurrir al menor de los dos demonios. Entonces, sin duda lo mejor es que no votemos A NINGUNO», concluye. Los fiscales dicen que los operarios rusos trabajaron durante horas y horas para asegurarse que los posts coincidían con la zona horaria en donde querían influir. Cuando los operarios —que se hacen llamar a sí mismos «especialistas»— no estaban publicando, se dedicaban a aprender y mejorar sus técnicas y estilo de escritura. Supuestamente, debían monitorear constantemente su enfoque y ajustar lo publicado en Twitter para maximizarlo. Y tenían una lista de los días feriados en Estados Unidos y del contenido específico listo para ser publicado. De acuerdo con el documento de los fiscales, la IRA tomó varias medidas para ocultar sus pistas, engañando a las empresas tecnológicas, que eran incapaces de detener lo que hacían o, simplemente, lo desconocían. La clave y el movimiento más obvio era esconder el hecho de que las publicaciones provenían de Rusia. Para ello, usaron varias redes virtuales privadas, más conocidas como VPN, de manera que pudieron gestionar sus operaciones a través de computadoras en Estados Unidos. Además, se cree que usaron identidades robadas para crear cuentas en PayPal utilizando nombres estadounidenses auténticos. Según la acusación, la campaña fue tan efectiva a la hora de llegar a votantes estadounidenses que algunas empresas de EE.UU. comenzaron a pagar a los rusos para promocionar sus productos en esas cuentas. Presumiblemente, la IRA cobró dinero por ello. Se cree que entre US$25 y US$50 por post. También sostienen que la IRA pagó por avisos publicitarios en Facebook que promovieron mítines políticos en los estados «púrpura». Una vez que Trump fue elegido presidente, los investigadores dicen que la IRA trabajó para sembrar más descontento. Alegan que impulsó dos manifestaciones contradictorias en Nueva York, una para apoyar al nuevo presidente electo y otra con el mensaje «Trump NO es mi presidente». Durante todo ese proceso, dicen que la IRA creó una lista con más de 100 estadounidenses a los que contactó para pedir ayuda a la hora de organizar sus esfuerzos. Supuestamente, ninguno de ellos sabía que fue títere de una audaz campaña rusa. Fuente: BBC
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